Cine en serie: "Feud: Bette and Joan", el "Hollywood canalla" hecho serie
Querido primo Teo:
En este momento Ryan Murphy y Shonda Rhimes se disputan la parrilla televisiva usamericana. En su nuevo intento para dominar el mundo, tras parir series como “Popular”, “Nip/Tuck”, “Glee”, “American horror story”, “Scream Queens” y “American crime story”, ha creado la antología “Feud” con la intención de plasmar enemistades célebres, el año que viene abordará la relación entre Carlos y Diana de Gales. Cuando se anunció que la primera temporada iba a estar centrada en la legendaria rivalidad entre dos iconos como son Bette Davis y Joan Crawford más de uno pensó “es muy Maris”, y es cierto. “Feud: Bette and Joan” está hecha para alguien como yo; iconódula, canallóloga y tan amante del cine como de los entresijos de la industria.
La rivalidad entre Joan Crawford y Bette Davis era un hecho. Muchas son las teorías sobre el origen de la enemistad y casi todas están relacionadas con el sexo. Algunos consideran que una ya consagrada Joan Crawford (ilustre miembro del "Círculo de costura de Hollywood" junto a la Garbo, la Dietrich y la Stanwyck) fue rechazada en su intento de seducir a Bette Davis que acababa de aterrizar en la industria. Otros señalan que la causa estaba en Franchot Tone, compañero de reparto de la Davis en “Peligrosa” (por la que la actriz recibió su primer Oscar) y que la dejó licuando durante el rodaje; él era el novio de Joan Crawford que, al saber que otra estaba interesada por él, le llevó al altar y vivió un matrimonio que fue un desastre. Pero en realidad todo era mucho más sencillo. Ambas estaban condenadas a odiarse porque eran las dos caras de una misma moneda; eran dos iguales, dos intérpretes extraordinarias del mismo perfil, temperamentales y que, por ser mujeres, fueron educadas para competir con las de su género mientras los hombres que dominaban los Estudios lo fomentaban. Bette Davis se hartó de escuchar a los machirulos de la industria decir que "es una gran actriz pero no me la follaría como a Joan Crawford". La Crawford más de una vez se encontró con comentarios del tipo de "está muy buena pero Davis le da mil vueltas como intérprete".
A inicios de la década de los 60, Joan Crawford y Bette Davis ya llevaban mucho tiempo simbolizando al pasado. Ambas sobrevivían como podían en la televisión y aceptando a estar en proyectos que estaban muy por debajo de ellas. Joan Crawford, viuda de Alfred Steele, director general de Pepsi Cola, estaba al borde de la quiebra. La Davis también se refugió en el teatro y cosechó críticas espantosas por “La noche de la iguana” de Tennessee Williams. Cuando la Warner dio luz verde a “¿Qué fue de Baby Jane?”, una historia que le hizo llegar la propia Crawford a Robert Aldrich (que le dirigió en “Hojas de otoño”), Hollywood se frotó las manos por lo que se avecinaba. El rodaje lleno de perrerías por las dos partes se convirtió en un “reality” narrado por las “gossip girls” de la industria (Hedda Hopper y Louella Parsons) que también vivían su propia guerra. Fue Jack Warner, quién ya utilizó la rivalidad entre ambas actrices en el pasado, el que sugirió usar a la prensa para generar más tensión entre las dos estrellas. Lamentablemente la producción de Ryan Murphy no recreó el momento más feliz para Bette Davis durante el rodaje del film, cuando tuvo que tirar por las escaleras a su compañera de reparto. La película fue un éxito que superó cualquier tipo de previsión, Joan Crawford se negó a ser parte de la promoción porque se vio totalmente eclipsada por una Bette Davis que, de repente, se convirtió en la persona más “cool” del planeta (el precedente de Isabelle Huppert haciendo la campaña de “Elle” en los Estados Unidos), y eso se tradujo en los Oscar que se quedaron con la protagonista de “La loba”. Si la batalla librada en el set de rodaje del film de Aldrich fue sangrienta, la llevada a cabo en las semanas previas a los premios de la Academia haría palidecer a la cúpula de “La fábrica de la tele” con Bette Davis creyéndose ganadora de su tercera estatuilla, de la guerra y descalificando a su némesis mientras que Crawford y Hedda Hopper se pusieron en contacto con los académicos para inclinar la balanza a favor de otras opciones (Harvey Weinstein no inventó el juego sucio aunque sí fue el primero de fuera de la industria en hacerlo). Cuando Joan Crawford supo que Anne Bancroft (candidata por “El milagro de Ana Sullivan”) no acudiría a los Oscar se ofreció a recogerlo en su nombre, esa sería su bofetada final a Bette Davis.
