El cine en las estrellas: Los astrónomos nunca dominan el mundo

El cine en las estrellas: Los astrónomos nunca dominan el mundo

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Querido Teo:

Desde siempre me ha gustado el cine. Supongo que parte de la culpa la tiene mi padre, que desde que yo era un chaval que apenas levantaba un cuarto de palmo del suelo, me sentaba delante del televisor cada vez que programaban en alguna de las dos únicas cadenas que había por entonces, alguna película que él considerara de obligado visionado. La verdad es que yo no entendía gran cosa de aquellas imágenes en blanco y negro (más tarde descubrí que muchas eran en color y que el blanco y negro lo ponía nuestra vieja tele) pero un hijo nunca debe defraudar el espíritu educador de su padre.

Entre la sucesión de vaqueros de andar cansado, tipos con gabardina que parecían estar de vuelta de todo, mujeres fatales (esto también averigüé más tarde lo qué era), y demás personajes que mi padre se obstinaba en convencerme de que terminarían formando parte de mi vida, los había de una clase que atrapaban mi interés sin ningún esfuerzo por parte de mi progenitor. Eran unos tipos con bata blanca, oscuros y misteriosos, generalmente rodeados de extraños aparatos, ajenos al resto del mundo, y que con ojos desorbitados y cara desencajada solían acabar como el rosario de la aurora. Con el tiempo descubrí que estos extraños individuos que me fascinaban componían todo un arquetipo cinematográfico, el científico loco, y que todos ellos tenían una cosa en común: una irrefrenable obsesión por dominar el mundo.

Con el tiempo fui poniéndoles nombre. Primero los clásicos, que para eso mi padre era muy sistemático, como el Dr. Henry Jekyll, un experto en química capaz de dejar que su lado más bestia campase libremente atendiendo al nombre de Señor Hyde; o como Jack Griffin, que de tanto pasarse el mundo por el forro de su invisibilidad terminó más loco de lo que ya estaba; o el descomunalmente zumbado Dr. Rotwang, ciudadano de Metrópolis,  y el primer creador de replicantes de la Historia, precursor del inquietante Dr. Tyrrel de “Blade Runner”; o como el Dr. Caligari, maestro hipnotizador de sonámbulos; y por supuesto, como el más famoso doctor en medicina de la historia, Victor Von Frankestein, que como lo de dominar el mundo se le quedaba corto, pretendió hacer suyo ni más ni menos que el mismísimo arte de la creación.

ElcineenlasestrellasAstronomosnodominanelmundoEmmettPoco a poco fui creciendo rodeado de esta prole de fracasados de elevadas expectativas que, por alguna u otra razón, nunca lograban su elevadísimo objetivo: la dominación total de este planeta por muy inverosímil que fuera el mecanismo empleado; desde la resurrección clónica del Tercer Reich con la que Dr. Joseph Mengele se adelantaba en un par de décadas a la oveja Dolly en “Los niños del Brasil” (1978); hasta la resurrección de los muertos del Dr. Herbert West en la histriónica “Re-animator” (1985); o toda la retahíla de planes subversivos de los mega-villanos que aún pueblan la extenuante saga de James Bond. También los había que no pretendían dominar el mundo pero hubieran podido hacerlo con bastante facilidad de haberlo querido, como hubiera sido el caso de Andre Delambre, de no haberse metido un maldita mosca en su máquina de la teletransportación, o el del entrañable Dr. Emmett Brown, capaz de dominar el tiempo con un condesador de fluzo montado en un DeLorean

Con semejante bagaje entenderás que llegado el momento decidiera embarcarme en una carrera científica, dispuesto a emular a mis ídolos y resarcirles de su mala fama y continuos fracasos. Y aunque la disciplina científica más frecuentada por nuestros enajenados sabios es la medicina y la genética, decidí decantarme por la física, que tampoco está nada mal a la hora de disponer de una buena y competitiva formación en técnicas de dominación del mundo. Todo fue bien hasta que en el cuarto curso tuve que elegir especialidad, y me decidí por la astrofísica. Tremendo error. Entender por qué brillan las estrellas, o cómo se expande el Universo son materias fascinantes, pero a la hora de plegar el mundo a sus pies, un astrónomo lo tiene más crudo que la luz escapar de un agujero negro

