El cine de M. Night Shyamalan, el hombre que arriesgó su carrera por un cuento de hadas
Querido Teo:
Tal día como hoy, hace 48 años, nació el director de cine M. Night Shyamalan. Y no hay mejor motivo que su cumpleaños para repasar la vida y obra de este autor contemporáneo que nació en la India en 1970 con el nombre de Manoj Nelliyattu Shyamalan en el seno de una familia adinerada. Su padre era neurólogo y su madre obstetra y ginecóloga, quienes unos años antes habían emigrado a Estados Unidos. Su madre volvió a la India para dar a luz y regresó a Filadelfia junto al pequeño Manoj cuando éste sólo tenía seis semanas. Fue criado en la religión hindú y desde temprana edad se interesó por el mundo audiovisual, según dicen, cuando por un cumpleaños le regalaron una cámara de Super-8.
Manoj, que posteriormente adoptaría el nombre artístico de M. Night, tuvo muy claro desde el principio a qué se quería dedicar, si bien su padre insistió para que continuase con la medicina, como mandaba la tradición familiar. Finalmente, se matriculó en la Tisch School of the Arts de Nueva York de la que se graduó en 1992; fecha en la que debutó en el largometraje con el drama “Praying with anger” (1992). Aunque no sería hasta 1999, con su tercera película, cuando conseguiría el amor absoluto de la crítica y del público.
Una crítica y un público que pasaron de adorarlo a convertirlo en objeto de escarnio y blanco de bromas, prácticamente defenestrando a un autor al que cada vez le costaba más trabajo el conseguir financiación para poder rodar una película. No fue hasta que recurrió a los micropresupuestos de Jason Blum y el sistema de distribución de Blumhouse Productions, cuando pudo volver a demostrar todo de lo que era capaz.
Una historia de caída y resurrección de un autor, provocada en cierta medida por el hecho de no ser nunca complaciente y arriesgar en sus propuestas. Si bien es cierto que no siempre ha acertado en sus decisiones creativas y ejecutivas (y su ego le jugó malas pasadas), sin duda es de celebrar que alguien se atreva a rodar un tipo de cine adulto con un discurso narrativo tan concreto que se vertebra en dos pilares: la comunicación (o más bien la falta de ella) y la búsqueda de significado tanto humano como espiritual. Dos aspectos que se complementan y entrelazan como discurso a lo largo de su filmografía. Discurso del que únicamente se ha alejado (y no del todo) cuando ha tenido que rendirse al cine de encargo hollywoddiense para poder comer.
Un autor que ha demostrado que vuelve a estar entre nosotros en plena forma. Un autor de una sensibilidad y un lirismo que pocas veces se ven en el cine comercial. Un autor que arriesgó su carrera por un cuento de hadas. Un autor con un dominio de la técnica cinematográfica absoluto, que evoca a maestros como Hitchcock o Steven Spielberg. Pero, por encima de todo, un autor con una filmografía de tan solo 12 películas que, pese a irregular en algunas ocasiones, contiene dos títulos clave del cine del siglo XXI.
“Praying with anger” (1992). El diálogo interno
Recién acabados sus estudios de cine, el joven Shyamalan realizó el que sería su primer largometraje. Para ello, pidió ayuda a sus padres que financiaron el proyecto. Un proyecto semiautobiográfico que llegó a participar en el Festival de Toronto de aquel año, aunque nunca llegó a conseguir distribución y únicamente pudo verse, básicamente, en el circuito de festivales.
Con sus inquietudes autorales bastante bien definidas desde una temprana edad, Shyamalan no sólo se limitó a dirigir la película; también la escribió y la protagonizó. Quizás ese afán de protagonismo delante de la cámara fuese algo que le pasó factura años después, como ya veremos. Sea como fuere, la cinta nos cuenta la historia un joven universitario que viaja a la India para descubrir sus orígenes y la tierra de sus ancestros, donde se sumergirá en un viaje de autodescubrimiento y amor que contrastará con todo lo que conoce hasta ahora.
Formalmente, la dirección de Shyamalan comenzaba a apuntar maneras, como suele pasar casi siempre con las óperas primas y empiezan a atisbarse las primeras constantes de lo que se acabaría convirtiendo en su discurso narrativo, que se materializa en ese choque cultural y esas diferencias aparentes entre dos culturas tan distintas y, a la vez, tan iguales. Pese a su marcado tono amateur, se puede esbozar entre planos al artista en el que se acabaría convirtiendo Shyamalan.
