Conexión Oscar 2017: Los guiones

Querido Teo:

Este año las categorías de mejor guión (como suele ser habitual) se erigen como apartados de consolación para las cintas que, en teoría, no podrán hacer nada frente a “La la land” en película y director a pesar de que cualquier otro año habrían corrido mucha mejor suerte. Será la primera vez desde 2012 (cuando ganaron “Midnight in Paris” y “Los descendientes”) que, en el caso de que el Oscar a mejor película sea para “La la land”, la mejor cinta del año no se lleva el premio al mejor guión; galardón que sólo se ha llevado tres de los 10 musicales que han ganado el Oscar; concretamente “Siguiendo mi camino” en 1945, “Un americano en París” en 1952 y “Gigi” en 1959.

Guión original

Los candidatos

Taylor Sheridan (Comanchería)

El ocasional actor Taylor Sheridan consigue su primera candidatura al Oscar como guionista en la que es su segunda incursión en este campo tras “Sicario”. “Comanchería” es un western que reformula el género y que también se permite ofrecer el mensaje en contra de las prácticas banqueras en referencia a los desahucios, lo que lleva a que dos hermanos se tomen la justicia por su mano en contra del sistema financiero que amenaza la granja familiar. Una cinta atemporal que se adentra en la América más profunda y característica, la Texas pro Trump, en el que se refleja la personalidad de dos tipos que tienen que construir su propio código moral debido a los acontecimientos y la miseria a la que parecen abocados. Una cinta potente, crepuscular y sólida que confirma que el western no es algo del pasado y que termina siendo una frenética cinta de robos rodeada de una atmósfera muy parecida a la que los Coen construyeron en “No es país para viejos”; con sabor a petróleo, fango y tierra quemada. Una cinta metafórica que sirve para hacer analogía de un tiempo que nos ha tocado vivir en el que los valores son lo de menos y en el que se nos obliga a sobrevivir y sacar la cabeza para no morir ahogados.

Damien Chazelle (La la land)

Es la segunda nominación como guionista de Damien Chazelle tras la conseguida por “Whiplash” en 2015 y lo que ha logrado ahora estaba al alcance de muy pocos. Homenajear al musical del Hollywood clásico pero logrando introducir una pátina de reflexión social en esta época de fracasos, juventudes perdidas, crueldad y mercantilismo de las respectivas industrias, los estragos de la fama y, en definitiva, el sacrificio que el éxito profesional implica en una sociedad cada vez más orientada a ello y que no entiende de conciliación en ambas facetas. Eso implica que, a pesar de la fascinación que provoca, el carácter tarareable de sus envolventes temas musicales, y ese final que es toda una oda a la fantasía, la cinta también inhale una profunda tristeza ante la aparente imposibilidad de alcanzar la felicidad plena tanto en el aspecto personal como en el profesional quedándonos siempre, aunque sea en forma de una vibrante ensoñación mitificada, una sensación de oportunidad que se dejó escapar y con la que fabulamos sobre cómo nos hubiera tratado la vida siguiendo el otro de los caminos que se nos presentaban; no necesariamente uno más feliz que el otro pero sí siendo claramente distintos. Además de que una película como ésta, tan viva, fresca y referencial sólo puede ser concebida por un genio como Chazelle, que sigue sabiendo como nadie atrapar al espectador de principio a fin a través de un sinfín de emociones con siempre la música como pretexto. Además, se permite el lujo y la valentía de que el texto funcione como historia romántica entrañable y auténtica y también como retrato de los vertiginosos y deshumanizados tiempos para una generación perdida a nivel emocional o laboral y que se agarra a cualquier esperanza, con atisbo de realidad o fruto de la ensoñación, para navegar entre el oleaje de los inciertos momentos que nos han tocado vivir.

Yorgos Lanthimos y Efthimis Filippou (Langosta)

“Langosta” es una subyugante historia de gran atmósfera y que presenta un mundo distópico, hedonista y estigmático en el que ser soltero merece ser erradicado sufriendo en un bosque la peor de las condenas teniendo que quedar transformado en un animal (a elección, eso sí), lo que provoca que el que protagonista elija una langosta sea bien visto ante el gran número de perros ya existentes. Y es que ya es una propuesta que sorprende desde el primer momento en el que un barrigón y bigotudo Colin Farrell, con pinta de oficinista gris, contesta un cuestionario sobre su vida amorosa, lo que provoca que ante su reciente ruptura sea internado en un hotel de solteros con el marcador cuenta atrás para terminar encontrando pareja mientras se producen descolocantes incursiones en el temido bosque así como actos violentos y restriegos en partes nobles. “Langosta” tiene toda la personalidad del griego Lanthimos que salta a ligas mayores extrayendo lo de mejor de su reparto y contribuyendo a que entre ese hotel y ese bosque hayamos vivido una de las sensaciones más estimulantes de este año de cine creando un interesante debate sobre la concepción social del concepto de soltería, para unos un remanso de libertad y de autonomía y para otros una condena de la que hay que escapar aunque sea juntándose con la primera persona que pase aunque sea ofreciendo una imagen desvirtuada de uno mismo para favorecer el enganche de la complicidad. Una gran noticia que la Academia la haya tenido en cuenta como muestra de ese otro cine, fresco, genuino, original y alejado de los títulos mediáticos del año.

