Conexión Oscar 2018: Daniel Day-Lewis, el "José Tomás" de la interpretación
Querido primo Teo:
15 de Septiembre de 1989. El National Theatre de Londres acogía una representación más de “Hamlet” con Daniel Day-Lewis interpretando al atormentado príncipe danés, al actor tan solo le quedaban nueve funciones para finalizar su contrato y no estaba obteniendo las mejores críticas por su trabajo. Nadie se podía imaginar lo que iba a suceder durante esa noche en la escena en la que el protagonista se encuentra al fantasma de su padre, Day-Lewis se quedó bloqueado y abandonó el escenario siendo sustituido por Jeremy Northam. Al día siguiente se anunció que se retiraba de la obra por estrés y, al igual que Concha Piquer que tras una actuación cogió un pintalabios y escribió en el espejo de su camerino “¡Ya no canto más!”, Daniel Day-Lewis no ha vuelto a subirse a un escenario. Más tarde el propio actor comentó que había visto al fantasma de su padre, el poeta y novelista Cecil Day-Lewis que falleció cuando el oscarizado intérprete era un adolescente de 15 años, aunque con el tiempo se ha encargado de explicar que la historia no fue del todo cierta. Así es Daniel Day-Lewis, un ser único en su especie.
Obsesivamente metódico, con aversión a la exposición mediática y capaz de generar leyendas de cualquier tipo que harían palidecer al mismísimo Kirk Lazarus de “Tropic Thunder”. Probablemente no haya existido un actor que desprenda tanto misticismo y es el equivalente en el mundo de la interpretación del torero José Tomás. Daniel Day-Lewis no actúa sino que se aparece.
Es el mejor intérprete masculino de todos los tiempos para la Academia ya que es el único que se ha llevado tres estatuillas en la categoría de actor protagonista. Le sigue ganando una mujer, Katharine Hepburn con cuatro eunucos dorados en la rama femenina. Y de no ser por la actuación habría acabado siendo un delincuente. Procedente de una familia bien y vinculada al mundo de las artes, el joven Daniel decidió rebelarse y con 12 años fue enviado a un reformatorio por ser demasiado conflictivo y amigo de lo ajeno. Su carácter no cambió pero descubrió que podía focalizar toda esa energía en otras actividades como la carpintería, la pesca y finalmente la interpretación. Dos años después hizo su primera aparición en la gran pantalla haciendo de extra en “Domingo, maldito domingo”, su papel consistía en destrozar algunos vehículos y le pagaron 2 libras por ello.
Aunque esa experiencia cinematográfica fue para él como estar en el paraíso (aunque básicamente por su conexión con su pasado vandálico), y que en el teatro ya demostraba sus aptitudes interpretativas, él no estaba por la labor de convertirse en un actor profesional sino que soñaba con ser ebanista pero al ser rechazado en un taller terminó decantándose por la actuación. La cosa era estar entre tablas.
Tras pasar por el teatro, la televisión y hacer pequeños papeles en el cine en el año 1985 comenzó a llamar la atención de los críticos con las películas “Mi hermosa lavandería” de Stephen Frears y “Una habitación con vistas” de James Ivory, especialmente con la primera en donde interpretaba a un homosexual que mantiene una relación con un pakistaní. Durante el rodaje de “La insoportable levedad del ser” de Philip Kaufman ya dio muestras de su Método, puesto que se negaba a desprenderse del personaje, pero fue con su inmersión en la piel de Christy Brown, el protagonista de “Mi pie izquierdo”, cuando comenzó a ser carne de leyenda debido a su obsesiva metodología, hasta el punto de que algunos miembros del equipo tenían que alimentarle con cuchara cuando no se estaba rodando.
“Mi pie izquierdo” de Jim Sheridan supuso la primera gran exhibición de las malas artes de Harvey Weinstein para estar presente en los Oscar. El ahora caído magnate hizo que Daniel Day-Lewis, que desde luego que está en las antípodas de alguien que quiere ser famoso, acudiese al Senado para hablar de la parálisis cerebral. Durante la promoción el actor iba con el look de portada de novela rosa que llevaba en “El último mohicano” de Michael Mann y el personal se licuó con él. Tom Cruise con “Nacido el cuatro de Julio” no pudo hacer nada ante ese empotrador con fama de intensito.
