"Akelarre"
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El argumento: País Vasco, 1609. Los hombres de la región se han ido a la mar. Ana participa en una fiesta en el bosque con otras chicas de la aldea. El juez Rostegui, encomendado por el Rey para purificar la región, las arresta y acusa de brujería. Decide hacer lo necesario para que confiesen lo que saben sobre el akelarre, ceremonia mágica durante la cual supuestamente el Diablo inicia a sus servidoras y se aparea con ellas.
Conviene ver: "Akelarre" se adentra en unos años de inquisición, machismo y brujería. El director argentino Pablo Agüero crea un microcosmos rodado con estilo y con aire pictórico de fango lúgubre para contar una historia de víctimas y verdugos en el que, enarbolando unas acusaciones de brujería, lo que se muestra es el reflejo de una sociedad marcada por la discriminación a las mujeres que son condenadas cuando parecen querer salirse de la senda marcada y que ya son culpables sólo por pretender divertirse o abrazar algo de libertad en una sociedad patriarcal. Lo mejor es esa tensión psicológica que aproxima el relato al terror más humano y cotidiano cuando impera el pensamiento único y la división entre víctimas y verdugos queda desequilibrada desde el primer momento a favor del poder e influencia que tienen los segundos en una sociedad dominada por la influencia de la iglesia y las actuaciones de una inquisición que va de pueblo en pueblo intentando extirpar el mal y la influencia de Lucifer. La llegada a ese País Vasco profundo y rural, un pueblo en el que los hombres se han dado a la mar, y que queda a la merced de esos guardianes de la moral hasta que llegue la siguiente luna llena pudiendo hacer y deshacer por la ostentación de un poder impuesto por la divinidad y la época. Estupendo montaje, fotografía y banda sonora, así como las interpretaciones de Amaia Aberasturi y Álex Brendemühl en ese duelo conversacional, esotérico y sensual, pero el preciosismo visual casi fantasmagórico se come una historia que tarda en arrancar y cuyo desarrollo no pasa de arquetípico y poco interesante ya que no se preocupa por desarrollar a los personajes más allá de esos interrogatorios entre la protagonista y un inquisidor reprimido y fascinado por conocer el mal y los placeres de la carne. Una caza de brujas en clave feminista mejor dirigida que guionizada que pretende ser una muestra en clave casi de cuento oscuro de lo que tuvieron que sufrir tantas mujeres condenadas por su género.
Conviene saber: A competición en el Festival de San Sebastián 2020.
La crítica le da un SEIS