El éxito de “¿Qué fue de Baby Jane?” creó el “viejaxploitation” en donde estrellas de renombre se prestaron a mostrar su declive en producciones modestas de terror, así llegó la delirante “El caso de Lucy Harbin”, protagonizada por Joan Crawford y que contaba con el sello de William Castle (interpretado en “Feud” por el mismísimo John Waters) y que se convirtió en un gran éxito de taquilla a pesar de que la crítica la calificó de disparate. Robert Aldrich quiso repetir la fórmula con “Canción de cuna para un cadáver” (basada en un relato de Henry Farrell autor de “¿Qué fue de Baby Jane?”). Joan Crawford era consciente de que Bette Davis le estaba saboteando y fingió que estaba enferma para que se paralizase la producción (se llegó a contratar a un detective privado para saber si realmente no estaba en condiciones de trabajar) y finalmente fue despedida siendo sustituida por Olivia de Havilland, que era una de las pocas amigas de verdad que tuvo Bette Davis.
“En Hollywood te pueden pagar 1.000 dólares por un beso pero sólo 50 centavos por tu alma”. Esa frase de Marilyn Monroe define a la perfección a la siempre pacífica comunidad de Tinseltwon. “Feud: Bette and Joan” es un espejo de la meca del cine, del de la década de los 60 y del de ahora, demostrando que en más de un siglo de vida los gustos del público varían, los inversores cambian y las estrellas tienen un ciclo muy corto, pero que lo único que permanece inalterable es Hollywood. La industria es implacable a la hora de deshacerse de quienes ya no son útiles; luminarias, directores e incluso jefes de Estudio. Y además es conservadora (siguiendo con la tradición de sus fundadores que consideraban que si no lo eran serían tildados de antipatriotas) y machista; es algo que por ejemplo vemos continuamente en los Oscar al ser más probable que Hollywood le deba la estatuilla a la mejor actriz a una de 25 que a una de más de 50 porque sus fotos van a ser más bonitas. Una estrella femenina reinará en Hollywood mientras sea joven, guapa y sobre todo si no se cree más lista que los que mandan. El acto de valentía de Jessica Chastain, que ya no acepta papeles si va a cobrar menos que su coestrella masculina, le puede costar su trabajo en una industria en donde nadie es imprescindible, siempre habrá una Eva Harrington esperando su turno. Joan Crawford y Bette Davis fueron maltratadas por el sistema cuando dejaron de ser convenientes, daba igual que ambas demostrasen durante años su excelencia como intérpretes, a los ojos de la industria eran mujeres, mayores e indomables. Y las actrices que las han interpretado en “Feud” también han vivido experiencias similares.
En el año 2009 Jessica Lange se hizo con el Emmy por el telefilm “Grey Gardens” dejando en la cuneta a su compañera de reparto Drew Barrymore que fue quien acaparó la promoción. Pero ese éxito no influenció en la trayectoria de la actriz. Probablemente la Lange tenga marcado el día en el que el productor y director Ryan Murphy se cruzó en su vida. Él no solo se ha encargado de resucitar su carrera gracias a la antología de terror “American horror story”, que incrementó su colección de trofeos con 2 premios Emmy, sino que ha hecho que una generación de espectadores (la 2.0) descubra el talento de una actriz portentosa que supo demostrar que era muchísimo más que un sex symbol y que ha sido galardonada en dos ocasiones por la Academia, aunque las dos hayan sido por las razones equivocadas reconociéndolo hasta ella misma. El primero (recibido como actriz de reparto por “Tootsie”) se debió a que era imposible premiarla como principal por su magnífica encarnación de la actriz Frances Farmer ya que se enfrentaba a la Meryl Streep de “La decisión de Sophie”, y el segundo (como actriz principal por “Las cosas que nunca mueren”) fue debido a que se trataba de una película maldita, la quiebra de Orion Pictures la condenó a estar en un cajón y fue rescatada cuatro años después de que fuese rodada (su director Tony Richardson no pudo ver su estreno ya que falleció en 1991). En la actualidad, Jessica Lange está gozando de un estatus de estrellona que es incluso superior al que tuvo en su época de esplendor, aunque eso no está teniendo repercusión a nivel cinematográfico como pudo comprobar con “Como reinas” que solamente recaudó 40.000 dólares en los Estados Unidos. Lamentablemente los proyectos protagonizados únicamente por actrices de avanzada edad no interesan. Es de esas estrellas del mundo del espectáculo a las que les falta una sola letra para completar el EGOT, después de hacerse con el Tony el año pasado por "Largo viaje hacia la noche" le queda el Grammy, y no será por falta de intentos.