“Los primeros amigos” (1998). Señales
En 1995, tres años después de su debut tras las cámaras, Shyamalan escribió y dirigió "Los primeros amigos”, aunque no fue estrenada hasta 1998. En esta ocasión consiguió financiación a través de Woods Entertainment y posterior distribución de Miramax. Su reparto incluía a nombres como Rosie O'Donnell, Denis Leary y Robert Loggia.
La película gira en torno a un niño de diez años que tiene que lidiar con la muerte de su abuelo. En su búsqueda de respuestas tratará de comunicarse con Dios, pero antes tendrá que encontrarlo. Y lo hará de una forma sencilla y simple, pero no por menos efectiva: interpretando las señales. Sin duda, el sentimiento religioso y la búsqueda de significado a un nivel espiritual son aquí bastante explícitos y comenzarían a dar forma temática a los dos siguientes largometrajes del cineasta.
Con un presupuesto de 6 millones de dólares, la película fue un fracaso en taquilla que sólo recaudó un millón. Probabalemente, porque la película, pese a tener una dirección bastante firme, no acaba de conectar con el público, ya que es demasiado infantil para los adultos, pero por otro lado demasiado adulta para los niños. Este fracaso dejó a Shyamalan bastante hundido, pero se guardaba un as en la manga: el guión de su próxima película. Un guión que salvaría su carrera. Un guión que le proporcionaría fortuna y gloria.
“El sexto sentido” (1999). De profundis clamavi ad te, Domine
El por entonces presidente de Walt Disney Studios, David Vogel, compró sin autorización de sus superiores el guión de "El sexto sentido" (1999) por dos millones y medio de dólares y le aseguró a Shyamalan la silla del director. Al enterarse de esto, sus superiores lo despidieron, pero la producción del filme siguió adelante bajo la supervisión del productor de Frank Marshall.
Con un presupuesto de 40 millones de dólares y un reparto encabezado por Bruce Willis (como parte de un acuerdo contractual de tres películas con Disney al que estaba obligado), Toni Collette, Olivia Williams, y un prácticamente desconocido Haley Joel Osment que se convirtió en la revelación de la cinta, Shyamalan dio un golpe sobre la mesa y jugó todas sus cartas en una apuesta con una dirección firme y un uso de la técnica cinematográfica impresionante, para contarnos un drama familiar de una sensibilidad exquisita y cuyo final, más que un giro de guión, se torna en una consecuencia lógica e inevitable de todos los elementos dramáticos vistos en la cinta.
El público enloqueció y la película recaudó casi 700 millones de dólares mundiales. Los críticos se mostraron menos entusiastas y la recibieron de forma tibia con una media de 64 en Metacritic. El film consiguió 6 nominaciones a los Oscar, incluyendo mejor película, empezando un camino evolutivo en la Academia que comenzaría a reconocer, poco a poco, al cine de género y situándolo a la altura que se merece.
“El protegido” (2000). Me llamaban Don Cristal
Como suele suceder siempre después de un éxito monumental, la siguiente película de Shyamalan se esperaba con una gran expectación y las garras afiladas. Disney, enfocó erróneamente el marketing de la cinta como una nueva incursión del director en el terror psicológico tras “El sexto sentido” (1999). Nada más alejado de la realidad. “El protegido” (2000) es un drama melancólico y crepuscular de personajes perdidos en su búsqueda de significado en el mundo y temerosos de verbalizar sus sentimientos.
Shyamalan reinventó la génesis de los mitos superheróicos para ofrecernos este complejo enfoque especular sobre los orígenes de héroes y villanos en un mundo gris y mundano protagonizado por Bruce Willis, Samuel L. Jackson y Robin Wright. Apoyado en una dirección aún más refinada que en su anterior propuesta, un guión a prueba de fallos (aunque ciertos diálogos hubiesen necesitado una revisión) y en una dirección artística y fotográfica claves para la trama hasta en el plano más insignificante, “El protegido” (2000) se convierte, por su virtuosismo, en la verdadera obra maestra del director en eterna lucha con “El bosque” (2004) y en un título capital del cine del siglo XXI.
