“Drive”, 10 años de un clásico moderno

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Querido Teo:

El 20 de mayo de 2011 se descubrió uno de esos fenómenos que nacen y son aupados por los festivales de cine para convertirse en clásicos de culto y en lanzadera para un director. “Drive” puso patas arriba la competición del Festival de Cannes 2011 sorprendiendo a todos al ser un título que parecía camuflado frente a otros nombres de mayor enjundia y que se convirtió en la cinta más deseada por el mercado de distribuidores. El impacto fue tal que la cinta terminó ganando en Cannes el premio a la mejor dirección para un Nicolas Winding Refn que, hasta entonces, había llamado sólo la atención de unos pocos con las violentas “Bronson” (2008) y “Valhalla rising” (2009), dejando patente ya su contundente estilo visual. “El árbol de la vida” de Terrence Malick provocó el éxtasis, ganando la Palma de Oro, pero el director danés lograba imponerse a otros realizadores como Aki Kaurismäki (“El Havre”), los hermanos Dardenne (“El niño de la bicicleta”), Pedro Almodóvar (“La piel que habito”), Lars Von Trier (“Melancolía”), Michel Hazanavicius (“The artist”), Nanni Moretti (“Habemus Papam”), Lynne Ramsay (“Tenemos que hablar de Kevin”), Paolo Sorrentino (“Un lugar donde quedarse”) o Nuri Bilge Ceylan (“Érase una vez en Anatolia”). Había nacido todo un icono del cine moderno entre luces de neón en una historia de violencia, redención y amor con un Quijote lacónico pero determinado. "Drive" cumple 10 años siendo un buen momento para recordar a una de las películas favoritas de nuestra comunidad.

“Drive” pretendía ser un homenaje a las cintas del género de los 80. El proyecto fue recogido por Nicolas Winding Refn tras el abandono de Neil Marshall en la dirección y Hugh Jackman como protagonista, confiando en un Ryan Gosling que a esas alturas ya atesoraba una nominación al Oscar por “Half Nelson” (2006) demostrando ya su enorme versatilidad. El director danés adaptaba la novela de James Sallis que se centra en un joven piloto que trabaja de día como especialista de películas de coches y, por la noche, como chófer de delincuentes.

Ese binomio mueve el eje de la película que incluye una historia de amor cuando el protagonista se queda prendado de una vecina que intenta sacar a su hijo adelante, sintiendo algo de lo que hasta ese momento no se había percatado escondido en una coraza casi autómata que le lleva a cumplir su trabajo sin hacer más preguntas y sin permitirse vivir una vida por sí mismo cogiendo el volante de la misma.

"Drive" es cine negro sobre el asfalto a través de un personaje sobrio, gris y con cierto toque justiciero, meditabundo y ejecutor. Alguien distante que sólo responde por sus actos. Por eso el personaje del conductor, el cual ni siquiera tiene nombre durante la película, recibía comparaciones con el estilo icónico y rebelde de Humphrey Bogart, Steve McQueen o Clint Eastwood, sin la rudeza de Charles Bronson y sin la frustración furibunda de Robert De Niro en “Taxi driver”. Un amante de la velocidad que tiene como fiel compañía el volante de su vehículo mientras recorre las sórdidas calles de una ciudad de Los Angeles con luces de neón.

La escena inicial es toda una declaración de intenciones del estilo de la propuesta siendo también un homenaje a la serie B de los 70, con reminiscencias en la relación de Ryan Gosling y Carey Mulligan a la Nouvelle Vague o incluso a los cuentos de hadas, y que, por otro lado, llega al público del siglo XXI gracias a su estética creativa y videoclipera y su concepto de la violencia moderna digna del mejor Tarantino y también heredera del cine de Peter Yates, Michael Mann, Walter Hill y Martin Scorsese.

Ryan Gosling encontró a uno de los personajes de su vida en una propuesta perturbadora y oscura que ayudó a potenciar esa mirada lánguida e inexpresiva que ha hecho característica pero no hay que olvidar que ese mismo año se le vio en la comedia “Crazy, stupid, love” como metrosexual consejero en el arte del ligue y había vuelto de un hiato de tres años, tras la excelente “Lars y una chica de verdad” (2007), con “Blue Valentine” (2010) y “Todas las cosas buenas” (2010).

