Conexión Oscar 2020: Festival de Toronto (III): "Un amigo extraordinario", "Cuestión de justicia", "Yo soy Dolemite", "¡Que suene la música!" y "Cunningham"
Querido Teo:
Jornada sabatina que ha sido la tercera del Festival de Toronto que ha visto como “Joker” (que todavía no ha tenido aquí el pase de largo) ha conseguido su primera muesca en este recorrido de festivales y premios con el León de Oro del Festival de Venecia. Todavía queda una semana larga para alumbrar el Premio del Público de Toronto y entre todo ello hemos tenido cinco títulos entre los que destacan la historia e influencia del presentador televisivo usamericano Fred Rogers en “Un amigo extraordinario” y el emotivo y sólido drama judicial y racial “Cuestión de justicia”.
En la temporada pasada se pudo ver el documental “Won´t you be my neighbor?” que arrasó en todos los premios de la crítica pero que, ante cosas inexplicables de lo que es la carrera de premios, se quedó fuera de las nominaciones al Oscar. En cierta manera es como si esa omisión quisiera abrir un camino virgen para el nuevo trabajo de Marielle Heller que sí que alcanzó 3 candidaturas con su anterior trabajo, “¿Podrás perdonarme algún día?”. Fred Rogers fue un educador, ministro presbiteriano, compositor, autor y presentador de televisión estadounidense, conocido por ser el creador y presentador del programa de televisión “Mister Rogers’ neighborhood” (1968-2001). Un icono de la televisión infantil y de la sociedad USA difundiendo buenos valores y un mensaje de aceptación a través de su programa y que en la cinta entrará en contacto con el periodista Lloyd Vogel (en la realidad con el nombre de Tom Junod), que aborda con escepticismo para un artículo para la revista Esquire todo lo que rodea a su figura pero que acaba fascinado por su carácter, buen hacer y personalidad.
"Un amigo extraordinario" es toda una delicia invadida por el espíritu de Capra y la bonhomía, nobleza y pasión de la figura del icónico presentador infantil Fred Rogers. Un viaje por la infancia, la imaginación y los lazos familiares en una propuesta entrañable en la que Hanks se permea en el papel de Rogers. Matthew Rhys y Tom Hanks no pueden estar mejor, uno por una mezcla de desesperanza, cinismo y vulnerabilidad llena de encanto y el segundo por el trabajo gestual y vocal creando un personaje mágico e inspirador. Marielle Heller sigue cuidando el guión y los actores de una película vintage en estética y tono naif (introduciéndose en el universo de Rogers) pero universal para todos aquellos que, de mejor o peor manera, han dejado atrás su infancia y necesitan recuperar la capacidad de imaginar y, sobre todo, ser feliz. No se entiende el trabajo de Hanks si no se hace en versión original, con un alarde vocal exquisito para captar el tono tranquilo, suave, persuasivo y consolador de Rogers, transmitiendo su carisma, nobleza y casi siendo como el ángel que en “Qué bello es vivir” devolvía a la fe en su mismo al bueno de George Bailey, ese hombre que tanto había hecho por los demás en vez de preocuparse por sí mismo. Es lo mismo que le pasaba a un Rogers sobre el que se rodeaba una aureola de magia, cariño y respeto que se traduce en una estupenda escena en la que los dos personajes viajan en metro y poco a poco se contagia entre los pasajeros el tema de cabecera de su espacio. Con voz dulce, movimientos rítmicos y mirada pura el personaje que aborda Hanks, y sus conversaciones reparadoras con ese confuso periodista, le hacen también no sólo ganar a éste esa seguridad en sí mismo sino en no tener miedo a decir te quiero y descubrir cómo llegar a ser mejor padre, mejor hijo y mejor persona sin estar movido ni por el miedo ni por el rencor. Y es que, como esa niñera que bajó de los cielos no para cuidar a los niños de los Banks sino para salvar a su padre, eso es lo que ocurre con un personaje que de tan inspirador casi se eleva sobre el suelo.
La directora aborda un proyecto más clasicista, y para algunos naif, pero no hay duda que es un homenaje impecable a la figura de un icono al que deben tanto varias generaciones de espectadores en Estados Unidos. Y es que el entretenimiento y la capacidad de enseñar a la infancia, construyendo lo que serán las personas del mañana, es una de esas cosas poco valoradas que se ha ido perdiendo con el tiempo como se ve en unas parrillas televisivas que no dedican espacios a los pequeños de la casa y que ya parecen tener su principal anhelo educativo en ver cuándo están preparados para jugar con la pantalla o tener el primer móvil. En lo referente a las opciones de Oscar de la película desde luego que Matthew Rhys (que se confirma como el protagonista al ser el que tiene el viaje y recorrido emocional durante la película) y Tom Hanks (clama al cielo que su última nominación date de 2001 asumiendo aquí un rol de reparto pero cuya sombra es alargada) merecen estar presentes.
"Cuestión de justicia" de Destin Daniel Cretton es un drama judicial y racial que se adentra también en una historia real, la de dos hombres que, en cierta manera, se salvaron el uno al otro. La cinta cuenta la historia real de uno de los primeros casos del abogado Bryan Stevenson que prefirió trasladarse a Alabama para especializarse en defender los derechos de los más desfavorecidos, los de su raza, la negra, marcada por el drama no sólo del racismo sino por unos errores judiciales a lo largo de la historia que, en caso de la duda, ha desequilibrado siempre la balanza en su contra. En este caso Michael B. Jordan interpreta a un abogado que todavía hoy sigue siendo un nombre clave en esta lucha y una de las voces más críticas contra la pena de muerte instaurada en el sistema judicial estadounidense.
