Cine en serie: "Mare of Easttown", investigación, duelo y sororidad
Querido Teo:
"Mare of Easttown" se ha convertido en el fenómeno televisivo del momento volviendo a poner de moda la emisión semanal que ha permitido tener a esta serie de HBO en el candelero durante siete semanas, algo que permite ir acrecentando el interés, el ritmo de la conversación social y que favorece que el espectador se vuelque frente a otros productos exitosos de consumo rápido y mecha corta. “Mare of Easttown” no inventa la rueda pero ha ofrecido un procedimental modélico que juega con el recurso del crimen en el que muchos son sospechosos y que destaca por la profundidad de sus personajes y por el retrato que hace de esa pequeña comunidad en la que se desarrolla. El final de la serie logró en sus primeras 24 horas ser la emisión más vista durante ese periodo de tiempo en la Historia de la plataforma.
Brad Ingelsby (“The way back”) es el creador de una serie dirigida por Craig Zobel (“La caza”) que sigue la senda de algunos títulos exitosos como “The killing” (2011-2014), “Broadchurch” (2013-2017), “Top of the lake” (2013-2017), “The fall” (2013-2016), “Happy Valley” (2014-2016) o “Heridas abiertas” (2018). Todos ellas protagonizados por mujeres periodistas, investigadoras o policías que arrastran sus propios pasados y que eso les hace ser tanto una bomba de relojería como un garante de intuición para los casos que acometen. Kate Winslet se suma como productora y protagonista de una serie que se convierte en su nuevo trabajo para HBO tras "Mildred Pierce" (2011) con la que ganó el Emmy, el Globo de Oro y el Gremio de Actores (SAG).
Es el caso de Mare Sheehan (Kate Winslet), una detective que todavía no ha superado el suicidio de su hijo y que vive con su madre, su hija y su nieto de 4 años (el hijo del fallecido). Y es que si descubrimos algo pronto es que en Easttown son muy precoces y nos encontramos a padres jóvenes que tienen que lidiar con sus responsabilidades, las cuales en muchas ocasiones les desbordan por completo.
Mare, antigua estrella juvenil del equipo de baloncesto, apodada por ello Lady Halcón, está acostumbrada a casos de poca monta, propios de un pueblo tranquilo de la América profunda, pero todo se complica cuando se produce la desaparición de tres chicas en un corto espacio de tiempo (una es Katie Bailey a la que todos dan por muerta tras un año desaparecida) y la muerte de una adolescente, Erin (Cailee Spaeny), madre soltera, cuyo cuerpo es encontrado desnudo cerca de las rocallas de un río tras una fiesta juvenil en el bosque.
A partir de ese descubrimiento la tensión en la zona crece y Mare recibe la ayuda de un joven detective, Colin Zabel (Evan Peters), que llega para trabajar con ella tras resolver con éxito un caso peliagudo. Una investigación que no se sabe si irá en paralelo o en convergencia ya que esa muerte puede tener que ver (o no) con las desapariciones llegando a un momento en el que todo el mundo tiene motivos para ser considerado sospechoso.
El novio de la joven que quería desentenderse del hijo que tenían en común, el diacono Mark que se fue de su anterior parroquia por un escándalo y del cual datan una serie de llamadas la noche de los hechos, el ex marido (y vecino de enfrente) de la propia Mare que fue visto llevando alimentos a la casa de la joven, o bien el marido de Lori (Julianne Nicholson), la mejor amiga de Mare, el cual no es la primera vez que ha engañado a su esposa con otras mujeres.
El gran acierto de la serie no es jugar sólo a ese cluedo sino lo bien que dibuja a todos los personajes, con profundidad y matices, con motivaciones y con posibilidad real por parte de todos ellos de haber cruzado la línea fruto de la desesperación, llegando a dos climax en su resolución. Por un lado el tan comentado final del quinto capítulo (y su referencia a “El silencio de los corderos") y por otro lado el séptimo y último en el que no sólo sabemos quién, cómo y porqué mató a Erin sino que la protagonista no sólo logra resolver el caso (tirando del hilo de la pista más imprevisible relacionada con el arma del crimen) sino que también encuentra vía para adelante y, gracias a volcarse en ese caso, descubrir la luz para sanar su dolor.
“Mare of Easttown” no sólo es un thriller de suspense sino también un drama personal. El de una madre que piensa que no ha estado a la altura a la hora de cuidar a un hijo adicto que finalmente se terminó quitando la vida en la buhardilla de su casa. Un drama que ha partido a la familia aunque Mare se resista a hablar de ello con su madre Helen (Jean Smart), su hija Siobhan (Angourie Rice) e incluso con Richard (Guy Pearce), un escritor con el que comienza salir. Por si fuera poco, y para evitar errores del pasado, Mare se vuelca en su nieto mientras pelea por su custodia frente a la madre del crío, la cual como le ocurrió a su hijo también es una víctima de las drogas intentando rehacer su vida a pesar de todas las dificultades con las que se encuentra.
