Cine en serie: "House of cards", que se mueran los buenos
Querido Teo:
Acabo de ver los tres primeros episodios de "House of cards", y decir que me he quedado con ganas de más es poco. Puede parecer que el género de intriga política tiene que ser necesariamente un coñazo, pero tengo dos palabras para los descreídos: Kevin Spacey. Protagonista indiscutible y que nos regala uno de esos malos de la tele que no sólo no nos caen mal, sino que les animamos abiertamente a que no cambien nunca.
Tengo que reconocer que en lo que respecta al señor Spacey me cuento entre los fans, le descubrí en “Medianoche en el jardín del bien y del mal” y desde entonces todo proyecto en el que participe me llama la atención (no me canso de ver la entrevista que le hicieron en el Actor´s Studio). Y aquí le tenemos otra vez haciendo de las suyas, capaz de conseguir casi sin esfuerzo que abotonarse la americana se convierta en un gesto amenazante.
Si alguien lee “serie de intriga política” y le viene a la cabeza "El ala oeste de la Casa Blanca" (otra serie que hace de la política un tema entretenido), que se vaya olvidando. Nada de largos discursos en boca de idealistas con ganas de cambiar el mundo y de servir al pueblo americano. Esto es una historia de venganza y, como las buenas venganzas, se cuece a fuego lento y dejando víctimas a diestro y siniestro.
La historia es simple. Frank Underwood ha sido uno de los principales responsables de la reciente elección del presidente, y lo tiene todo planeado para recibir el premio prometido por su esfuerzo, el puesto de Secretario de Estado. Lo malo es que en política las palabras se las lleva el viento, y Frank ve como el cargo que le habían prometido acaba en manos de otro. Indignado (aunque lo lleve muy bien en apariencia), decide vengarse de quienes le han traicionado, pero lo hará a su manera, haciéndoles caer en desgracia y finiquitando sus carreras políticas.
¿“Revenge”?. ¿“Arrow”?. Es cierto que comparte la temática del “os la tengo jurada”, pero como sucede en muchas ocasiones la diferencia está en las formas. El personaje de Spacey no sólo no persigue un objetivo justo y noble, sino que no duda en sobornar, chantajear y manipular a quien se ponga por delante para conseguir su meta, todo mientras sigue ocupándose de las responsabilidades de su cargo. Y lo mejor de todo es que lo que queremos es que le salga bien, que gane el malo y veamos cómo los que le negaron el ascenso lo acaban pagando.
Y es que el personaje apela a sentimientos básicos del espectador, que es el de haberse sentido traicionado alguna vez, el de creer que uno merece más de lo que tiene, el de ver como otros incumplen sus promesas. Por eso queremos que se salga con la suya, porque su venganza es la nuestra, porque en el fondo no hay buenos en esta historia sino que todo el mundo barre para casa. Ayuda también a esa complicidad el hecho de que el protagonista se dirija en ocasiones directamente al público, rompiendo esa cuarta pared que es la pantalla para hacernos alguna confidencia o explicarnos el porqué de lo que hace en ese momento.
Junto a Kevin Spacey tenemos a Robin Wright (la inolvidable “princesa prometida”) como su mujer Claire, igualmente determinada a conseguir sus objetivos pero que de vez en cuando deja entrever un lado más vulnerable. Michael Kelly (a quien hemos visto últimamente en “Vigilados: Person of interest”) interpreta a Doug Stamper, su mano derecha y encargado de algunas tareas menos agradables. Kate Mara (“American horror story”) es la reportera Zoe Barnes que, por casualidades de la vida, acaba siendo el contacto secreto de Frank con la prensa, una relación que conseguirá que publique en primera página pero que levantará algún que otro recelo entre sus compañeros de trabajo.
La serie cuenta con David Fincher (director de “Seven”) como productor ejecutivo y director de los dos primeros episodios, un motivo más para echarle un vistazo. Se han firmado dos temporadas de 13 episodios, con los 13 primeros ya emitidos a través de Netflix, que ha decidido poner toda la temporada a disposición del público el mismo día del estreno, algo que las cadenas tradicionales no pueden permitirse y que los espectadores agradecemos enormemente.
La serie tiene un ritmo pausado pero que no se detiene, y vale la pena estar muy pendiente de la pantalla para no perderse los detalles de la interpretación de Kevin Spacey, que llena los silencios con gestos o miradas a cámara que nos dicen mucho acerca de lo que está pasando. Por eso mismo recomiendo no tragarse los 13 episodios de una sentada, sino digerirlos poco a poco para disfrutarlos como es debido.
¿Es éste el futuro de las series?. En mi caso es directamente el presente, ni puedo ver las series a los horarios de locura que algunas cadenas se empeñan en elegir, ni me da la gana soportar los abusivos cortes publicitarios con los que mutilan cada episodio. Señores de la tele, ustedes verán.
Atentamente.
Profesor Falken