En el año 1990 Daniel Day-Lewis lo tenía todo para ser una gran estrella ya que era la conjunción perfecta de atractivo y talento. Era al mismo tiempo un caballero inglés, tan elegante como educado, y un tipo excéntrico. Pero la fama y el dinero nunca han ido con él. Si nos fijamos en la evolución de su carrera sus intereses han sido puramente artísticos o personales como cuando se puso a las órdenes de su mujer (la actriz, escritora y directora Rebecca Miller) y por eso no deja de ser sorprendente que protagonizase la adaptación cinematográfica del musical “Nine”, notándosele desubicado en aquel berenjenal.
En 1993 volvió a deslumbrar a la crítica con dos trabajos, “En el nombre del padre” de Jim Sheridan y “La edad de la inocencia” de Martin Scorsese. Probablemente las dos sean las mejores interpretaciones de su carrera. En la piel de Newland Archer, un hombre de la alta sociedad neoyorquina del siglo XIX, que se enamora perdidamente de una mujer marcada por el puritanismo de la época, sorprende por su sutileza, una cualidad que no ha desarrollado especialmente a lo largo de su carrera. Y dando vida Gerry Conlon, que permaneció 15 años en prisión acusado de estar vinculado al IRA, a pesar de que es un personaje que de nuevo le lleva al extremo, jamás tenemos la sensación de que está realizando una exhibición para demostrarnos lo grandísimo actor que es. La película se llevó el Oso de Oro y el actor lograría una nueva candidatura al Oscar en un año en el que Tom Hanks se llevó su primera estatuilla por “Philadelphia”.
Cuatro años después el actor dejó atónito al personal al anunciar que dejaba la interpretación tras “The Boxer” de Jim Sheridan para dedicarse a otras actividades artísticas que le llenaban más, como la carpintería o la zapatería, de hecho se fue a vivir a Florencia para ingresar en el taller del zapatero Stefano Bermer que le hace el calzado a Julio Iglesias.
Durante un lustro el paradero de Daniel Day-Lewis fue un verdadero misterio. Pero Martin Scorsese fue de búnker en búnker hasta que le localizó y logró convencerle para que interpretase a Bill el carnicero en “Gangs of New York”. Harvey Weinstein (productor ejecutivo de la película) se dedicó a fanfarronear con la proeza de que había conseguido lo imposible que era sacar al Salinger de la actuación de la fortaleza en la que se había metido, nadie se atrevió a decirle que el actor regresaba a pesar de lo muchísimo que le despreciaba.
El regreso de Daniel Day-Lewis fue un auténtico acontecimiento para los medios de comunicación y es que su aparición en el film de Scorsese era el equivalente a meterse un chute de alguna droga adulterada, una auténtica convulsión. Se daba por hecho que el actor iba a llevarse el Oscar por dicha interpretación pero no fue así ya que fue para Adrien Brody por “El pianista”.
Sí que fue premiado por la Academia por encarnar al magnate Daniel Plainview en la que supuso su primera colaboración con el cineasta Paul Thomas Anderson, "Pozos de ambición". De nuevo la sutileza brilló por su ausencia pero su interpretación causó tal impacto, y nos regaló momentos tan icónicos e incluso parodiables, que supo ganarse todos los premios de la carrera de 2008.
Daniel Day-Lewis hizo Historia en los Oscars en el año 2013 al convertirse en el primer actor en hacerse con el triplete en la categoría principal masculina. Lo consiguió por meterse en la piel de Abraham Lincoln en el biopic dirigido por Steven Spielberg, un papel que iba destinado a Liam Neeson pero el actor norirlandés se cansó de esperar a que el proyecto saliese adelante. Day-Lewis sorprendió por su mutismo y daba la sensación de estar contemplando al auténtico décimosexto presidente de los Estados Unidos a pesar de no guardar un gran parecido. Al margen de Joaquin Phoenix por “The master” no tuvo rivales para alzarse con la preciada estatuilla.
Es sorprendente encontrarse con una filmografía de tan solo 21 películas rodadas en casi cuatro décadas de actividad. Durante la preparación de “El hilo invisible” de Paul Thomas Anderson su representante anunció que sería su última interpretación.
Independientemente de que sea realmente su despedida o no, y de que conectemos o no con su intensidad y su obsesiva metodología, no hay que negar que hemos estado ante alguien que más que dignificar el oficio, porque eso solamente se puede aplicar a aquellos que son capaces de ejercerlo más allá de divismos en un proyecto que bien puede ser de serie A o de serie Z, se ha caracterizado por su honestidad y su coherencia que son cualidades que no abundan ni en el mundo de la interpretación ni fuera de él. Y eso hay que aplaudirlo.
Mary Carmen Rodríguez
Pero que bien escribes leñe !!
Enhorabuena!