Sí, desde luego todo lo que tiene montado Mare a su alrededor podría desquiciar a cualquiera y, aunque cometa el error por un bien mayor de querer inculpar a la madre de su nieto, lo que pone en peligro su continuidad como detective, la humanidad que destila el personaje interpretado por Kate Winslet inunda la pantalla dando vida a una mujer que tiene bien definida su escala de valores y que más que por los sentimientos se deja llevar por lo que considera que es lo correcto sin importarle quedar con su compañero a cenar, aprovechándose del interés de él en ella, sólo para conseguir más información de los avances del caso, o bien tener una relación llena de tiras y aflojas con una madre a la que quiere pero de la que por otro lado siempre se ha sentido despegada.
El gran acierto de Kate Winslet a la hora de construir a Mare no está sólo en su preparación psicológica como actriz a la hora de abordar como ésta se enfrenta a su drama, reprimida y constreñida en su dolor, sino su intención de mostrar una mujer real, con sus imperfecciones, sin maquillajes ni retoques, una madre trabajadora que supera los 40 años y que se enfrenta a los agobios del día a día de la mejor manera que sabe teniendo en cuenta que en la vida no hay un manual de instrucciones.
Una mujer cansada, con pocos momentos para pensar en ella misma y en su felicidad, y que sólo se percata de su aspecto cuando se levanta por la mañana y se lava los dientes frente al espejo. Algo que la actriz peleó mucho como productora y durante la campaña de promoción generando incluso algún artículo en nuestro país que ha provocado polémica por el hecho de cómo la industria siempre quiere incidir en el cliché de los cuerpos jóvenes y bonitos a los que la pantalla y el glamour nos han acostumbrado.
Los continuos giros de guión han beneficiado a una serie que ha ido creciendo en su emisión semanal y que estando ahora ya completa garantiza un buen maratón por la adicción que genera. Todo sin grandes estridencias o persecuciones sino simplemente contando con un desarrollo bien hilvanado y definido que sabe lo que quiere contar y hasta dónde debe de llegar para no caer en la evidencia y con el fin de respetar el espíritu de unos personajes que viven marcados en una sociedad en la que la sombra del machismo está siempre presente así como la enfermedad, la de una madre que padece de cáncer y que insiste que sigan buscando a su hija o la de una Erin que tiene que prostituirse para conseguir dinero con el que pueda sufragar la operación de oído de su hijo.
Son los jóvenes en su diversidad los que tienen el pasaporte para vivir de otra manera más allá de un pueblo en el que la llegada de los hijos y las responsabilidades han truncado otros sueños y posibilidades siendo el amor de los que te quieren y la unión de esas mujeres lo que ha permitido que la comunidad no se hunda en la podredumbre de una América olvidada, precaria y decadente.
“Mare of Easttown” también es una serie que se ha visto marcada por el coronavirus (COVID-19) truncándose su rodaje en la mitad y retomándose posteriormente, hecho que en parte también vemos reflejado. Por un lado al equipo sorprendió la muerte de la actriz Phyllis Somerville, la cual interpreta a la anciana vecina Betty Carroll, y que da la impresión de que hubiera jugado un mayor papel en el desenlace. La serie lo terminó resolviendo con un imprevisto accidente de tráfico que deriva en un funeral en el que los personajes se reúnen y se lleva a cabo una revelación tan cómica como forzada que afecta a la madre de Mare.
Además, Guy Pearce tuvo que rodar de nuevo todas las escenas del personaje de Richard al entrar en sustitución del actor Ben Miles (el cual tenía otros compromisos profesionales) y, por otro lado, también es evidente como ha crecido el niño que da vida al personaje del hijo de Lori, Ryan, en el final de la serie respecto a los flashbacks del inicio.
“Mare of Easttown” ha terminado erigiéndose sobre todo como una serie sobre la aceptación de una madre a la hora de asumir la pérdida de un hijo que murió, algo que no fue culpa suya y que no merece que la lastre por siempre. Un caso al que se agarra y que ha terminado siendo un viaje para encontrarse a sí misma, valorar lo importante y atreverse a subir a las escaleras de ese desván que no sólo fue el lugar de los hechos sino la metáfora de la distancia que tiene que recorrer para sanar heridas y darse otra oportunidad.
Una escena que, junto a la del suelo de la cocina con Lori, demostrando que una buena amiga siempre está ahí aunque sea la familia la que falle, culmina una de las mejores series que veremos este año y que más que hablar sobre quién cometió un crimen trata sobre el hecho de afrontar el duelo y sobre una comunidad de mujeres que se tienen a ellas para salir adelante.
Nacho Gonzalo