Kenneth Lonergan (Manchester frente al mar)

Es la tercera nominación como guionista de Kenneth Lonergan tras “Puedes contar conmigo” en 2001 y “Gangs of New York” en 2003 y la logra a través de un drama seco e intenso sobre la pérdida y la fase del duelo, así como los traumas con los que nos golpea la vida y a los que tenemos que combatir para salir adelante y encontrar algo de paz. Una película tan honesta como intensa, a pesar de su ritmo pausado y apoyado en el dolor introspectivo y en unos diálogos sólidos y que salen desde la propia alma. Kenneth Lonergan logra emocionar sin aspavientos, convirtiendo lo cotidiano en arte y demostrando que los hombres también sienten y hasta lloran desmontando todo mito arcaico sobre ello y, además, introduciendo necesarios y agradecidos golpes de humor en esta cinta ambientada en un pueblo frío y pesquero en el que el sentimiento de desarraigo y desconcierto invade a sus personajes. Minimalismo y austeridad gracias a una fina contención que explota de una manera arrebatadoramente conmovedora en una cinta madura sobre la culpa y las amarras de nuestro dolor, evocado en flashbacks y en hechos que se deducen, pero que no se muestran, y que confirma lo buen director de actores que es un Lonergan que hace de la rutina de la vida la más intensa de las emociones.

Mike Mills (20th century women)

Mike Mills consigue su primera nominación al Oscar, merecida a pesar de que suena a relleno en una categoría en la que los otros candidatos eran fijos desde hace meses. Tras “Thumbsucker” y “Beginners (Principiantes)” ahora explora el mundo femenino en “20th century women” a través de unas mujeres que viven el amor y la libertad en la Carolina del Sur de finales de la década de los 70 durante el comienzo de la presidencia de Jimmy Carter representando nuevos aires para USA. Un trabajo muy sutil que destaca por los diálogos entre los personajes y por unas emociones a flor de piel que nunca terminan de salir a la luz. La cotidianidad de unos personajes que son claro exponentes, fruto y víctimas de su tiempo; ese que se mueve entre el continuismo y la necesidad de ruptura para abrazar los nuevos aires generacionales en un drama femenino que no feminista; singular pero no simple.

El dictamen

La apuesta: Kenneth Lonergan (Manchester frente al mar)
La alternativa: Damien Chazelle (La la land)
Quiero que gane: Kenneth Lonergan (Manchester frente al mar)
Echo de menos: Matt Ross (Captain Fantastic)

Guión adaptado

Los candidatos

Eric Heisserer (La llegada)

“La llegada” es un puñetazo en la mesa de Villeneuve a películas como “Interstellar” que han intentado contar algo parecido con cánones más obvios y rutinarios. Una combinación perfecta de lo que puede ser el cine espectacular de Hollywood pasado por el tamiz de un maestro en lo suyo, con la personalidad requerida para que siempre prevalezca su sello de autor a las concesiones palomiteras tan deseosos como están los Estudios, además de sacar dinero, de que les saquen directores así de cierto aborregamiento. En “La llegada” se adapta el relato corto de Ted Chaung pretendiendo ser un thriller íntimo sobre una amenaza alienígena que puede destruir a la raza humana cuando unas enigmáticas vainas se quedan a pocos metros del suelo suspendidas en el aire. Eso sí, Villeneuve (con la ayuda de un Heisserer que quita complejos al género de ciencia ficción tras venir de producciones de terror juvenil) apuesta más por un estilo tipo Kubrick, Malick o Spielberg como se presuponía en el avance, aunque eso no sería justo si no mencionáramos la complejidad de un proyecto muy arriesgado, no sólo por su honda sensibilidad y sentido críptico sobre nuestro tiempo, sino también por manejar bien, sin que quede forzado ni gratuito, diversas líneas temporales que ayudan a comprender la personalidad y vivencias de la protagonista, una descifradora del lenguaje de signos que establecen estos invasores gigantes y con tentáculos. “La llegada” deja noqueado y fascinado por su gran carga sensorial respetando la sci-fi más atemporal en una película sobre los nexos de comunicación y emocionales así como la aleatoriedad del tiempo y nuestra incapacidad humana de no verlo más como una sucesión lineal de acontecimientos.

