Cine en serie: “The Shield”, esa gran obra maestra en la sombra
Querido Teo:
Empecemos por lo peor de la serie. Siempre he odiado esa horrible cabecera con esa desagradable canción chillona. ¡Ala, ya lo he dicho!. Una vez quitado ese peso de encima todo lo que tengo que decir a continuación son sensaciones, posibles elogios encubiertos o no, y alabanzas veladas o intrascendentes hacia una de las mejores series de televisión que han pasado por nuestras pantallas y ojos. Vayamos con ello.
Ponerme con “The Shield” fue una de esas decisiones que uno toma casi por obligación seriéfila (es una de las obras cumbres de la pequeña pantalla, y siempre está en lo más alto, en la oscuridad, de cualquier lista seriéfila que se precie), así cualquiera dice que no. Hasta aquí lo más complicado. Una vez te has remangado los prejuicios, te has protegido las retinas contra imágenes y sensaciones indeseadas, y estás dispuesto a mancharte hasta las entrañas, lo demás será muy fácil. Ponte su impactante piloto, prepara y relaja tu deseo de salir huyendo de lo que será un viaje movidito, y déjate arrastrar por una serie de personajes que seguro te llevarán al lado más oscuro del alma humana. Si ya has entrado, y estás dispuesto a continuar hasta el final, ya está todo hecho. Con un poco de suerte, “The Shield” ya estará en tus venas recorriendo tu cuerpo hacia los lugares más adictivos de tu organismo…
Si el piloto atrapa como una tela de araña (es fácil sentirse muchas veces como una mosca a punto de ser devorada), la primera temporada al completo, aunque sólo sea una buena excusa para presentar a los personajes y sus motivaciones, ya devora nuestras ansias de más, como quien despedaza un exquisito manjar a mordiscos y bocados. Todavía no estamos ante una serie de gran calado emocional, pero sin duda ahí están las bases de lo que será uno de los relatos mejor medidos y estructurados que jamás se hayan hecho para un medio televisivo (“The Wire” le sigue a la zaga). Sigamos.
La segunda y tercera temporadas ya son palabras mayores. Las tramas autoconclusivas y las de más recorrido se cruzan sin parar a un ritmo tan vertiginoso, y a la vez tan milimétrico, que muchas veces pareciera que fueran a explotar en mil pedazos si llegaran a rozarse siquiera. Creo que no ha habido ni habrá una serie que mejor haya sabido intercalar ambos conceptos (“The good wife” está cerca), sin caer de lleno en un caos narrativo, o volver loco de remate y de aburrimiento al espectador en tal empeño. Las historias y los personajes salen, entran, desaparecen o se retuercen de tal manera, que uno no sabe nunca si a la vuelta de la esquina de cualquier capítulo se encontrará con una sonrisa en la cara de un personaje por el trabajo bien hecho, o con un disparo en la nuca de cualquiera de sus protagonistas. Así es “The Shield”, frenética, hiperrealista, imprevisible, a veces mareante, siempre adictiva. Los dos finales de estas dos grandes temporadas lo demuestran. Sólo tienen que llegar a ellos y vivirlos si se atreven.
La cuarta es una pausa en el camino, un paréntesis en la columna vertebral de la historia, un merecido y forzoso borrón y cuenta nueva, un retroceder unos cuantos pasos para luego coger carrerilla y saltar al vacío, una Glenn Close titánica e inconmensurable, a fin de cuentas el inquietante silencio antes de la tormenta. Dicen que la más “floja” de sus siete temporadas, yo digo que la más reflexiva y critica, y sin duda la más paciente y necesaria para dar contenido y sentido a todo lo que vendrá después. Indispensable.
Y con la quinta (mi favorita) se armó la gorda. Es la temporada de la muerte, la vida y la resurrección de los personajes principales y sus historias. La temporada de la chispa que hará estallar por los aires las entrañas del relato. La de Forest Whitaker que quiere atrapar a los malos y es siempre visto y sentido por el espectador como el enemigo. El principio del fin para sus protagonistas y tramas. La que llevará a “The Shield” hasta sus cotas más altas. ¡Vamos!. Que a fin de cuentas una de las mejores temporadas de la historia de la televisión. Sin duda palabras seriéfilas mayores.
Y la sexta y séptima van de la mano hacia el precipicio. Nunca se ha contado el final de una gran historia con ese poder de arrastre hacia su epicentro. Pura energía centrífuga que nos empuja a no parar de ver episodio tras episodio en busca de un sentido que darle a su todo. Todos los personajes se precipitan hacia su inevitable conclusión y es imposible pensar que ésta no será otra que la amargura de enfrentarse a uno mismo y a su pasado. “The Shield” muere a lo grande con uno de los mejores cierres de serie que se han escrito jamás. Espectacular, intenso, sorprendentemente coherente, rotundo. A estas alturas ya sólo queda volver al principio y darle de nuevo al play.
Me he propuesto realizar este ejercicio de escritura emocional, paja mental, o lo que sea, sin nombrar ni una sola vez a su protagonista, Vic Mackey. ¡Ups!. Se me ha escapado. Bueno tal vez éste no sería un buen artículo si ese gran personaje no hiciera acto de presencia. Dejémoslo así, no vaya a enfadarse y la liemos.
Watanabe
"The Shield" es soberbia. Estoy viéndola de nuevo y lo confirmo. La quinta temporada es también mi preferida, no sé puede estar más inmenso ni derrochar más frustración que Whitaker.
Qué decir del grupo de asalto. Lemansky me sigue poniendo la piel de gallina, se convirtió en uno de mis personajes preferidos de series. Los hay que me gustan igual que él, difícil que me gusten más.
Shane Vendrell vale su peso en oro por el devenir de los acontecimientos ("I don't think one's worse than the other, but we made each other into something worse than our individual selves..."). Y el bueno de Ronnie... otro nudo en el estómago al recordar su historia.
Tantos recuerdos sólo hablando de ellos, sin hacer mención a Corinne, Aceveda... y como has escrito más arriba, a Vic Mackey, que es la dualidad en su estado más puro. Un huracán que difícilmente se detendrá tras un escritorio.
Qué gusto haber leído este artículo.
Para mí, LA SERIE. La que me metió de lleno en este loco mundo del cine en serie, y junto con Los Soprano, la que más me ha enganchado. Es que no puedes estar un capítulo sin llevarte las manos a la cabeza en plan "la madre que los trajo lo han vuelto a hacer"... han vuelto a dejarme sin habla. No hay ni un sólo personaje que sobre. Ni uno. Si hasta consigue que adoremos al malnacido de Vic Mackey. Y, esto atentos los que estén cometiendo el error de no haberla visto todavía, no hay ningún elemento al azar. Todo, cada pequeño detalle que creemos sin importancia, es una hebra de esa gran tela de araña, resuelta tan magistralmente que consigue que ninguno de esos cabos quede suelto (¿por qué me viene a la cabeza Lost?...)
Imprescindible. Sin más.