Las críticas fueron similares a las cosechadas por “El sexto sentido” (1999), aunque la taquilla no se acercó a la de ésta, en parte por la equivocada campaña promocional por parte de Disney que hizo que la gente esperase otro producto muy distinto. Esto provocó que los planes iniciales de Shyamalan que quería que “El protegido” (2000) fuese el primer capítulo de una trilogía superheróica se fueran al traste y supuso el primer roce del director con la casa de Mickey Mouse. Roces que se incrementarían con los años.
“Señales” (2002). El monstruo en la ventana
“Señales” fue uno de los grandes éxitos de 2002, recaudando casi 500 millones de dólares y volviendo a situar a Shyamalan como uno de los directores más rentables, pese a que “El protegido” (2000) no hubiese funcionado todo lo bien que cabría esperar. Ese éxito también fue alimentando, poco a poco, un ego que empezaba a tener cameos de más duración en sus películas y cuyos diálogos empezaban a ser algo expositivos de más.
En esta ocasión, Manoj nos contó la historia de una invasión extraterrestre a escala mundial. Pero no desde una perspectiva global como Hollywood nos la suele contar, sino desde el punto de vista de una pequeña familia desquebrajada en mitad del campo. Aunque eso únicamente era la excusa argumental. Como suele ser habitual en Shyamalan, debajo de la superficie de sus películas es donde se encuentra la enjundia. Así, la verdadera historia de “Señales” (2002) es la del dolor por la pérdida de un ser querido y como la falta de comunicación de humana y espiritual (una vez más) afecta a ese duelo, aislándonos hasta de los que más queremos y haciendo que no sepamos interpretar las señales que tenemos delante de nuestras narices. Y todo ello alternando, con un equilibrio digno de un funambulista, secuencias de una fuerza dramática enormes con otras en las que el suspense llega a rozar el paroxismo y de las que el mismísimo Hitchcock estaría más que satisfecho..
Protagonizada por un más que correcto Mel Gibson, acompañado de Joaquin Phoenix, Rory Culkin y una jovencísima Abigail Breslin, “Señales” (2003) es, además de un ejercicio de suspense y emoción, una película que funciona al milímetro y que demuestra, una vez más, que Shyamalan respira cine y, pese a estar un peldaño por debajo de sus dos anteriores trabajos, supuso la carrerilla necesaria para lo que estaba por venir.
“El bosque” (2004). Fábula contemporánea
La otra obra maestra de Shyamalan y, a su vez, su obra más incomprendida, cuya producción no estuvo exenta de contratiempos. Primero un cambio de título forzoso por problemas de derechos (originalmente se iba a llamar “The woods”, significado que se mantuvo en la traducción al castellano). Luego, la filtración del guión en internet que, según cuenta la leyenda, obligó a Shyamalan a cambiar y volver a rodar su resolución original (y que probablemente era más contundente con su mensaje) pero manteniendo el espíritu de la obra intacto. Y por último, como ya ocurriese con “El protegido” (2000) aunque de una forma aún más contundente, Disney elaboró una equivocada campaña de marketing en la que vendía la cinta como una película de terror frenética y no como el drama intimista y la fábula moral que en realidad es.
Protagonizada por una debutante y espectacular Bryce Dallas Howard, Joaquin Phoenix, Sigourney Weaver y William Hurt, “El bosque” (2004) plantea a lo largo de su metraje una sutil encrucijada social y política que nos habla de los miedos del ser humano y de cómo un fin con nobles intenciones puede corromperse a través de los cauces equivocados. Y todo ello contado a través de un lirismo hipnótico como si de un cuento de la abuela se tratase. Un cuento sobre el miedo a exteriorizar nuestros sentimientos, sobre nuestro miedo al cambio y al progreso y una reflexión sobre la violencia, la falta de valor y el liderazgo. Shyamalan nunca ha estado tan atinado dirigiendo una historia con unas aristas tan complejas como incomprendidas.
La crítica y el público vapulearon la cinta (44 en Metacritic), aunque su funcionamiento en taquilla no fue tan desastroso como suele contarse, con un total de 256 millones de dólares sobre un presupuesto de 60, la película apenas reportó beneficios pero salvó los muebles. Si bien es cierto que el director había ido construyendo hasta ese momento una filmografía en la que cada vez se iba atisbando más pretenciosidad y diálogos con unos niveles de intensidad algo alarmantes, las malas críticas a la película no fueron encajadas por Shyamalan de forma constructiva, de manera que en su siguiente guión se despacharía a gusto con la crítica cinematográfica y se reservaría un papel de importancia profética. Decisiones equivocadas que sentenciaron la carrera del director.
