Cannes 2013: Un Sorrentino felliniano y Michael Douglas brilla como Liberace
Querido Teo:
El Festival de Cannes vuelve a tomar pulso con la presentación en competición de los nuevos trabajos de Paolo Sorrentino y Steven Soderbergh. Si la primera, no exenta también de división de opiniones, ya es para muchos la gran obra que ha dejado Cannes, la segunda ofrece dos titánicas interpretaciones de Michael Douglas y Matt Damon en el retrato del llamativo pianista americano de ascendencia polaca e italiana.
Paolo Sorrentino pareció tocar fondo en Cannes hace dos años cuando presentó “Un lugar donde quedarse”, esa road movie en la que un rockero venido a menos interpretado por un aniñado Sean Penn va en la búsqueda de un criminal nazi al que investigaba su padre, el director de “Il divo” se redime con “La grande bellezza”, cinta que bebe del espíritu satírico del Fellini de “La dolce vita” en un fresco barroco y melancólico sobre la decadencia de la clase aristocrática y de las apariencias en un mundo de trepas y de máscaras, tras la óptica de un escritor y periodista sesentón que asiste desilusionado a este desmorone social que también trata sobre la vida y la muerte, la belleza y el paso del tiempo. Toni Servillo es el protagonista de una cinta calificada de gran obra elevada gracias al alabado trabajo en la dirección de Sorrentino, pero que puede sufrir el mismo efecto que “Holy motors” el pasado año, ser la propuesta de qualité que consigue amores y odios a partes iguales.
"Behind the candelabra" es el último proyecto, por ahora, de Steven Soderbergh antes de su tan comentada retirada. Él mismo ha declarado en la rueda de prensa que si no hace más películas quedará orgulloso con que sea este su último trabajo. Este telefilm de la HBO, que no logró encontrar difusión en cines por ser calificada de “demasiado gay”, se centra en Wladziu Valentino Liberace, artista que alcanzó gran popularidad a partir de los 50 gracias a la televisión. Le da vida un Michael Douglas que podría salir de Cannes con el premio al mejor actor en el que es, unánimemente para la prensa desplazada, uno de los mejores trabajos de una carrera. Un Douglas que acometió el papel después de salir del cáncer de garganta que puso en peligro su vida y en el que lo da todo como este artista excesivo, polifacético, extravagante (con sus capas, pelucas y lentejuelas) y con aristas. Un esfuerzo titánico en el que tampoco se queda corto Matt Damon como Scott Thorson, asistente, chófer, protector y pareja de Liberace, que fue quien reveló públicamente que el músico era homosexual antes de que este muriera de sida y quien escribió el libro en el que se basa la película y que adapta para el cine Richard LaGravenese con elogiados puntos de hilaridad. En el reparto es curiosa la presencia de nombres como Rob Lowe o Debbie Reynolds. El trabajo de Douglas se califica de brillante y eleva a una película que tampoco le desmerece en la que Soderbergh sabe sacar partido al culto materialista y al universo propio de este artista, así como de aquellos años, en un viaje de descenso a los infiernos en el que también reside mordacidad, amargura y, sobre todo, oficio a la hora de llevarlo a buen puerto a pesar de su inconfundible etiqueta de producción televisiva. Precisamente ese es el motivo por el que Michael Douglas no podrá optar al Oscar por este papel (algunos erróneamente se atreven a apostar por la estatuilla) ya que HBO estrenará “Behind the candelabra” el próximo fin de semana en televisión por lo que donde si veremos seguramente a Douglas ganar, a la espera de ver que pase en los siempre impredecibles palmareses festivaleros, es en los Emmy y en los Globos de Oro. Algo parecido ocurrió con el proyecto “Llámame Peter” con un brillante Geoffrey Rush como Peter Sellers que también se coló en la competición de Cannes de 2004 antes de su estreno televisivo en USA. El bueno de Rush todavía espera que le entreguen la estatuilla que en Cannes todo el mundo ya le vaticinaba.
Nacho Gonzalo