Cannes 2017: Michel Hazanavicius plasma al joven Godard, emotiva y épica lucha contra el sida y Emma Suárez vuelve a brillar
Querido Teo:
Si ayer teníamos los pitos a Netlix y el problema en el formato de la exhibición de “Okja”, hoy ha ocurrido una incidencia fruto de las incesantes medidas de seguridad y de esa psicosis que invade Francia en general y el Festival de Cannes en particular desde el año pasado. Minutos antes de la proyección prevista en la sala Debussy para "Le redoutable" de Michel Hazanavicius, y sin que nadie hubiera entrado todavía a la sala ante el estupor general por ello (creyéndonos que se estaba alargado el pase especial homenaje a Clint Eastwood por el 25º aniversario de "Sin perdón"), todo el personal del Palais salió pidiendo que la gente se dispersara sin dar más explicación. Finalmente todo volvió a la normalidad, siendo una falsa alarma ante la aparición de un bulto sospechoso dentro de la sala, reanudándose la entrada en el edificio poco después de ese momento de caos en el que nadie parecía querer irse tras más de una hora de colas insanas. Una anécdota más en una jornada que se ha completado con “120 pulsaciones por minuto” de Robin Campillo en sección oficial y en Una cierta mirada con “Walking past the future” y “Las hijas de Abril”.
“Le redoutable” es la vuelta de la sección oficial por parte de Michel Hazanavicius tras hacer crecer aquí el fenómeno de “The artist” en 2011 y, posteriormente, caer del pedestal con “The search” en 2014. Ahora se ha redimido con una película de la cual había mucho temor por el reto que era adentrarse en la figura y obra de todo un icono de la Nouvelle Vague y, por otra parte, de esa parte cinéfila y de autor que tan a gala se tiene este festival. Hazanavicius ha sabido desaparecer como director y adoptar un estilo mimético con las primeras películas del creador de “Al final de la escapada”, ambientándose la cinta en los años de la historia de amor de Godard con Anne Wiazemsky, actriz con la que se casó tras conocerla en el rodaje de “La chinoise” y de la que acabaría separándose en 1979. La cinta juega mucho con el humor y muestra una relación que recuerda mucho, en sus debates sobre el amor, el arte y las inseguridades, a la de Woody Allen y Diane Keaton en “Annie Hall”, presentando a un Godard petulante y maniático a la par que ingenioso y vulnerable. El acierto es adoptar la estética gordiana, entre la anarquía y el vanguardismo, y la esencia de su arte y personalidad, desde sus debates universitarios, hasta el tono caustico con el que ha vivido siempre el cine, la promoción del mismo y la relación con los que le han venerado. Por supuesto la cinta se eleva por el excelente trabajo de Louis Garrel que, con una sencilla pero acertada caracterización, se mete en la piel del personaje recreándolo de manera orgánica sin estar desesperado por el mimetismo. Una cinta que hubiera quedado mejor como película inaugural que como candidata a la Palma de Oro, pero que disipa todos reparos que había en ella y que catapulta a Garrel a la posibilidad de ganar el próximo César (premio que ganó en 2006 como revelación por “Los amantes regulares”).
“120 pulsaciones por minuto” de Robin Campillo ha pasado a ser una de las favoritas a la Palma de Oro. Una desgarradora y combativa cinta que aborda con sensibilidad la lacra del sida en la Francia de Mitterrand de los primeros años 90. Campillo se ha criado en la escuela de Laurent Cantet y por eso no extraña que recuerde en su inicio a “La clase”, por esas reuniones asamblearias de un grupo activo de jóvenes homosexuales que pretenden concienciar a la sociedad sobre el estigma del sida y los sistemas de protección necesarios para evitarlo y erradicarlo en unos años de especial crudeza en todo el mundo y afectando a muchas estados del bienestar y, en especial, a muchos jóvenes truncando muchas historias de futuro; lo que la lleva irremediablemente a recordar también a "Philadelphia". Aunque estamos ante un reparto bastante coral, la cinta se apoya en la incorporación al grupo de un nuevo miembro y la fascinación que siente por Sean, uno de esos jóvenes de origen chileno que se sacrifica al máximo por la lucha. Una cinta valiente, emotiva y reveladora que sabe crear atmósfera de activismo y desesperanza en esos años con una estética a la que ayuda su fotografía de tonos variables y urbanos (con un Sena marcado de rojo) y el uso de la música de la banda sonora. Entre sus aciertos su riesgo a la hora de retratar las relaciones sexuales que se establecen entre los personajes, su valentía a la hora de concienciar y el trabajo del actor Nahuel Pérez Biscayart, visto en “Todos están muertos”, por como muestra la evolución psicológica y física del personaje a lo largo de la cinta. Lo peor es como se regodea en el drama en algunos momentos en un final agónicamente alargado y apesadumbrado que casi como una letanía lleva la cinta a las 2 horas y 20 minutos subrayando demasiado el mensaje.
Tras “Después de Lucía” y “Chronic” (premio al mejor guión en Cannes 2015), Michel Franco se ha asomado a la sección de Una cierta mirada con “Las hijas de Abril”, un "sexy thriller" que es todo un vehículo de lucimiento para Emma Suárez. Todo empieza con el reencuentro de ella con sus hijas, ante la próxima llegada del bebé que tendrá la menor de ellas viviendo hasta ahora como autogestionarias. Lo que nadie sabe valorar es como el volver a poner sus vidas en común puede tener nefastas consecuencias para todos; habiendo deseado que ese reencuentro nunca se hubiera producido y comprendiéndose porque se puso esa distancia de por medio. Una película de la que no conviene desvelar nada, pero que sorprende en sus giros y en el tono de tensión que maneja en todo momento. Franco ha brindado a Suárez, en el mejor momento de su carrera, un regalo interpretativo (valiente y sin red) como el que le brindó Paul Verhoeven a Isabelle Huppert en “Elle”. Desde luego que es una gran noticia para Emma Suárez, tras unos años desaparecida en papeles intrascendentes, este reverdecer tanto a nivel de España (con sus recientes 2 Goyas) como en esta incursión en el cine latinoamericano que también permite a Franco ofrecer su proyecto más accesible y exportable.
“Walking past the future” de Li Ruiju es una tierna historia que se establece entre una joven preocupada por sus padres y por su salud y un joven que acaba conociendo. Una película estimable, tierna y amable, algo naif, pero que se ve bien por el carisma de sus dos jóvenes actores y por esa relación tan pura que se establece entre ellos acompañado por momentos emotivos para el espectador y canciones y escenas efectivas.
Nacho Gonzalo
La película de Michel Franco se Llama Después De Lucía