ElcineenlasestrellasAstronomosnodominanelmundoViajealaLunaY es que mientras un físico nuclear puede amenazar a toda una ciudad con verter residuos radiactivos en el suministro de agua, o a un genetista le puede dar por clonar un ejercito de zombies asesinos, por poner dos ejemplos cotidianos, los astrónomos por no poder, no podemos ni encerrar nuestro objeto de estudio en un laboratorio. Excepto los restos que nos ofrece el Sistema Solar en forma de meteoritos, algunas muestras lunares traídas por los astronautas de la misión Apollo, y el resultado de misiones espaciales como la Stardust, capaz de atrapar muestras microscópicas de la cola de un cometa y traerlas de vuelta a la Tierra, los astrofísicos, para comprender cómo es el Universo, nos debemos contentar con recolectar y analizar hasta la extenuación la pálida luz de objetos situados a distancias inimaginables. Somos unos auténticos artesanos de la luz, y aunque es digno de encomio el inmenso conocimiento que del cosmos hemos logrado gracias a esta obsesión por la luz de los astros, me reconocerás que esto no da muchas armas a la hora de pretender algo de una ambición tan noble como dominar el mundo en su totalidad.

ElcineenlasestrellasAstronomosnodominanelmundoContactCaí en una depresión, sobre todo cuando fui consciente que, como decía mi padre, la respuesta siempre había estado en el cine. Bastaba ver que, al contrario que el resto de la familia cinematográfica de científicos locos y allegados, los astrónomos nunca dominan el mundo. Y eso que tenemos el honor de ser de las primeras disciplinas científicas que aparecen en la historia del cine, ya que apenas tres años después de la presentación del cinematógrafo en sociedad, el genial George Méliès rodaba “Sueños de un astrónomo” (1898), y escasamente cuatro años después, los bigotudos miembros de la Asociación Astronómica de París impactaban sobre la Luna a bordo de una bala de cañón, en la deliciosa “Viaje a la Luna” (1902)

Después de esto, el papel de los astrónomos en el cine se ha limitado a servir de heraldos de algún inminente e inevitable cataclismo cósmico que extinguirá la vida en la Tierra (o al menos la de Estados Unidos), ya sea por el impacto contra un enorme asteroide, como en “Deep Impact” (1998) o en la inefable “Armaggedon” (1998), o incluso contra toda una estrella errante, como en “Cuando los mundos chocan” (1951). Esto, o campar como almas en pena, intentando infructuosamente convencer al personal de la inequívoca existencia de vida extraterrestre inteligente, como la Dra. Ellie Arroway en “Contact” (1997), o Zane Zaminsky en “The arrival” (1996), interpretado por Charlie Sheen, y casi con seguridad el astrónomo con menos glamour de la historia del cine.

ElcineenlasestrellasAstronomosnodominanelmundoAgoraY últimamente la cosa no mejora. O se meten a voyeurs, aprovechando su sistemática y paciente capacidad de observación, como el desengañado astrónomo capaz de predecir supernovas de “Adictos al amor” (1997); o andan en plena crisis de los cuarenta, como el g-astrónomo de “Un toque de canela” (2003); o ya en el colmo de la decadencia científica, se meten a astrólogos como Nicolas Cage en “Señales del futuro” (2009). También existe la posibilidad de que acaben despedazados por una horda de fanáticos religiosos como la Hipatia de “Agora” (2009); o tragados –literalmente- por el Sol, como el ingeniero astrofísico de “Sunshine” (2007), que visto lo visto, quizá sea el final más digno que pueda tener un astrónomo en el cine de hoy en día.

En fin, como ves, los astrónomos no solo no conquistamos este planeta, sino lo que es peor, ni lo intentamos. Quizá debería seguir los consejos de mi padre, replantearme mi formación y comenzar una nueva carrera que sí me permitiera dominar el mundo, o en su defecto, reducirlo a cenizas. Quizás me haga alto ejecutivo de una sociedad bancaria.

Emilio J. García Gómez-Caro (Astrónomo)

Año Internacional de la Astronomía

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Gatonegro
Gatonegro
15 años atrás

Bueno, si es por reducirlo a cenizas, los astrónomos siempre podrán *no* avisar de que el sol se va a convertir repentinamente en supernova. ;o)

Excelente artículo y buen repaso de la historia de los científicos (locos o no) en el cine.

el invisible
el invisible
15 años atrás

Reitero, escelente repaso cinematográfico yañado, que si has visto todas esas pelis, aún conservas cierta salud mental que dice mucho en tu favorr. Sigue deleitándonos, con estos restos estupendos de tu mal trecho cerebro. Un fuerte abrazo.

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