50 películas que hay que ver antes de morir: "¿Qué fue de Baby Jane?" (1962), odio envenenado
Querido diario:
«Antes de verla conmigo en Cannes no había llegado a verla entera, y creo que no estaba preparada para la experiencia de ver la película con un montón de gente». (Robert Aldrich)
Apenas habían pasado cinco minutos del comienzo de la proyección que presentaba la película a los europeos, sentados en las butacas de Cannes en la primavera de 1963, cuando Aldrich se giró sorprendido por un sollozo desesperado de Bette Davis, acomodada a su lado. “Estoy espantosa”, lloraba, “¿De verdad soy así?”. Dos horas después los críticos estaban desconcertados ante un melodrama que se salía tanto del género que se tardó algún tiempo en encontrarle una etiqueta: el género de “horror gerontológico”. Un mutante nacido del melodrama psicológico, del policiaco, y hasta de la comedia macabra, con personajes y ambientes muy estrafalarios, con protagonistas ancianas entregadas a perversiones criminales. A la inmensa mayoría les pareció un exceso que bautizaron “gran guiñol”, mientras se preguntaban cómo era posible que el autor de “El beso mortal” se complaciese en excesos tan enfermizos, y cómo la gran estrella había aceptado convertirse en gárgola desequilibrada.
La respuesta comenzaría muchos meses antes, cuando Bette Davis presentó en Broadway la versión teatral de “La noche de la iguana” y entre las invitadas estaba su “archienemiga” Joan Crawford. Las dos hablaron de una novela que acababa de leer Joan, un libro que podía convertirse en una película para dos estrellas maduras. Bette ya conocía la novela de Henry Farrell con la historia de dos hermanas que fueron estrellas de cine, y que ahora viven juntas una vida gris, barroca y desesperada, en las afueras de Hollywood. Una está clavada a una silla de ruedas por culpa de un accidente de circulación; la otra ha perdido la cabeza por culpa de la industria del cine. Un representante había pensado tiempo atrás que Bette y Olívia de Havilland podrían hacerla pero el asunto no había pasado de ahí. Joan Crawford se lo había sugerido a Robert Aldrich y éste había comprado los derechos. Las dos, conscientes del valor que podía dar al proyecto su conocida competitividad, lo encontraron “estimulante”, pero Bette dejó claro que sólo aceptaría el papel de Baby Jane, tras confirmar que Aldrich no se había acostado con Joan y por tanto no la favorecería. También aceptaría rebajar su salario para ajustarlo al presupuesto de menos de un millón de dólares que calculó Aldrich, si Joan hacía lo mismo.
Joan había pensado en Baby Jane para ella misma, pero aceptó. «…tenía las mejores escenas y, para colmo, durante toda la película. Yo estaba lisiada, físicamente, y ella estaba loca, mentalmente, y lo mental siempre gana en la pantalla». Por la misma razón Bette no aceptaba interpretar a la hermana clavada en la silla de ruedas y prefería a “la loca”. «No sabía cómo enfocar el personaje hasta que vi el vestuario. En cuanto lo vi, ella apareció ante mí». Insistió en crear ella misma su maquillaje, sabedora de que ningún maquillador aceptaría lo que pensaba hacer a Baby Jane. Quería convertirla en una de las mujeres que había visto a menudo en Hollywood Boulevard, que parece que en vez de lavarse la cara, se limitan a darse otra capa de maquillaje cada día. “Utilicé una base de maquillaje blanco tiza, mucha sombra de ojos, muy negra, maquillaje de labios en forma de corazón, un lunar en la mejilla y una peluca rubia oxigenada, con tirabuzones a lo Mary Pickford”. El resultado era tan espeluznante que Aldrich le pidió que lo rebajara, pero Bette fue radical: o lo aceptaba o buscaba otra actriz para el papel.
Joan Crawford procuró todo lo contrario. Estaría toda la película en una silla de ruedas, pero estaría todo lo guapa que fuera posible estar en esas condiciones. En la escena en que Crawford baja una escalera con muchas dificultades, se negó a quitarse el esmalte de las uñas: «Me lo has quitado todo», le gimió una Joan desvalida a Aldrich, «¡No me vas a quitar el esmalte de uñas!». Joan incluso había incluido en su vestuario sostenes de tres tallas. En la famosa escena en que aparece tendida en la playa se puso uno de la talla más grande. Bette no dejó de usar su aguijón natural: “Seamos francos: cuando una mujer está tumbada boca arriba, por muy exuberante que sea, el busto no permanece erguido. Y Blanche llevaba veinte años consumiéndose. En la escena yo me caía encima de ella. Casi se me corta la respiración. Fue como caer sobre dos balones de fútbol”.
El enfrentamiento incruento jugó a favor de la película, que se rodó en condiciones económicas poco habituales para ambas estrellas que, inevitablemente, cada vez que salían y entraban al Estudio de alquiler donde se hacían los interiores, veían justo en la acera de enfrente la ornamentada verja de los estudios Paramount que en "El crepúsculo de los dioses", el chofer Erich Von Stroheim cruza con la antigua estrella Gloria Swanson. El rodaje era tan precario que Aldrich no tenía dinero suficiente para trucar unos planos de Baby Jane conduciendo por Hollywood, o al menos eso convenció a Bette, para sentarse al volante y ponerse a conducir, con el cámara instalado en el asiento trasero o en el capó. Fuera por dinero o porque las transparencias habituales ya sonaban falsas, al ponerla a conducir de verdad, a sortear el tráfico real, Aldrich consigue que el personaje resulte más terrorífico todavía.
El jefazo de la Warner relata en sus memorias que asistió a un pase previo en Nueva York y no recordaba un griterío semejante desde hacía muchos años: “Creí que la sala se venía abajo”. A la semana siguiente se estrenaba en Los Ángeles y el Hollywood Reporter publicaba: «¿Qué fue de Baby Jane? ha entrado en la historia del cine: a lo largo de este fin de semana ha generado 1.600.000 dólares en derechos de distribución, por lo que la película de Warner-Seven Arts Association y Robert Aldrich ha entrado en beneficios en menos de dos semanas». A finales de los ochenta la cifra alcanzaba los diez millones. Hasta los más críticos acabaron entendiendo esta espeluznante obra maestra con Bette Davis jugando en el filo de la cuchilla que separa la tragedia melodramática del ridículo.
Esta noche puedes verla a las 22:00 en TCM (dial 46 de Digital +).
Canciones para un programa de radio que ya no está 🙁
Primera Hora
101 - Last Days Of April - Aspirins and Alcohol.
102 - Goya Dress - Sweet Dreams For You.
103 - Alisha's Attic - Pretender Got My Heart.
104 - Dubstar - Just a Girl She Said.
105 - