Cannes 2013: Kore-eda emociona y las sesiones de Mathieu Amalric y Benicio del Toro aburren
Querido Teo:
Hirokazu Kore-eda podría ser el japonés que emocionó a Spielberg si tenemos en cuenta que tras la presentación de su película, "Soshite chichi ni naru (Like father, like son)", todo el mundo ha coincidido que esta cinta puede tener ese factor emotivo que Spielberg tantas veces ha demostrado en su cine, sobre todo teniendo en cuenta que la cinta está protagonizada por unos niños con ese encanto que permite que roben el corazón del espectador. Algo que ya tocó en anteriores trabajos como “Nadie sabe” y “Kiseki (Milagro)”, y más extensivamente la familia en las citadas y "Still walking", y que le confirma como uno de los realizadores más humanistas de la actualidad.
La premisa de la cinta ya de por si tiene muchas facilidades para seguir esa corriente al centrarse en la historia de dos niños de seis años que se descubre que fueron intercambiados al nacer y, por supuesto, lo interesante es ver cómo la descolocante noticia a las respectivas familias, sobre todo teniendo en cuenta que cada padre es un mundo y quiere un futuro distinto para su hijo perteneciendo cada uno de ellos a distintas clases sociales. Destacado el trabajo de Masaharu Fukuyama como uno de los padres, arquitecto obsesionado con el éxito que tiene que “tragar” que su hijo auténtico ha sido criado en una familia mucho más modesta. ¿Puede el cariño y el amor depositado durante ese tiempo suplir a la genética del ADN? Kore-eda parece haber sabido tocar las teclas emocionales pertinentes, a base de sencillez con desgarro interior oculto, en una buena historia que desde ya pasa a ser una de las favoritas a la Palma de Oro. Parece difícil que se vaya sin premio del palmarés ante la unanimidad despertada y teniendo por ahí en el Jurado a miembros como Steven Spielberg y Ang Lee que seguro que habrán conectado con una película que bien podría haber sido la idea de uno de ellos para una película.
No ha tenido tanta suerte Arnaud Desplechin con “Jimmy P.”. La película se basa en la investigación real a principio de los 50 del antropólogo Georges Devereux y un indio ex combatiente de la Segunda Guerra Mundial aquejado de múltiples trastornos físicos y psicológicos por ello y que se encuentra internado en un sanatorio. Una propuesta muy teatral en la que Mathieu Amalric y Benicio del Toro se ponen frente a frente en esta terapia y que no ha convencido a la prensa asistente calificándola de tediosa y un ejercicio de ego del director y de unos actores que no llegan a conectar entre sí. Como suele ocurrir todos los años, su nacionalidad se ha impuesto a los criterios de competitividad que tendría que tener siempre un certamen de semejante calibre.
Nacho Gonzalo