Así fue el regreso de "Love actually" 15 años después
Querido Teo:
15 minutos han sido suficientes para avivar la nostalgia de "Love actually", convertida con el tiempo en clásico navideño por antonomasia para toda una generación. La cinta original de Richard Curtis, estrenada en 2003, ha ido con el tiempo ganándose el corazón de millones de espectadores ya que, aunque no fue un fenómeno instantáneo, sus continuos pases en televisión y el boca-oreja la han convertido en el perfecto “happy place” posible y más en unas fechas como las navideñas. Aunque no se antojaba como algo necesario, el Red Nose Day de este año (acción solidaria que se lleva a cabo anualmente en Reino Unido) ha sido la mejor excusa para ver cómo trata la vida a sus personajes 15 años después.
Aunque el corto es tremendamente efectivo hay que decir que, sabiendo que todo es un ejercicio de nostalgia, lo que vamos a ver no es más que el “greatest hits” de cada personaje. Todo empieza con Mark (Andrew Lincoln) volviendo a tocar la puerta de sus amigos Peter (Chiwetel Ejiofor) y Juliet (Keira Knightley) que parecen tan enamorados como el primer día. A través de esos carteles, Mark cuenta a Juliet lo que ha ocurrido con él en esos 15 años ya que (además de la barba) se ha ganado a una mujer que demuestra que él es un tipo que lo que dice lo cumple.
El momento de mayor lucimiento se le vuelve a dar a un Hugh Grant que continúa como Primer Ministro y aficionado a seguir moviendo las caderas en la intimidad aunque, en verdad, la edad no perdone y el sentido de la gravedad tampoco. Precisamente, Grant pone el broche de oro a esos 15 minutos rememorando ese discurso en el que enarbolaba la bandera de las bondades de la nación británica frente al acaparador presidente USA. También hacen aparición Jamie (Colin Firth) y Aurelia (Lucia Moniz) que demuestran que han sabido construir una relación con mucha mejor comunicación de la que tenían pero que, quizás, termina siendo el fresco menos interesante.
El segmento más emocional queda reservado para ese banco en el parque en el que Daniel (Liam Neeson) y su hijastro Sam (Thomas Brodie-Sangster) debatían sobre el amor y como ese sentimiento no hace más que “cosernos a leches”. Un reencuentro muy sencillo en el que nos creemos a ese hijo que vuelve por sorpresa de Nueva York para darle una sorpresa al bueno de su padre. Un Neeson que, tras verlo zurrar en los últimos años como progenitor vengativo, vuelve a recuperar su personaje de padre honesto y sacrificado con un código de honor en lo referente a las relaciones humanas que es digno heredero del de Atticus Finch en “Matar a un ruiseñor”.
No podían faltar los dos ingredientes cómicos que tenía la película original. Bill Nighy, por el que no parece haber pasado el tiempo, recupera a su caustico y singular Billy Mack volviendo a ser entrevistado por ese locutor bajo el que se sinceró sobre la industria musical y su pretendido (e inesperado) éxito navideño. Una pena que no se haya rescatado la relación con su inseparable manager y socio Joe. Por su parte, Rowan Atkinson (que en la cinta de 2003 era una especie de espíritu navideño) sigue envolviendo regalos de esa manera tan inolvidable como desesperante en, una vez más, el mejor gag de este regreso aunque sea reiterativo.
Este proyecto no es más que un homenaje a una de esas películas que ha sabido conquistar a todos con el paso del tiempo; incluso a los más cínicos a la hora de valorar el cine navideño o la comedia romántica. Un guión bien armado que manejaba la comedia y el romance de una manera admirable, pero dejando también un poso maduro y dramático en algunas de las historias, tratando temas como la infidelidad, la muerte o el sacrificio de una posible aventura amorosa debido a una dependiente e ingrata pero necesaria obligación familiar. Mención aparte merecía un reparto en estado de gracia y entregado a la hora de dar vida a sus personajes; desde los más famosos al poco más que un figurante (acuérdate del guardaespaldas con vozarrón del Primer Ministro o la ruidosa familia portuguesa de Aurelia).
Aunque muchos fans vean la ventana para una posible secuela, Richard Curtis debería mantener el buen recuerdo no siendo necesario ni recuperar a los personajes ni explorar las mismas historias. La cinta llegó en una época en la que la gente buscaba esperanzas tras el jarro de agua fría que supuso para la sociedad occidental el 11-S y se supo encontrar con ella cierto remanso de alegría y de intentos de ser mejores, aunque ahora es verdad que en verdad necesitamos todavía más agarrarnos a estos halos de esperanza ya que el mundo es todavía peor que el de hace 15 años tanto a nivel político como social y económico. Mejor revisitar todas las veces que queramos esta cinta y fantasear con lo que fue de ellos (al margen de lo que nos ha mostrado Curtis en este Red Nose Day) ya que todavía podemos imaginarnos (siendo las grandes ausencias de este reencuentro) qué fue del personaje de Laura Linney, si sigue sola cuidando a su hermano o bien puso a un Rodrigo Santoro en su vida, y de una Emma Thompson (que consiguió una merecida nominación al Bafta) de la que nunca sabremos si perdonó (o no) al recordado Harry de Alan Rickman; y que son la pareja que más se echa de menos en esta reunión.
Nacho Gonzalo