August Wilson (Fences)

11 años después de su muerte August Wilson, prematuramente debido a un cáncer de higado, consigue una nominación al Oscar. El paso atrás del guionista de la película, Tony Kushner, respetando fielmente a la pieza teatral, ha provocado que todos los focos se pusieran en este dramaturgo cuya otra obra llevada a la pantalla fue “La lección de piano” (1995), valiéndole una nominación al Emmy, siendo ambas obras por las que ganó el Pulitzer en 1987 y 1990, respectivamente. La obra de este Tennessee Williams de la dramaturgia afroamericana trata sobre un cincuentón ex jugador de béisbol en la década de los 50 que sufre en sus propias carnes el prejuicio racial que perjudicó la posibilidad de tener una fulgurante carrera terminando como basurero en Pittsburgh y con una complicada relación con su familia. Es la historia de este matrimonio la que sirve de exponente a la realidad de una raza tan acomplejada como oprimida a lo largo de un siglo XX importante pero no definitivo a la hora de cortar por siempre todo atisbo de racismo. El seguir tan fielmente la obra de teatro, aportando muy poco en su traslación al cine, es su principal inconveniente para llevarse esta estatuilla aunque sirviera como premio por tantos años intentando convertir la obra en película.

Allison Schroeder y Theodore Melfi (Figuras ocultas)

“Figuras ocultas” es un drama bienintencionado y reivindicativo que entronca con el espíritu que tenía “Criadas y señoras”, no sólo por compartir a Octavia Spencer, sino que al igual que aquella ofrece una cinta amable y digerible que a pesar de su convencionalismo, y sin avergonzarse de ello, sabe tocar la fibra sensible haciendo una película muy disfrutable para el público amplio por la épica lucha de estas mujeres en un mundo de hombres sufriendo, además del machismo, el racismo que les lleva a tener los servicios públicos a varios kilómetros de distancia respecto los de la gente blanca. Un texto poco arriesgado y descaradamente épico y emocional pero que ha logrado la nominación por lo resultona que resulta la adaptación del libro de Margot Lee Shetterly.

Luke Davies (Lion)

“Lion” es una película que tiene todos los resortes de un film de sobremesa pero que bien llevados, como así ocurre, termina encogiendo el alma al espectador de una manera pura y honesta. Y es que la fuerza de esta historia de desarraigo, amor y búsqueda de las raíces sólo dejara fríos a los de corazón frío como un témpano. Es una cinta que golpea el alma con verdad y que se hace importantes preguntas sobre la identidad, el sentimiento del adoptado y la familia que adopta y el peso del destino y la necesidad de búsqueda de los orígenes que confirma eso que dice el refrán de que la sangre siempre tira. Aunque haya algunos aspectos que podrían parecer inverosímiles en ese viaje a los orígenes y a la podredumbre de un lugar observado con condescendencia por el mundo occidental, el saber que es una historia real basada en el libro escrito por el propio protagonista hace que la película gane peso e importancia sabiendo apretar los resortes en los momentos necesarios sin que el espectador pueda acusar a la cinta de manipuladora. Emoción a flor de piel con una historia con la que es difícil no terminar conectando.

Barry Jenkins y Tarell Alvin McCraney (Moonlight)

Barry Jenkins adapta la inédita obra de teatro de Tarell Alvin McCraney que creó para una representación escolar, un texto en el que ambos encuentran una gran identificación al proceder de unos orígenes similares y de un entorno familiar difícil. Se ha vendido como la respuesta negra y gay de “Boyhood” y la comparación es más que evidente y lógica. En esta ocasión, aunque utilizando a distintos actores para dar vida al protagonista, vemos el despertar vital y sexual de un niño negro débil y de mirada tan tierna como esquiva y triste marcada por la marginación, el desprecio, una familia desestructurada y el acoso escolar en un entorno impregnado de violencia y narcotráfico. Un director casi debutante que sorprende con una película tan bella y lírica como dolorosa y terrenal mostrando como la sociedad que nos rodea nos construye coartando en ocasiones el verdadero “yo”. Una cinta que valora las pequeñas cosas en un mundo de banalidades reflejando como el dolor y la incomprensión van forjando a una persona que pasa de ser una gacela a merced en el angosto bosque de la vida a convertirse en una fiera sin valores, poderosa y con coraza, y marcada por el tráfico de drogas, una madre adicta a la heroína y atracciones imposibles y deseos irrefrenables. Una película tan pequeña como arriesgada, valiente y orgánica y tan pertinente como reflexiva desde el punto de vista sociológico en la nueva USA del estigma y la marginación al diferente siendo el protagonista un prisionero de sus circunstancias durante los momentos de una vida en los que se desarrolla la historia y en los que se va construyendo una figura impregnada de masculinidad y de carne de cañón que bien podría haber pertenecido al universo que David Simon narró en su alabada “The Wire”; aquí quizás de forma más descarnada y auténtica sin renunciar a ese lirismo en forma de ensoñación que tiene todo canto a la vida sobre todo en forma de gestos pequeños y mínimos que acaban calando sobremanera y que denuncia los paradigmas sociales coaccionadores pero que tira más por lo cotidiano y lo cercano que el hecho de pretender arrojar un mensaje universal.

El dictamen

La apuesta: Barry Jenkins y Tarell Alvin McCraney (Moonlight) 
La alternativa: Eric Heisserer (La llegada)
Quiero que gane: Barry Jenkins y Tarell Alvin McCraney (Moonlight)
Echo de menos: Tom Ford (Animales nocturnos)

Nacho Gonzalo