Cine en serie: "Que viene el lobo", la sombra de la sospecha y la fragilidad de la verdad

Cine en serie: "Que viene el lobo", la sombra de la sospecha y la fragilidad de la verdad

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Querido Teo:

“Que viene el lobo” es una producción danesa de 8 capítulos que se puede ver en España a través de Movistar+ y que parece apropiada en unos momentos en los que están arreciando los casos de violencia machista en nuestra sociedad, la lacra que no cesa después de la pandemia y que sigue demostrando que de ésta hemos salido de todo pero no mejores. Maja Jul Larsen, creadora de la serie y una de las guionistas de “Borgen”, pone el dedo en la llaga en lo que una tranquila comunidad está dispuesta a creer o no cuando una niña acusa a su padrastro de violencia en el hogar familiar. “Que viene el lobo” ha sido la triunfadora con 5 premios (serie, actor, actriz, actor de reparto y actriz de reparto) en los premios de la Academia de Dinamarca en su edición de 2021 por delante de la también comentada "The investigation".

Holly, una niña de 14 años, ha llamado la atención del profesorado tras escribir una redacción escolar donde expone con detalles el supuesto comportamiento violento de su padrastro. El asunto se traslada a Lars Madsen (Bjarne Henriksen), un veterano trabajador social que decide profundizar en el caso y cuya primera decisión es separar provisionalmente a Holly (Flora Ofelia Hofmann Lindahl) y a su hermanastro, Theo (Noah Storm Otto), de su familia mientras se lleva a cabo una investigación.

Los padres, Dea (Christine Albeck Børge) y Simon (Peter Plaugborg), niegan las acusaciones y mantienen que la niña se ha inventado todo en un arranque de rebeldía adolescente. ¿Quién miente entonces y quién dice la verdad?

Aunque lo fácil hubiera sido posicionarse desde el principio en favor de Holly, su hierático carácter nos llevan a dudar sobre la motivación de sus actos siendo esa la riqueza (y también “cebo” de la serie) cuando el padrastro que se nos presenta parece un padre devoto, que incluso es víctima de un pasado marcado por el alcoholismo de su padre, y que sólo nos inquieta por la foto de familia inicial de los títulos de créditos iniciales, las eclosiones de sexo desaforado con su mujer o el hecho de que, en verdad, también se manifieste que no mira igual al que es hijo de su sangre que a Holly, no dudando en proponerle en determinado momento a su mujer coger el montante y huir de allí aunque sea dejando a la pequeña con otra familia o a su suerte.

Los 8 capítulos de la serie se mueven en esa diatriba para el espectador que no sabrá a quién creer. ¿Será todo fruto de la imaginación de una niña que no ha aceptado que su madre haya rehecho la vida con otro hombre o bien su padrastro no encierra en verdad esa imagen tan idílica que parece? Tanto él como la madre parecen una pareja feliz, que funciona en la intimidad del dormitorio y en su día a día, teniendo además un crío más pequeño que tiene idealizado a su padre. No obstante, esa redacción escolar desencadena todo, especialmente la actuación de un Lars que prefiere curarse en salud y no recaer en errores del pasado confiando en la versión de la cría y llevando a ella y a su hermano a una familia de acogida, un matrimonio acostumbrado ya a hacerse cargo de niños en esta circunstancia hasta que se resuelve su situación legal de manera definitiva.

“Que viene el lobo” se adentra en la complejidad de las interpretaciones a la hora de valorar cuál es la mejor postura que tienen que llevar a cabo esos trabajadores sociales teniendo en cuenta que juegan con algo tan frágil como la mente de la infancia y la estabilidad del núcleo familiar. ¿Es siempre razonable toda medida preventiva aunque sea precipitada o se debe de estar muy seguro del peligro inminente para separar a unos padres de sus hijos? Además la serie bucea en cómo vive cada uno de los críos esa situación. Holly fuerza a su madre a que ésta abandone a su marido mientras que el otro hijo, Theo, sólo quiere volver a casa y no entiende como su hermana ha provocado toda esta situación.

“Que viene el lobo” es una serie sobria y ambigua en el que lo más complicado es tener la seguridad de cuál versión es la correcta y de si realmente el celo profesional de Lars es desmedido o no, más cuando incluso se sale de los protocolos establecidos y se toma el caso como algo personal implicándose personalmente y tirando de intuición mientras su supervisora no sabe cómo lidiar con alguien que parece decidido a llegar hasta el final con el único convencimiento de que Holly dice la verdad frente a la impotencia de unos padres zarandeados por un sistema que protege a la infancia pero que es incapaz de ser concluyente y dilucidar al no ser que las pruebas sean muy evidentes.

Al final todo depende del testimonio de una Holly que no sólo sufre las consecuencias de lo que ha dicho, viendo como los apoyos que recibe son limitados introduciéndose en un bucle del que ya no hay marcha atrás, sino también de la falta de cariño que siente por una madre, que considera que no ha abierto los ojos a la realidad de su hogar, y una familia de acogida que la trata bien y la respalda pero de la que descubre que, en realidad, no están haciendo más que su trabajo lo que también le llevará a replantearse las consecuencias de sus palabras y si tiene que conformarse con un “mal menor” o vale sacrificarse o retractarse por tener por un lado contento a su hermano y por otro satisfecha a una madre que, a pesar de todo, lo único que quiere es que la familia siga unida olvidando las fricciones provocadas por esa carta y la sucesión de trabajadores sociales, abogados y jueces que aparecen en sus vidas.

“Que viene el lobo” defiende dar un grito antes de que sea tarde ante uno de los grandes recovecos en los que se esconde la violencia machista; el hecho de que las víctimas no sean capaces de reconocerlo, bien por vergüenza, desconocimiento, incredulidad o por preferir mirar a otro lado y mantener las apariencias frente a una comunidad de vecinos y amigos a la que se prefiere tener engañados sobre lo que realmente está sucediendo frente al hecho de que te etiqueten como víctima. Una propuesta que habla sobre la masculinidad tóxica, esa que se encierra en traumas para justificar los actos, sin recibir la mano de nadie para hacerles conscientes del problema y ayudarles en ello.

“Que viene el lobo” es una propuesta interesante que sabe llevar al espectador y que, aunque ya muestra claramente sus cartas en su penúltimo capítulo, deja una visión satisfactoria abrazando la esperanza de seguir adelante, redimirse y ser consciente de la vida que cada uno elige, por mucho dolor que se tenga enquistado. La luz a la uno que se asoma cuando se es consciente de sí mismo sin negar lo que le ocurre siendo honesto y pudiendo ser capaz de pedir ayuda a quién puede brindártela.

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Nacho Gonzalo

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