"Cuestión de justicia" es un drama judicial y racial muy por encima de la media. Rotundo, ameno y emotivo en una cinta que busca a un público amplio siendo una apuesta de Warner Bros. para la cartelera de otoño. Su mérito es que abordando un tono clasicista en un género manido (y recordando a otras cintas que generan debate y conciencia como “Ejecución inminente” y con el matiz racial como el matrimonio que peleaba contra viento y marea en "Loving"), "Cuestión de justicia" tiene alma en la construcción de personajes y destaca en aspectos como el reflejar el compañerismo en el corredor de la muerte o el empeño de abogados y familiares por buscar la justicia lo que emociona y asegura lágrimas en su recta final que permite hacer explotar todo lo que se ha ido cultivando durante la historia, incidiendo en el drama humano y alejándose de todo morbo ya que lo que realmente interesa al director es poner el foco en esas vidas rotas que sufren en sus carnes y en las de los suyos los errores de una justicia que incluso cuando se equivoca no pide perdón. Cretton logra abordar el drama con intimismo poniéndonos a través de la mirada de indignación y lucha continua del abogado que interpreta Michael B. Jordan sobre el que pivotan otros personajes como un Jamie Foxx en una de sus mejores interpretaciones (su personaje está el corredor de la muerte durante siete años por un delito que no cometió) o un Rob Morgan acusado de homicidio involuntario. Una cinta muy por encima de la media de su género y que sigue incrementando el prestigio de un director que con su ópera prima demostró que ha llegado para quedarse.
"Yo soy Dolemite" es el regreso por todo lo alto de Eddie Murphy que ha salido del retiro como actor tras una serie de tropiezos con una cinta que con la mala leche de “Tropic Thunder”, y el gamberrismo y empeño fruto de la locura a la hora de cumplir un sueño como el de un rodaje que se presume imposible de “The disaster artist”, denota a una cinta que supone un ejercicio desmadrado e irreverente que homenajea al padrino del rap, cómico y cantante real Rudy Ray Moore que tras darse a conocer en la stand-up popularizó el nombre del proxeneta Dolemite al que interpretó en películas y monólogos como en “Dolemite” (1975) y “The human tornado” (1976). La cinta está dirigida por Craig Brewer que rodea al actor de un gran número de cómicos del cine afroamericano entre los que destaca otro recuperado como es Wesley Snipes con un personaje pasado de rosca en el que puede dar rienda suelta a su lado más excéntrico. La cinta supone otro de los títulos de este potente otoño que presenta Netflix y sobre todo destaca por su frescura y por ese humor, por un lado tan afroamericano, que sirve para conocer a un personaje, una época y toda una cultura popular llena de pobres diablos que saben que, en realidad, para conseguir lo que quieren lo único que pueden hacer es saltar al abismo pero, al menos, asegurándose de que tienen la red del apoyo de los suyos que les acompañarán hasta el final en ello. Vertiginosa en sus diálogos y sumamente entretenida gracias no sólo a Murphy sino del séquito que se rodea en este homenaje al blaxpoitation, su artífice y sus influencias.
“¡Que suene la música!” es el nuevo trabajo de Peter Cattaneo, un director que por mucho que haya hecho siempre será el de “The Full Monty”. Sin haber vuelto a lograr el éxito al menos en su nueva película intenta acercarse a ello aunque ya se sabe que los fenómenos son imprevisibles y no entienden de fórmulas matemáticas. Es lo que ocurre con una cinta que termina siendo igual que "Las chicas del calendario" pero ahora con las esposas de militares que formaron el primer coro luego convertido en institución del Reino Unido. Kristin Scott Thomas llevando la voz cantante en esas películas british vistas tantas veces en las que hay humor, choque de caracteres, flema, clase, ingenio y una banda sonora de éxitos tarareables (aquí garantizada por el componente musical de la cinta) que lleva a que los espectadores empaticen con el recorrido de estas mujeres que demostraron que unidas a través del arte podían vivir al margen del amor y devoción a sus maridos que, por su profesión, tantas temporadas están fuera de casa y siempre con el riesgo de que por un acto fortuito nunca vuelvan. Una cinta agradable, entretenida, divertida y efectiva pero que por efecto repetición con otros títulos queda debilitada en el futuro recuerdo.
También hemos visto el documental “Cunningham” centrado en la figura del coreógrafo americano que fue uno de los grandes artistas del arte de la danza fusionándolo con los compositores más vanguardistas, especialmente John Cage, y con la tecnología más puntera a la hora de perfeccionar el estudio de los movimientos y de la plasmación de ello como arte y vía de expresión, pasando del clásico a lo contemporáneo a través de su compañía y su fundación. Considerado al nivel de otros grandes como Isadora Duncan, Martha Graham o Sergei Diaghile, fue visionario y se mantuvo en activo hasta los 80 años (murió diez años después en Nueva York). En una cinta de hora y media con un poderoso 3D se rinde pleitesía a una figura imprescindible para el arte a través de sus declaraciones, entrevistas, grabaciones, recreaciones y legado. Es precisamente ese componente visual lo que hace que este trabajo sea todo un disfrute para ver en pantalla grande y como enseñanza tanto para estudiosos como profanos de la danza.
Nacho Gonzalo