Si hablamos de la figura de Joan Crawford inevitablemente la asociamos a su retrato en “Queridísima mamá”, cinta basada en las memorias de su hija adoptiva Christina con el que la actriz Faye Dunaway (una de las reinas de Hollywood durante la década de los 70 y que se ganó el odio de Bette Davis durante el rodaje del telefilm "La desaparición de Aimee" por su falta de profesionalidad) quería volver a gozar de su status pero el resultado fue tan catastrófico, de hecho se convirtió en un título taquillero y de culto al considerarse una comedia involuntaria, que acabó arruinando su carrera definitivamente. La Dunaway también es otra mujer indomable y eso lo demostró en la última ceremonia de los Oscar en, donde después de leer el contenido del sobre erróneo, desapareció del escenario mientras que Warren Beatty aguantaba el tipo. Curiosamente la Crawford llegó a decir en su día que la única estrella de verdad que tenía el Hollywood de los 70 era Faye Dunaway y que deseaba que la interpretase en la gran pantalla. Cuatro años después de su muerte se estaba revolviendo en su tumba. Si “Queridísima mamá” era una aproximación chanante al mito de la Crawford, en “Feud” creo que tratan de dignificarla de una manera muy sutil y acertada. La ganadora del Oscar por “Alma en suplicio” era una mujer que estaba desesperada por alimentar a su ego porque en realidad se odiaba. No se podía perdonar por haber crecido en el seno de una familia humilde de Texas y por lo que tuvo que hacer para alcanzar la cima y mantenerse, su ambición desmedida dio pie a rumores como que ejerció la prostitución (atendiendo principalmente a señoras) o que participó en producciones pornográficas. Ella necesitaba ser constantemente el centro de atención y sentirse admirada y respetada por el público, sus rivales e incluso por su familia, y luego cuando llegaba a casa se hundía al ver lo miserable que era y anestesiaba todo ese dolor con el vodka. Jessica Lange está soberbia. No se parece en absoluto a la Crawford pero, más que haberse sometido a un proceso de caracterización, ha mutado en la estrella con las cejas más perfectas que se hayan visto en pantalla, Lange ha sabido captar su esencia, no solo en sus gestos sino también en su vacío.
Hace dos décadas Susan Sarandon conseguía el Oscar a la mejor actriz por “Pena de muerte”, uno de esos galardones que en lugar de premiar a una extraordinaria interpretación parecían ser honoríficos porque que la Academia no le reconociese era una de las “causas” de la década de los 90. La actriz no lo ha tenido fácil y ha sufrido las consecuencias de una industria en la que no se conciben papeles para otra intérprete madura que no sea Meryl Streep y, lo que es peor, para una mujer de 70 años que sea muchísimo más sexy que cualquier veinteañera venerada por el espectador 2.0. A Helen Mirren Hollywood se lo perdona porque tiene acento británico y siempre se puede disfrazar. Ha sido muy triste que alguien de su estatus cayese de manera eventual en el mundo reality (aunque este fuese dirigido por Morgan Spurlock responsable de “Super size me”) en donde la actriz exhibía su relación con el treintañero Jonathan Bricklin. Por eso la Sarandon pedía a gritos que fuese rescatada por alguien como Ryan Murphy, aunque desgraciadamente Hollywood solamente concibe los regresos con honores de los hombres como Matthew McConaughey o Michael Keaton, por citar dos de los ejemplos más recientes.
