El cine en las estrellas: Una colina, un revolver, y Venus. Los orígenes astronómicos del cine (I)
Querido Teo:
Ya tenía ganas yo de volver a esta correspondencia. Y que mejor manera que retomarla para intentar convencerte, una vez mas, del origen puramente astronómico del cine. Si, porque este arte que tanto idolatras comenzó su andadura gracias a un astrofísico y a su afán por capturar un evento puramente astronómico. Su nombre, Jules Janssen, uno de los pioneros de la Astrofísica, y uno de los padres del cine.
El viajero Solar
Pierre Jules César Janssen (1824-1907) es uno de esos típicos personajes “más grandes que la vida” que de vez en cuando da la historia. Un auténtico personaje de película. Completamente autodidacta, comenzó a interesarse por la óptica, hasta el punto de doctorarse y realizar importantes contribuciones, como por ejemplo el diseño de lentes para la corrección del astigmatismo. Estos trabajos le permitieron entrar en los círculos científicos del bullicioso París de mediados del siglo XIX. Pero esta fascinación por la óptica le hizo pronto recalar en una joven disciplina científica que daba sus primeros pasos: la Astrofísica, la física de los astros. Nacida a partir del desarrollo de una técnica nueva que por primera vez permitía analizar la luz de los astros e investigar sus propiedades químicas y físicas, la Astrofísica supuso una extraordinaria evolución dentro de la milenaria Astronomía, hasta la fecha una ciencia que solo podía ocuparse de la posición y el movimiento de los astros celestes sin inferir nada sobre su interior y naturaleza.
De todos los astros celestes, Janssen comenzó a interesarse de manera apasionada por el Sol. Y no fue una decisión equivocada. Este pionero de los físicos solares realizó importantísimas contribuciones a la ciencia de nuestro astro rey, en especial la primera detección en la atmósfera solar de un elemento desconocido que años después se bautizaría con el nombre de Helio.
Pero el Sol también contribuyó mucho en la vida de nuestro protagonista, ya que le convirtió en un auténtico aventurero. La necesidad científica de observar los eclipses solares hizo que el francés organizara y liderara expediciones científicas por todo el mundo: desde la bahía de Bengala en la India, a las faldas del Himalaya, o a la cima del Mont-Blanc a 3000 metros de altura. Incluso por observar un eclipse solar en Argelia, llegó a escapar de París en plena guerra franco-prusiana de la única manera que era posible: ¡en globo!. Pero sin duda, su más fascinante aventura y que nos lleva directamente a las raíces del cine, fue la que protagonizó en una colina de la isla japonesa de Nagasaki, en el año 1874… el año del tránsito de Venus.
Venus y el cine
Estamos en la segunda mitad del siglo XIX. Uno de los retos científicos de la época era determinar con la mayor exactitud posible la distancia que separaba la Tierra del Sol, la denominada Unidad Astronómica que marca el tamaño de nuestro Sistema Solar. En aquellos años la única manera de obtenerla era aprovechar un evento astronómico como era el tránsito de Venus. Este fenómeno consiste en el paso de Venus, que se aprecia como un pequeño disco negro, por delante del Sol. Bastarían dos observaciones simultaneas de dicho tránsito desde diferentes latitudes terrestres, así como medir la duración total de éste, para poder obtener la distancia a la que se encuentra el Sol gracias al llamado método de la paralaje. Con este dato y aplicando las leyes de Kepler se podía obtener la distancia al resto de planetas. Aparentemente sencillo, pero existían dos “pequeños” inconvenientes.
El primero de ellos se debía a la periodicidad del propio fenómeno astronómico. Los tránsitos de Venus por el disco solar no son algo de lo que se disponga cada fin de semana, de hecho tan solo ha habido siete en los últimos cinco siglos, y evidentemente solo son visibles desde aquellos lugares en los que es de día durante el tránsito. Por este motivo, el tránsito de 1874 era una oportunidad única que no se podía desaprovechar. Se organizaron varias expediciones coordinadas por todo el globo en lo que fue uno de los mayores esfuerzos internacionales nunca realizados para seguir un fenómeno astronómico. Más de 60 expediciones científicas de hasta 10 países diferentes con destino unas 80 localizaciones repartidas por China, Vietnam, Nueva Caledonia, algunas islas del Pacífico y Japón. Concretamente nuestro pionero solar lideró la expedición que arribó en la isla de Nagasaki.
El otro gran problema era puramente técnico. Para que el método tuviera éxito todos los observadores debían determinar con exactitud y sin ambigüedad el inicio y el final del tránsito, es decir, los instantes en el que el disco de Venus entra y sale del disco solar. Y esto, incluso hoy en día, no es trivial de determinar sin error. Por un lado, estaba la difracción de los telescopios, por otro la distorsión ocasionada por la atmósfera terrestre. Todo ello sin descontar la propia subjetividad del observador o el inevitable efecto “gota negra”, un efecto óptico que distorsiona la silueta del disco negro justo en los instantes en los que precisamente entra o sale del disco solar.
Se definieron diferentes estrategias de observación. Una de ellas implicaba utilizar observadores especialmente entrenados para el evento y provistos con un conjunto de telescopios estándares para todas las expediciones participantes. La otra de las estrategias se basaba en una técnica mucho más experimental ideada por el propio Janssen: la cronofotografía, es decir la técnica de combinar fotografía y medida del tiempo. Para Janssen, la única manera de eliminar la subjetividad del proceso era registrar los instantes inicial y final del tránsito en una serie continuada de fotografías tomadas a intervalos regulares y en instantes de tiempo conocidos. El posterior análisis y combinación de todas las imágenes daría con gran exactitud el valor de la deseada Unidad Astronómica. Evidentemente, en aquellos años, la fotografía estaba aún en sus comienzos y no existía aparato alguno con estas características, así que Janssen decidió inventar uno. Lo demás te lo contaré más adelante...
Emilio J. García Gómez-Caro (Astrónomo)