“La joven del agua” (2006). Un cuento de hadas
Tras el fracaso crítico de “El bosque” (2004) y su escaso beneficio económico, Shyamalan se puso manos a la obra con su siguiente guión. Si en su anterior film el director nos ofreció una fabula moderna, en “La joven del agua” (2006), Shyamalan se sumergió directamente en el mundo de los cuentos de hadas. Literalmente y con pocas sutilezas. Y lo hizo con un guión basado en los cuentos que él mismo se inventaba para sus hijas antes de ir a dormir. Un guión que exigía un salto de fe considerable desde el primer segundo y no exento de algunos elementos que podrían polarizar a la crítica y al público. Nina Jacobson, presidenta de producción de Disney, criticó con dureza el guión, preocupada por varios aspectos del mismo, incluyendo la incursión del personaje del crítico de cine como elemento de mofa hacia los profesionales del sector y que el propio Shyamalan se hubiese reservado un papel de escritor profético. En un ataque de ego desmesurado, Shyamalan abandonó Disney alegando que la compañía no compartía ya su visión creativa y vendió su guión a Warner, que financió el proyecto con 75 millones de dólares y prácticamente carta blanca.
¿El resultado? Una poseía fílmica con un desarrollo irregular, pero que contiene aún los mejores elementos del cine de Shyamalan, confirmándolo como un narrador con una voz única en el cine comercial. Su discurso cinematográfico sobre la búsqueda de significado, alcanza aquí sus mayores cotas de expresión. Y lo hace a través de dos escenas muy específicas, la conversación en la ducha y el desenlace final, que probablemente sea lo mejor que ha rodado Shyamalan en toda su carrera. Protagonizada por un espectacular Paul Giamatti, Bryce Dallas Howard, Bob Balaban y el propio Shyamalan, “La joven del agua” (2006) es, por méritos propios, el cuento de hadas definitivo. Con sus aciertos, que son muchos, y sus fallos, que son menos.
La crítica destrozó salvajemente la película y el público le dio completamente la espalda, con unos irrisorios 72 millones de dólares mundiales. Un absoluto fracaso que demostró a Shyamalan que ni siquiera él era infalible. Como si de un paria se tratase, a partir de aquí, comenzó a convertirse en objeto de dudas y mofas y vagaría sin rumbo, Estudio por Estudio, para tratar de vender su siguiente guión con el título de “The green effect”.
“El incidente” (2008). Efecto invernadero
Con su último trabajo destrozado por crítica y público, Shyamalan puso en circulación su nuevo guión entre las majors hollywoodienses y se dio de bruces con las negativas de Paramount, Universal y Warner. No fue hasta que llegó a Fox cuando los ejecutivos se plantearon producirlo con la condición de una reescritura considerable. Shyamalan, aún henchido de ego, puso el grito en el cielo como había hecho antes con Disney, pero no estaba en condiciones de ponerse estupendo y acabó accediendo. Su prestigio como director estaba bastante tocado y había comenzado a ser objeto de bromas en redes sociales. Así que, en un ejercicio de humildad que tuvo que suponerle un verdadero esfuerzo, Shyamalan reescribió su guión y le puso el nuevo título de “El incidente” (2008). SPOILER: Seguía sin ser muy bueno.
Una de las características de “El incidente” (2008) es que se quería desmarcar de sus anteriores propuestas a través de una calificación R, con escenas de sangre y violencia más explícitas. Si bien es cierto que en esta historia sobre un misterioso virus de origen vegetal que hace que las personas se suiciden hay ciertas escenas bastante inspiradas por su puesta en escena, y aún aparecen ciertos vestigios de los dos pilares que vertebran su cine, las ansias del director por volver a la primera línea son evidentes y palpables en un desarrollo muy atropellado y en una elección de casting totalmente errónea. Zooey Deschanel y Mark Wahlberg pocas veces han estado tan poco acertados y no por ellos, más bien se debe a una mala dirección de actores.
Con pocos momentos rescatables, comienza aquí la verdadera debacle de Shyamalan. Con críticas aún peores que “La joven del agua” (2006), la taquilla de “El incidente” (2008) hizo que al menos la Fox pudiese salvar los muebles y recuperar la inversión con 150 millones sobre un presupuesto de 48. La pérdida de sus señas de identidad, sus ansias palpables de volver a ser un autor respetado, la mala recepción crítica de sus trabajos y sus fracasos en taquilla provocaron la caída al abismo del director y su conversión en director de encargo y marioneta de productores y estrellas hinchadas. Y ese es un lugar del que es muy difícil salir.