Años antes de fallecer, Bette Davis consideró que la actriz que estaba destinada a heredarla era Meryl Streep de la que se declaraba una gran admiradora. De Susan Sarandon, que comparte con la protagonista de “Cautivo del deseo” algunos rasgos, sobre todo esos ojos como dos planetas, no dijo nada. A diferencia de su compañera de reparto, la Sarandon no se ha tenido que someter a un proceso de caracterización, con emular el rictus y la voz de la Davis le ha sido más que suficiente.
Con 30 años Bette Davis ya había ganado 2 Oscar a la mejor actriz principal por “Peligrosa” y “Jezabel” y, a inicios de la década de los 40, llegó a ser considerada la estrella más rentable de la Warner, de hecho le llamaban "la cuarta hermana Warner" y eso que años antes demandó al estudio porque quería rescindir su contrato ya que le ofrecían proyectos que no estaban a la altura de su talento. Su relación con la compañía finalizó tras el rodaje de “Más allá del bosque” después de sus últimos fracasos. El éxito de “Eva al desnudo” no frenó su declive. En “Feud” vemos a una Davis que acaba de firmar el divorcio con su cuarto y último marido, Gary Merrill, a quien se ligó durante el rodaje de “Eva al desnudo” y con una relación un tanto complicada con sus hijos, especialmente con la mayor BD (a la que da vida Kiernan Shipka que vimos crecer interpretando a Sally Draper en “Mad Men” y que en esta ocasión poco ha podido hacer) y a la que logró colocar en “¿Qué fue de Baby Jane?” y que en el futuro, cuando abrazó el cristianismo, descargó su ira contra su madre en forma de libro (otra cosa en común con la Crawford). Su carrera iba a la deriva y quiso agarrarse al film de Robert Aldrich como si fuese un salvavidas, aunque no podía ocultar su temor a que le hundiese definitivamente. De hecho nada más terminar el rodaje publicó en Variety un anuncio en donde pedía trabajo, y cuando el film se convirtió en un éxito (y ella en la reina de la función por encima de su rival) no pudo disfrutarlo más sintiéndose después humillada al no convertirse en la primera actriz en ganar 3 Oscar. Ella era la única que se atrevía a llamar a Joan Crawford por su auténtico nombre de pila, Lucille, y no para familiarizarse con ella sino para ofenderla porque le recordaba su origen humilde. La Davis era, además, una mujer cáustica capaz de descolocar a cualquiera con su cortante sentido del humor, de hecho el propio Ryan Murphy pudo comprobarlo cuando la entrevistó en su casa poco antes de fallecer y le enseñó sus Oscar y él, al ver que uno de ellos estaba muy desgastado, le preguntó porqué estaba así y ella le respondió que era su amigo y que llevaba décadas usándolo todas las noches. Ante un personaje así, que tiene que pronunciar diálogos con tanta mala baba, Susan Sarandon se lo pasa de fábula y es una gozada contemplarla. Eso sí, echo en falta que se profundizase más en la figura de Bette Davis. El retrato de Joan Crawford es muchísimo más rico y, en comparación el de Davis, parece que está hecho a base de brochazos. Murphy es un fan declarado de la protagonista de "La extraña pasajera", llegó a hacerle una extensa entrevista y motivos tenía para darle mayor carga pero también es verdad que la Davis a nivel emocional no era esa bomba de relojería a punto de estallar que era la Crawford. Aunque la Sarandon está superlativa, no puede evitar verse eclipsada en el show de la musa de Ryan Murphy.
“Feud: Bette and Joan” también está enriquecida de buenos personajes secundarios, especialmente femeninos. Pero antes toca hacer mención a Robert Aldrich (interpretado con eficacia por Alfred Molina) uno de esos artesanos de la industria que lo mismo rodaba cine negro (“Beso mortal”), bélico (“Doce del patíbulo”), peplum (“Sodoma y Gomorra”) y que con “¿Qué fue de Baby Jane?” realizó la mejor obra de su carrera. Y no me puedo dejar atrás al todopoderoso Jack Warner al que da vida un magnífico Stanley Tucci que, por su extraordinario parecido físico, se revela como el candidato idóneo para protagonizar el biopic de Papuchi Iglesias.