Todo un ejercicio de contención en el que sus miradas, movimientos y estilo icónico (reivindicación del palillo y el símbolo del escorpión en la cazadora plateada) hacen que el personaje y el actor se fusionen de manera sobresaliente como un protagonista lleno de sombras, un héroe autómata que intenta imponerse a su situación cuando empieza a sentir algo de verdad y que recuerda a esos vaqueros, detectives y personajes con un pasado oculto que les lleva a intentar la redención y que han marcado buena parte del cine de género USA a lo largo de las décadas.

“Drive” deja un sinfín de escenas potentes (destacando la huida inicial, la del ascensor o la de la playa) y grandes momentos en una trama que va "in crescendo" tanto en su vertiente personal como en la más dramática encarnada por el mafioso Albert Brooks y el mentor Bryan Cranston. Carey Mulligan seguía progresando como actriz, dándole una vuelta contemporánea al mito de la princesa en apuros que necesita ser salvada de su entorno como esa mujer acosada que es mezcla de dulzura, miedo y deseo latente y a la que el héroe pretende rescatar.

El tímido romance que se vive en la película pretende hacer escapar de una vida salvaje, vacía y sórdida dulcificando la violencia interior del personaje que es capaz de hacer cualquier cosa para proteger y evitar que aquellas personas a las que empieza a querer caigan en los sumideros de la espiral que le rodea.

Toda esa epopeya contaba con música predominantemente electrónica con reminiscencias retro de los 80. Refn escogió a Cliff Martínez por su trabajo en “Sexo, mentiras y cintas de vídeo” (1989) volviéndole a poner en boga después de que la carrera del música estuviera centrada sobre todo en sus trabajos para Steven Soderbergh.

El editor Matt Newman sugirió la utilización de la canción de los créditos iniciales Nightcall, del músico electrónico Kavinsky, una de las canciones más representativas de la película que ayudan a crear ese ambiente místico y onírico, casi como una burbuja inmersiva que nos lleva a lo que están viviendo unos personajes que huyen hacia adelante a pesar de lo desorientados que están y que encuentran en el amor, la compañía y la complicidad el combustible que les permite seguir en la carretera hacia su futuro.

Uno de los aciertos de la propuesta de Nicolas Winding Refn es que la violencia se percibe y se siente más que se ve reflejada en pantalla. Sus encuadres, los planos aéreos de esa ciudad que resplandece en la penumbra de la noche, los arrebatos de violencia bañada de sensibilidad e incluso de lirismo, el cuidado artesanal de la puesta en escena, así como sus referencias, convirtieron a esta cinta en cine de culto instantáneo que noquea y que llega al público creando toda una experiencia sugerente, hipnótica y fascinante que una década después sigue vigente en el tiempo como una de esas películas destinadas a perdurar de las estrenadas en lo que llevamos de siglo.

A pesar de ser una de las favoritas de la crítica durante toda la temporada de premios “Drive” sólo obtuvo una nominación al Oscar al mejor montaje de sonido sumándose 4 nominaciones al Bafta (película, dirección, actriz de reparto y montaje), una al Globo de Oro para Albert Brooks como mejor actor de reparto y 8 candidaturas en los Critics’Choice Awards (BFCA). Las críticas que llevaron al olimpo a Nicolas Winding Refn provocaron que muchos tuvieran ganas al director y no dudaran en tirarle del pedestal en los siguientes trabajos; "Sólo Dios perdona" (2013), "The neon demon" (2016) y la serie “Demasiado viejo para morir joven” (2019) en los que, si bien, subrayó su estilo característico no merecieron semejante quema.

“Drive” quizá fue demasiado moderna y revolucionaria para su momento al bañar de esperanza su tono circunspecto y meditabundo, un "noir" existencial y estilizado entre las sombras del protagonista y el círculo de dudosa moralidad que se encuentra a su alrededor. Algunos quisieron más carne en el asador, como esa espectadora de Michigan, Sarah Deming, que demandó a la productora por publicidad engañosa ya que ella pensaba encontrar a una nueva “Fast & furious” denunciando también a la cinta de promover la violencia criminal contra los judíos. Lo que finalmente tuvimos fue una de esas películas cuyas imágenes forman parte ya del imaginario del cine más reciente algo que, con toda la oferta que llega de manera abundante, cada vez es más difícil encontrar siendo el tiempo el único que determina esa condición. En el caso de “Drive” su estatus de clásico moderno que se le acuñó en su momento sigue intacto.

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Nacho Gonzalo

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