Andrzej Zulawski, desmedido pero fascinante cineasta polaco
Querido primo Teo:
“La vida privada es un escenario donde interpreto varios papeles que no me llenan. Pero los interpreto igual: Sufro, creo, soy… Sé que hay otra alternativa, como el cáncer o la locura. Pero el cáncer o la locura deforman la realidad. La alternativa que tengo traspasa la realidad”. (Isabelle Adjani en "Posesión” de 1981)
Andrzej Zulawski es uno de esos realizadores malditos, audaces y poco conocidos por el público mayoritario, que merecen una incansable reivindicación, por su grandísimo talento y por su perturbadora capacidad para remover e hipnotizar al espectador con su cine enfermo (en ocasiones rozando o llegando a la repulsión), brillante, perdurable y fascinante. Zulawski (con una más que considerable tendencia al exceso) se eleva, pese a sus recurrentes imperfecciones formales, como un autor arriesgado, complejo, personalísimo, anárquico y necesario. Su filmografía desprende una negrura infinita (incluso en el terreno melodramático).
Zulawski empezó de ayudante de dirección de su compatriota Andrzej Wajda y de cortometrajista, filmó dos cortos de corte romántico, “Pavoncello” (1967) y “Piesn triumfujacej milosci” (1969). Debuta en el largo dirigiendo “La tercera parte de la noche” en 1971, que remite a títulos perversos e imprescindibles posteriores como ”El quimérico inquilino” o ”El otro señor Klein”. Polaco de nacimiento (Lwów, actual Ucrania, 1940) pero obligado a exiliarse en Francia (país en el cual ya había estudiado cine a finales de los años 50), debido a la falta de libertad para contar sus particulares historias. A causa de la censura que sufrió su segundo largometraje “Diabel” de 1972, toma la decisión de emigrar a territorio galo. Siempre comprometido y crítico políticamente hablando, tras el gran éxito que supuso su magnífico melodrama "Lo importante es amar” con la sublime e inolvidable Romy Schneider en 1975, se plantea la posibilidad de volver a su país de origen a rodar "On the silver globe”, nuevamente encontrándose con dificultades en lo referente a su libertad creativa. Las autoridades percibieron en su nueva creación una crítica soterrada al totalitarismo soviético y paralizaron repentinamente el rodaje cuando solamente faltaba un 20% para finalizar (provocando que la película no se terminara de montar hasta 1987, incluyendo una voz en off que describía las escenas nunca rodadas) y finalmente se resigna a establecerse en Francia, donde le ofrecen manga ancha para desarrollar sus enfermizas películas. Es un director libre e independiente, que no sacrificó su integridad artística en favor de filmar en su Polonia natal bajo cuestionables condiciones.
Las constantes de su cine son, principalmente, dos: El amor y la muerte. La mayoría de sus obras suelen girar en torno a estos dos aspectos esenciales que marcan la existencia. A través de un estilo marcadamente enloquecido, macabro, sórdido y repulsivo, Zulawski retrata con admirable pasión y pulso, auténticas y depresivas pesadillas cinematográficas, no aptas para cualquier espectador. Ha demostrado una incisiva y mordaz capacidad para extraer la sordidez inherente de muchas relaciones humanas. Se podría definir como un hijo díscolo de Bergman por la enorme profundidad e intimismo que emanan muchas de sus creaciones.
"Provengo de la escuela de cine francesa y comparto esa creencia de que actuar, excepto casos aislados, es una ocupación femenina”. (Andrzej Zulawski)
Personalmente, el cine de Zulawski crea un efecto curioso en mí, me repele por momentos, pero también me fascina otros muchos. En definitiva, me rindo ante su inconmensurable talento y la atmósfera malsana de sus obras, ejerce una poderosa fascinación y sus obras me terminan dejando huella tanto en mi retina como en mi alma. Cuando no te puedes sacar de la mente una película determinada, y sigues dándole vueltas, es síntoma de que el director ha cumplido con su misión (no dejarte indiferente) tanto para bien como para mal. Zulawski logra en mí este efecto cada vez menos frecuente, sus películas son estimulantes, descarnadas y no exentas de enorme interés. Consigue atraerme y perdurar en mi mente de manera similar a otros directores oscuros deudores directamente del estilo de Zulawski, como son David Cronenberg o Roman Polanski, entre otros.
“Hago películas sobre lo que me está torturando y, en ellas, una mujer sirve como una médium”. (Andrzej Zulawski)
Me seducen los bichos raros cinematográficos, que se atreven a sobrepasar los límites aparentemente establecidos del cine más convencional e intentan retarnos a concebir el séptimo arte de una manera más desprejuiciada, abriéndonos así nuevos caminos en nuestro crecimiento como cinéfilos a través de una esencia cinematográfica en permanente estado de reinvención o evolución. Admiro la fidelidad de un autor a su marcada identidad artística, que debería de ser ajena a modas y a concesiones demasiado comerciales. Evolucionar sí, pero no a cualquier precio.
“Sólo quiero filmar historias cinematográficas, que tengan algo de excesivo en su interior”. (Andrzej Zulawski)
Zulawski, además de ser un virtuoso en la dirección, ha demostrado una valiosa habilidad para dirigir actrices, en sus manos actrices bellísimas y potentes como Romy Schneider (”Lo importante es amar”, 1975) o como Isabelle Adjani ("Posesión", 1981), han alcanzado la perfección interpretativa, con personajes complicados de manejar ante el riesgo de perder la verosimilitud y terminar cayendo en la temible caricatura. Pero son intérpretes tan dotadas que, a través de las indicaciones de Zulawski, han logrado mantener el necesario equilibrio entre la sutilidad y la sobreactuación, construyendo así composiciones interpretativas sobresalientes e imperecederas.
En resumen, si eres seguidor de geniales "raras avis" como Polanski, Cronenberg o Lynch, Zulawski te hechizará.
Tu prima.
Yuna