“Airbender, el último guerrero" (2010). Cine de encargo
La serie “Avatar: La legenda de Aang” creada por Michael Dante DiMartino y Bryan Konietzko para Nickelodeon y emitida entre 2005 y 2008 está considerada una de las obras cumbres de la animación, con una legión de fans enorme y unas críticas estupendas. Era cuestión de tiempo que en Hollywood quisieran adaptarla. Y fue Paramount (propietaria de Nickelodeon) la encargada de poner en marcha el proyecto. Con una batalla legal con Fox por el nombre “Avatar”, finalmente no pudo usarse y el proyecto se titulo “Airbender, el último guerrero”.
Paramount otorgó a Shyamalan 150 millones de dólares, el presupuesto más alto de toda su carrera, para enfrentarse por primera vez a un material que no era suyo. El Shyamalan autor había muerto. Y si bien es cierto que la factura técnica de la cinta es impecable y tiene algunas escenas de acción rodadas con solvencia, la verdad es que no hay rastro alguno del director indio, que desaparece por completo en una película totalmente carente de garra y desorganizada que no deja de ser un entretenimiento de segunda con un acabado técnico decente y que, para colmo, se aleja muchísimo del material original.
Las críticas cosechadas por la película siguen siendo, a día de hoy, las peores de toda la filmografía de Shyamalan (una media de 20 en Metacritic), que se muestra aquí como un director debilitado que falla en muchísimos aspectos del film, desde la planificación del mismo hasta la descripción de personajes. El público tampoco acompañó y Paramount, a duras penas, pudo recuperar la inversión. Nos encontramos ante un fracaso artístico y económico en toda regla. Un director dañado de muerte y en sus horas más bajas.
“After Earth” (2013). Tocar fondo
Aunque todo puede ir a peor siempre. Condenado a convertirse en un director de encargo, Shyamalan recibió una llamada de Will Smith que, básicamente, necesitaba un director con cierto nombre y que saliese barato (en ese momento Shyamalan costaba dos duros) para levantar una historia hilvanada por el propio Smith para mayor gloria de su hijo, un insoportable Jaden Smith a quien su padre nos quiso meter hasta en la sopa. Afortunadamente no cuajó.
La historia de un padre y un hijo que se estrellan mil años en el futuro de nuestro planeta, en el que la humanidad ya no reside y donde el hijo tendrá que enfrentarse a hostiles seres, en una suerte de viaje de iniciación, para poder salvar la vida de su padre y ser rescatados. Un blockbuster de estudio de manual que podría haber dirigido cualquiera. Pese a un par de escenas donde podemos ver aún el nervio del Shyamalan de antaño, lo cierto es que “After Earth” (2013) es una película totalmente vacua, dirigida con piloto automático y con una pareja protagonista carente de toda química. Un verdadero desastre.
Las críticas, como cabía esperar, no fueron buenas. Además, la taquilla fue un desastre. 243 millones de dólares mundiales sobre un presupuesto de 130, provocando grandes pérdidas en Sony. Sin duda el punto artístico más bajo de la carrera de Shyamalan que se había convertido oficialmente en el marginado de Hollywood y en la sombra de lo que una vez fue. Había tocado fondo. Pero como dice el refrán, una vez que uno llega a lo más bajo, solamente puede ir hacia arriba.
“La visita” (2015). La casa de la abuela
Y así fue. Jason Blum, presidente de Blumhouse Productions, experta en producir películas de terror con presupuestos muy pequeños y que acaban resultando tremendamente rentables, fue el salvador de Shyamalan. Caído prácticamente en la infamia, el director indio no había cejado en su empeño de continuar trabajando y presentó a Blum su nuevo guión quien se lo produjo a través de su sello y Universal Pictures. Un guión simple, sin efectismos, sin diálogos recargados y pretenciosos. Un guión escrito desde la sinceridad y regresando (ahí es donde reside su mayor baza) a sus orígenes. Hablamos de “La visita” (2015), la película que resucitó a Shyamalan.
