Conexión Oscar 2018: Festival de Toronto (VI): “Yo, Tonya”
Querido Teo:
La última película que vemos presencialmente en Toronto este año es el salto sin red de Margot Robbie en “Yo, Tonya", cinta que ha dirigido Craig Gillespie (“Lars y una chica de verdad”) y que ella misma produce con el fin de tomar el rumbo de su carrera antes de que, tras ser la revelación de “El lobo de Wall Street” o “Escuadrón Suicida”, Hollywood la convirtiera en su nueva “it girl” o una simple actriz florero. Robbie demuestra su inteligencia y riesgo con una película nada fácil que, a pesar de tener complicada su distribución, consigue una rareza de esas que se convierten de culto y dan estatus como actriz.
Estamos ante el biopic de la patinadora Tonya Harding que ganó el campeonato usamericano de patinaje artístico en 1991 pero que fue desposeída del título cuando el entonces marido de ésta, Jeff Gillooly, fue incriminado (con ella como mente instigadora) por atacar a Nancy Kerrigan, la mayor rival de la deportista. Kerrigan fue atacada y golpeada en la pierna por una porra lo que le provocó una contusión. En 1994 se enfrentarían en los Juegos Olímpicos de Invierno envueltas en una gran tensión, quedando Kerrigan segunda y Harding iniciando un rápido declive que le hizo tocar fondo pasando de la cárcel, al boxeo, al porno y a la locución de programas de bajo consumo.
La cinta se presenta como un vibrante falso documental con estética choni y de VHS en el que los personajes hablan a cámara para comentar todo lo relacionado con Tonya, sus primeros pasos en el mundo del patinaje, su ambición y carácter, la relación con su marido, su madre y su entrenadora, o el incidente que terminó acelerando su rápido ocaso. La cinta recuerda mucho a “Foxcatcher”, tanto por su puesta en escena como por añadir fealdad y miseria a la motivación de unos personajes en su desesperado intento por cumplir su sueño americano, y al cine de David O. Russell por la excentricidad y caracterización de sus personajes, pero también es un “Corazones solitarios”, por la relación entre ambos protagonistas marcada tanto por el deseo como por el alto voltaje de una relación volcánica y condenada a la destrucción, así como “Cisne negro” por reflejar el lado oscuro de la miseria moral en un mundo que busca la continua aprobación, o “Bonnie y Clyde” por el viaje sin regreso de dos inadaptados en la sociedad que les ha tocado vivir y que les ha convertido en víctimas sin ninguna esperanza. La cinta se ve elevada por ese tono afeado underground, una playlist perfecta a la hora de reflejar la época, y el desarrollo psicológico de sus personajes, y una violencia tan explícita y grotesca pero debidamente justificada teniendo en cuenta la relación que cuenta pero que, no obstante, levantará ampolla para los guardianes de la moral más escrupulosa ya que no es nada habitual dentro de las concesiones del cine USA verlo reflejado de manera tan descarnada en pantalla.
Precisamente todo ello la convierte más en una posible película de culto que en una contendiente a nivel de premios. La encargada de distribuirla en USA va a ser la modesta Neon que, hasta ahora, tiene en “Colossal” la película que mejor le ha funcionado en el mercado. En su escaso año de existencia no había tenido un proyecto con tanto potencial como éste y que haría las delicias de directores torturados que indagan habitualmente en la podredumbre de sus personajes como es el caso de Paul Schrader, por sólo decir uno. Margot Robbie, Sebastian Stan, Allison Janney y el descubrimiento de Paul Walter Huaser llenan de verdad a unos personajes desquiciadamente al límite pero que serían merecedores de todos los premios, especialmente una Janney que (tras reinar en el medio televisivo) encuentra por primera vez un papel que le hace verdadera justicia en cine y en el que puede lucirse como actriz como una madre posesiva, áspera y adicta al alcohol y tabaco, que golpea a la cámara en cada réplica y gesto de desaprobación como ella misma lo hace minando el ánimo de su hija. Si la cinta tuviera recorrido en la carrera de premios, Janney sería la mejor opción para poder ganar el Oscar a la mejor actriz de reparto entrando en ese perfil de actriz respetado que sólo está a las puertas de un gran papel para ser tenida en cuenta.
“Yo, Tonya” sale de Toronto como una película no apta para todos los estómagos pero destacando un gran valor hipnótico que remueve todos los cánones cinematográficos posibles, jugando con el espectador en una historia que atrapa al espectador tanto por su crueldad y rebeldía, la planificación de su puesta en escena con ese aire choni y suburbano, el estado de gracia de un reparto que se ha volcado en este reto que supone la autoreivindicación de Margot Robbie y que, además, de dar un vuelco a la imagen que se tiene de ella como actriz ha ayudado a levantar una de las películas de culto más definitorias y vibrantes de los últimos años, así como más fangosas y rabiosas que hace de su espíritu de resentimiento y fealdad definitoria su mayor virtud. Una joya a la que Toronto ha dado su bautismo y una lanzadera que, aunque tendrá difícil encontrar su hueco, no dejará indiferente a quien la vea justamente en una época en la que estamos más que nunca necesitados de ejercicios como estos, tan impertinentes como llenos de coraje.
Nacho Gonzalo