"Ahora y siempre. Memorias Diane Keaton"
A lo largo de 30 años Diane Keaton convivió con casi un centenar de cuadernos escritos por su madre… sin abrirlos. Es posible que su temor a encontrar en su madre a una persona desconocida diga tanto sobre ella como estas memorias. La palabra madre está escrita 294 veces en el texto. Por fin comenzó a leerlos y ella misma empezó a escribir sus recuerdos. En ocasiones su memoria y la de su madre se confunden al extremo de que la propia Keaton señala estar escribiendo dos memorias, las de su madre y las propias. Son los recuerdos de una mujer a la que un Oscar joven le resolvió la vida laboral durante muchos años, pero que no deja de considerarlo como un aspecto de su vida, y en buena parte del libro, no la más importante.
Título: “Ahora y siempre. Memorias Diane Keaton”
Autor: Diane Keaton
Editorial: Lumen
Nota de la Redacción: El porcentaje en revelaciones sobre su vida de pareja o las de sus amigos populares es inferior a lo que hacen suponer algunos comentarios leídos en varios medios, a raíz de la publicación de estas memorias, porque Keaton no es amiga de los ajustes de cuentas o de reír la última, pero su experiencia de actriz está tan presente como cabría esperar y nos permite, por ejemplo, visualizarla en el rodaje de la tercera parte de “El padrino”, con todos los actores desorientados, mientras Coppola no sabía cómo terminar la saga, y se planteaba todo tipo de finales.
Keaton siempre ha simbolizado para sus fans la excentricidad y la independencia, y ese cierto aire de estar al margen de las modas y corrientes queda muy bien transmitido a lo largo de estas páginas. Se siente fea aunque atractiva, buena actriz aunque mejor cuando coincide el papel con su personalidad, pero aunque en ella hay mucho de “Annie Hall”, su película favorita es otra (Dosregalosyunbeso.txt). “El día que conseguí el carnet de actriz fue el fin de Diane Hall. Al parecer ya había una Diane Hall famosa y respetada. Decidí utilizar el nombre de Dorrie en lugar de Di, Danielle o Dede Hall (…) Dejar de ser yo me produjo cierta perplejidad y comprendí que era ridículo tomar prestado el nombre de mi hermana, de modo que para el papel estelar de Ensemble en Oh! What a lovely war me convertí en Cory Hall. ¿Cory y Dorrie?. Entonces se me ocurrió que podía mantener la cuestión en familia utilizando el apellido de soltera de mi madre: Keaton. Diane Keaton”.
La vida sentimental que Keaton ha querido contar está tan marcada por sus padres como por los tres actores que ocupan su vida amorosa, a menudo teñida por un carácter de joven neurótica: “Durante muchas de nuestras conversaciones, incluso las que giraban en torno a mi tema favorito —yo—, estaba distraída por otras cuestiones. Con demasiada frecuencia tiraba de mí una obligación más fuerte que mi enamoramiento de Woody Allen. Por ejemplo, supongamos que él quería ver a las tres de la tarde el documental Le chagrín et la pitié en la calle 59 con la Tercera. Pues no podía ser, yo no podía ir. No tenía tiempo de cobrar mi cheque del mes e ir al Woolworth's de la calle 86 antes de que cerraran a las siete. Me había quedado sin caramelos Kraft, sin judías con tomate Boston o sin chicle de sabores variados. Además, el cine de la calle 59 estaba demasiado lejos para que pudiéramos pasar un momento por Gristedes. Es triste que las exigencias de la bulimia resultaran más fuertes que mi deseo por Woody, pero así era”.
El libro está salpicado de fragmentos de diarios y notas escritas en servilletas o memorandums, reflejos de la Diane adolescente que se siente patito feo cuando el chico que la lleva al baile del instituto prefiere a otra para bailar; o los restos escritos de su separación de Al Pacino; o breves cartas de Warren Beatty o Woody reforzando la inseguridad que aparentemente Keaton ha usado como combustible vital a menudo. Algunas de sus reflexiones reflejan el descubrimiento de obviedades maduras: “Mi madre sabía una cosa: todo se reduce a la familia. Un día nos damos cuenta de que hemos pasado la vida con unas pocas personas. Es mi caso. Tengo una familia; dos en realidad, o tres, pensándolo bien. Están mis hermanos, y están mis hijos, pero también tengo una familia extendida. Las personas que han permanecido a mi lado. Las personas que han acabado siendo más que amigos; las personas que me abren cuando llamo a su puerta. A esto se reduce todo”.
Buena traducción del estilo de Keaton, ágil, vivaracho, con brevedad en las disquisiciones, capacidad autocrítica y humor escaso. El esfuerzo por no alargar en exceso su libro saca de la historia el contexto histórico, menos política de la que cabría esperar de su imagen, y a menudo el cinematográfico. Se lee con más placer si se han superado los cuarenta, y aún más si se pertenece al club de mujeres independientes. Diane Keaton parece una neurótica integrada, ha valido la pena conocerla mejor.