Dando una vuelta de tuerca moderna al cuento de Hansel y Gretel, Shyamalan nos contaba en forma de falso documental, y sin demasiados aspavientos visuales, la visita de dos niños a casa de sus desconocidos abuelos durante una semana. A lo largo de esa visita, comenzarán a suceder situaciones extrañas con los ancianos. Y todo ello enmarcado en la constante del cine de Shyamalan; la imposibilidad de comunicar el sufrimiento, en todas sus acepciones posibles y desembocando en un clímax narrativo que es lo más emocionalmente satisfactorio y catártico que nos ha otorgado el director, además de un ejemplo de puesta en escena y resolución dramática.
Con un equilibrio pasmoso entre el thriller y la comedia que funciona como un tiro, “La visita” (2015) supuso la vuelta de un creador que necesitaba su dosis de humildad y su propio viaje interior y de descubrimiento para volver a encontrar su voz creativa. Una voz que se había tomado un descanso pero que mostraba signos de estar en forma. Una voz que se materializó en unas críticas bastante cálidas y en una taquilla de 100 millones de dólares sobre un presupuesto de 5. Sin duda, una cinta muy rentable que puso a Shyamalan de nuevo en la buena senda y demostró que volvía a estar entre nosotros y aún tenía mucho por contar.
“Múltiple” (2016). La bestia se acerca
¡Y vaya si tenía por contar! Volviendo a colaborar con Blumhouse Productions y Universal Pictures, Shyamalan puso en pie este proyecto que comienza siendo la historia del secuestro de tres adolescentes por parte de un psicópata que poco a poco se torna en drama de personajes abandonados y heridos y que acaba desembocando en el giro final más grande e inesperado que nos haya ofrecido el director. Con un pulso narrativo que no veíamos desde “El bosque” (2004), y con una Anna Taylor-Joy y un James McAvoy de los que Shyamalan saca petróleo y que ofrecen unas sutiles, potentes y desgarradoras interpretaciones, “Múltiple” (2016) se sitúa entre lo mejor que nos ha ofrecido el director en su variada filmografía. Con una planificación milimétrica, una utilización de la geografía del plano y de los espacios que se convierten casi en un personaje más, Shyamalan consigue dar empaque a una propuesta que, en manos de otro, podría haber hecho aguas.
Y como si de un gran prestidigitador se tratase, Shyamalan se reserva para el último minuto de metraje una revelación final a través de un cameo de Bruce Willis, volviendo a dar vida a David Dunn, que enmarca a la cinta como el segundo capítulo de la impensable trilogía iniciada con el origen del héroe de “El protegido” (2000) y que Shyamalan no pudo llevar a cabo en su día. Una trilogía en la que “Múltiple” (2016) supone el segundo capítulo centrado en el villano y que culminará en el enfrentamiento final bajo el título de “Glass”, que se estrenará en 2019.
Con unas críticas muy positivas y una taquilla de 279 millones de dólares mundiales sobre un presupuesto de 9 millones, “Múltiple” (2016) supuso la confirmación de que Shyamalan volvía a estar en plena forma, volviendo así de un exilio al que se vio forzado a través de cintas de presupuestos mucho más modestos donde el director ha podido volver a dar rienda suelta a su talento. Un talento que esperemos siga con nosotros por muchos años más. Bienvenido de nuevo, Manoj. Se te echaba muchísimo de menos.
Sr. Finch
Me han entrado enormes ganas de ver todo su material que aún no conocía. Gran artículo, señor Finch. 🙂
Sensacional articulo, estando en general bastante de acuerdo, aunque a mi La joven del agua me parece una maravilla, su gran obra maestra. Enhorabuena.
No entendí algo. Dicen que "After Earth" fue un desastre en taquilla con 243 millones de dólares mundiales sobre un presupuesto de 130. ¿No será más bien al revés? Aclaren bien. Por cierto, yo también espero que Will Smith desista de empujar la carrera de su engendro para satisfacer su propio ego de padre cool, por el bien del público.
Pongamos por ejemplo una pelicula con un presupuesto de 150 millones. A eso hay q sumar la publicidad (que en las grandes producciones suele ser similar a presupuesto, por tanto 150 millones mas). Esa pelicula deberia ganar netos por tanto mas de 300 millones para ser rentable.
De lo que recauda una pelicula, evidentemente, no todo es ganancia para a productora, ganan tb los cines. En America y Europa va para la productora el 50-55%, en China solo un 40%.
Conclusion (y simplificando), una pelicula que cuesta 150 mil. debe recaudar al menos 600 millones en la taquilla mundial para ser empezar a ser rentable.
Muy buen artículo, también con toda la fe para los futuros proyectos de Manoj