Cine en serie: “La estafa (Bad education)”, un guiñol movido por la ambición del poder
Querido Teo:
"La estafa (Bad education)" se ha convertido en una de las apuestas televisivas de HBO para esta temporada después de que, en vez de llegar a las plataformas como así ha sido, estaba previsto que se estrenara en cines tras estrenarse en el Festival de Toronto 2019. Finalmente HBO ha seguido una táctica muy parecida a "The tale", también adquirida en Toronto en su momento, contando con un buen título para su catálogo tirando de chequera (17 millones de dólares) para su distribución en vez de todo lo que supone crear un proyecto desde cero.
“La estafa (Bad education)” se adentra en uno de los mayores escándalos de malversación en la educación pública en la historia de los Estados Unidos. Frank Tassone es superintentende del distrito escolar de Roslyn (Long Island), que vive para asegurarse que la educación de los alumnos sea la mejor que éstos puedan recibir. De forma paralela, se lucra personalmente con los fondos públicos para vivir una vida llena de lujos. A lo largo de 103 minutos se nos presenta a un hombre carismático y encantador de puertas hacia afueras que crea una sensación engañosa de liderazgo reconfortante frente a los demás protegiendo a sus alumnos, apoyando a los padres y haciendo crecer el prestigio del centro educativo lo que se manifiesta en mayores fondos públicos y en un incremento de preadmisiones de cara a los estudios universitarios. Además, todo ello dentro del sistema socioeconómico lleva aparejado que el precio de la vivienda se encarece en los lugares que están mejor situados en el ranking educativo creando una espiral capitalista con muchos intereses a todos los niveles.
Frank Tassone nació en El Bronx y se unió al distrito escolar de Roslyn en 1992 permaneciendo allí hasta su arresto en 2004. Durante ese tiempo un sinfín de reconocimientos por parte de los medios y un gran apoyo público a su labor. En 1999 publicó en The New York Times un artículo sobre la importancia de encontrar profesores cualificados para el desarrollo personal de los alumnos. Además, en 2004, poco antes del escándalo, The Wall Street Journal nombró a la escuela secundaria pública de Roslyn High la sexta mejor de todo el país. Y es que esto no era más que una manera para, sirviendo como máscara de las otras actividades de Tassone, enarbolar la bandera de la educación pública y del honesto propósito de que todo joven merezca una educación digna en igualdad de oportunidades frente al clasismo y sesgo económico de los centros privados.
Eso sí, la historia de Frank Tassone y sus tejemanejes financieros tirando de tarjetas con fondo público era la típica huida hacia adelante en la que, mientras otros se vean beneficiados, se hace la vista gorda aunque sea de manera inconsciente. Y es que Tassone no dudaba en ostentar un estatus marcado por trajes de corte elegante, perfumes carísimos, tratamientos estéticos para cuidar su imagen y coches de escándalo. Todo eso de, por sí, en un sector poco provechoso esconómicamente de manera habitual. Eso sí, una sonrisa de Tassone y la sensación de erótica del poder que transmitía a su paso hacía que cualquier sospecha fuera diluyéndose con el tiempo.
A pesar de las advertencias de algunos de sus colaboradores de la parte financiera, Tassone continuó con una doble vida hasta que fue arrestado por un hurto de 11,2 millones de dólares a los contribuyentes desviando dinero a un lujoso apartamento en el que vivía con su amante hombre (Tassone utilizó como tapadera a ojos de los demás que había estado casado muchos años antes con una mujer y era viudo justificándolo con una añeja foto de boda), así como unas vacaciones en el Caribe, continuos viajes a Las Vegas, tratamientos estéticos o enormes gastos de tintorería sin justificar. Además de todo ello, tenía una cómplice dentro del departamento, Pam Gluckin, administradora del distrito educativo que robó 4,3 millones de dólares con la excusa de dar un buen nivel de vida a su familia y que sus hijos pudieran ir a las mejores universidades. Todo fue descubierto cuando un empleado de una empresa de construcción dio la alarma de que el hijo de Gluckin había comprado amplio material de suministro con la tarjeta de crédito de la escuela.
Tassone y Gluckin fueron librándose de todo esto mediante sobornos y tratos de favor a familiares y allegados, a través de bonos, cheques o ascensos laborales, como ocurrió en el caso de la sobrina de Gluckin que, a pesar de no destacar por sus conocimientos, consiguió un puesto como contable para el distrito escolar. Tassone intentó que la caída de Gluckin no fuera muy ruidosa cuando ésta fue descubierta en 2002, alegando ante la junta la pérdida de prestigio que supondría para el distrito educativo y defendiendo que ésta devolviera el dinero y posteriormente dimitiera, pero una carta anónima en 2004 centró todos los focos en Tassone obligándole a dimitir y desvelándose el fraude de millones y la existencia de 74 tarjetas de crédito no autorizadas así como infinidad de inmuebles y posesiones para uno y otro.