Tan brillante como Jessica Lange y Susan Sarandon está la australiana Judy Davis en la piel de Hedda Hopper. La actriz está escalofriante y no es para menos ya que interpreta a una de las cotillas oficiales de Hollywood y que en el chismorreo descargó todo su resentimiento por no haberse convertido en una estrella de cine. A la edad de 53 años, y siendo una madre divorciada, se vio con una mano delante y otra detrás y con una carrera en el mundo del espectáculo que nunca llegó a comenzar. Tenía un don para sacar los trapos sucios de la gente de la industria y se convirtió en una celebridad por ello y, a lo largo de su trayectoria, demostró que no tenía ningún tipo de escrúpulos a la hora de arruinarle la carrera, y de paso la vida, a cualquiera que fuese sospechoso de ser comunista, homosexual o de tener algún tipo de debilidad. De hecho ella presumía de haber construido su mansión gracias al miedo.
Uno de mis personajes preferidos de la miniserie es Pauline Jameson (interpretada por una sensacional Alison Wright), la asistente de Robert Aldrich que, como buena mano derecha que se precie, está para apagar todo tipo de fuegos. Ella no disimula que quiere escribir y dirigir sus propias películas, hay un momento en el que para conseguir ese objetivo busca el apoyo de Joan Crawford y ésta la rechaza, no porque sea mujer sino porque no es nadie y no se puede permitir ese lujo. Confieso que nada más descubrir a Pauline Jameson corrí a informarme sobre ella y me llevé la sorpresa de que es un personaje ficticio. La intención de los creadores era plasmar en ella y de paso reivindicar a muchas de las mujeres jóvenes que trabajaban en la industria del cine en aquel momento.
No me puedo olvidar de "Mamacita", uno de los personajes más admirados por los fans de la serie. Se trata de la criada de Joan Crawford, una alemana llamada Anna Marie Brinkie a la que la diva apodó “Mamacita” porque contrató sus servicios inmediatamente después de haber viajado a Río de Janeiro. La buena mujer estuvo aguantando carros y carretas (y el lanzamiento de algún que otro objeto) al lado de la diva hasta que se hartó y terminó abandonándola. Jackie Hoffman se come la pantalla en cada una de sus intervenciones y Ryan Murphy se dio cuenta de la mina que había con la ama de llaves y decidió darle más escenas de las que tenía inicialmente en el guión.
Otra de las pegas que le pongo a “Feud” es la elección de Catherine Zeta Jones para interpretar a Olivia de Havilland. Y es que no hay nada en la ganadora del Oscar por “Chicago” que me haga asociarla a la protagonista de “La heredera”. No hay ningún parecido físico entre ambas, la escultural figura de la Zeta Jones no tiene nada que ver con la presencia de la hermana mayor de Joan Fontaine, y tampoco ha captado sus gestos. No sé si la Zeta Jones interpreta a Olivia de Havilland, a Lana Turner (creo que con la misma peluca que luce en la miniserie podría ser una actriz idónea para encarnarla) o, en su defecto, a mi tía Celedonia cuando quiso ser rubia durante unas navidades.
En “Feud: Bette and Joan” también intervienen otras actrices que forman parte del universo de Ryan Murphy, como Kathy Bates interpretando a Joan Blondell, que era la mejor amiga de Bette Davis, y Sarah Paulson que aparece de manera testimonial para dar vida a Geraldine Page.
Para esta producción, realizada para el canal FX, Ryan Murphy ha contado con sus productores habituales Jaffe Cohen, Michael Zam y Tim Minear y se ha asociado a Dede Gardner y Brad Pitt a través de su cada vez más al alza compañía Plan B. Es una serie que denuncia el machismo de Hollywood que arrincona a las mujeres a partir de determinada edad, y su reparto está compuesto principalmente por actrices que han superado la barrera de los 40, de hecho Jessica Lange y Susan Sarandon son incluso mayores que Joan Crawford y Bette Davis cuando rodaron "¿Qué fue de Baby Jane?". La mitad de sus episodios han sido dirigidos por mujeres, el penúltimo de ellos por la actriz Helen Hunt.
"Feud: Bette and Joan" ha constado de ocho de episodios y su emisión acaba de finalizar. En España se ha podido seguir a través de la HBO.
Mary Carmen Rodríguez
Yo también pienso que Zeta Jones es un enorme error de casting. El físico sería lo de menos si hubiera un intento genuino por captar la personalidad de la centenaria actriz, pero solo se queda en una parodia.