Cory Finley ("Purasangre") es el responsable de esta cinta que está guionizada por Mike Makowsky, uno de los alumnos de Tassone en aquella época, aunque éste ya hacía tiempo que se encargaba más de tareas de gestión que de puramente educativas más allá del asesoramiento y el club de lectura para padres que impulsó. Makowsky considera que este hecho es una de las grandes sombras de la comunidad, por todo lo que supuso de bochorno y complicidad civil, pero también ha declarado en más de una entrevista que el papel de Tassone en la comunidad educativa contribuyó sobremanera al orgullo del lugar en subir en los rankings educativos y a que muchos alumnos encontraran las mejores plazas universitarias del país para desarrollar sus estudios. Uno de esos hombres que generan claroscuros a su paso entre los que todavía le están agradecidos y los que se avergüenzan y le reprenden el delito cometido para lucrarse en beneficio propio mantenido una vida de “bon vivant” mientras en las instalaciones del centro hay antes un horno de pizzas que lo más básico desde el punto de vista estético.
Frank Tassone cumplió sólo cuatro años de condena y fue puesto en libertad condicional en 2010. Declarándose culpable de ser un ladrón, Tassone defendió en una carta abierta a The New York Times en 2005 que esperaba que no se olvidara su trabajo incansable durante más de una década con jornadas de 14 horas diarias que impulsaron a las escuelas con grandes ratios a nivel nacional. Todavía hoy recibe una pensión de 173.495 dólares anuales, a pesar de su delito, debido a lo que le corresponde por ley para los que han ejercido un cargo de administración.
El juego táctico y posterior caída del imperio de los responsables de la estafa está bien narrado y desarrollado a pesar de contar con mucho menos tiempo que con una miniserie, no atosigando con la información y sabiendo definir bien a los personajes, así como sus aspiraciones y motivaciones que les lleva a cada uno actuar así. Todos en pro de la educación pública pero todos infractores o cómplices sea por acción u omisión. La cinta es un juego de espejos que parte de un tono de sátira para ir oscureciéndose mientras cae la red que ha tejido a su alrededor este encantador de serpientes y de la que han sido víctimas desde el director educativo del distrito, el contable que no quiso ver más allá de la punta del iceberg o el responsable del periódico escolar que tiene que enfrentarse al dilema ético de revelar la trascendental información que le llega sobre Tassone o hacer la vista gorda para no minar su salto universitario.
“La estafa (Bad education)” se mueve en la sátira con pinceladas de “Election” de Alexander Payne para derivar en el thriller periodístico y también el drama introspectivo que lleva a una persona a crear una vida de mentira, un escaparate reluciente en el que su almacén sólo hay frustración, apariencia y miseria moral. Finley rueda de manera sobria, auténtica y aséptica, sin excesos ni regodeos, en una cinta sólida en su forma y fondo e impactante en su desarrollo y mensaje a la hora de calibrar ese colchón de confianza que se forma con los que nos rodean. Un trabajo fascinante y adictivo para el espectador que queda atrapado gracias a la dosificación de la información, el tono de la historia y el gran trabajo de Hugh Jackman y Allison Janney.
Es de alabar como Cory Finley en la dirección y Mike Makowsky no toman partidos obvios ni van a lo fácil a la hora de repartir culpabilidades, sino que bañan de realidad este retrato psicológico sobre la ambición, la sed de poder y la adicción por sentirse admirado y triunfador frente a los demás con los resortes que en realidad hacen girar el mundo. El fraude que se narra, el mayor escándalo educativo de la Historia de Estados Unidos, suena tan alejado de la realidad como certero y documental demostrado que la realidad supera muchas veces a la ficción cuando el cáncer de la corrupción baña a una institución de una metástasis difícil de erradicar pero que, en la mayor parte de las ocasiones, su permanencia en el tiempo no puede ser sostenida sólo por los infractores sino también los que les refuerzan con su silencio entre el miedo, el corporativismo y el interés propio.
Tras conseguir una nominación al Oscar por "Los miserables" en 2013, y encontrarse de manera casi fortuita con un megahit musical como "El gran showman" en 2017, Hugh Jackman ha encadenado dos papeles con los que parece querer abrazar una vertiente de madurez con personajes llenos de grises. En "El candidato" (2018) le veíamos dando vida al senador Gary Hart que vio su carrera política truncada por un escándalo extraconyugal y ahora lleva a cabo el que sea posiblemente su mejor trabajo siendo un guiñol de su propio teatrillo pasando de héroe a villano, tan cínico como hortera, y acabando engullido por su propia farsa, aquella que ha tejido bañado de las mieles del “american way of life”.
Sólo por esa ensoñación de triunfo amargo y fabulado con la que acaba la película, representado en el rostro de Jackman como una mueca del destino frente a todo lo anhelado por un personaje que ha encontrado en sus actos una justificación noble para ellos, realza el gran trabajo llevado a cabo por el actor australiano en esta cinta sobre dos administradores educativos corruptos que se eleva como retorcido y absorbente juego de voracidad por el poder.
Nacho Gonzalo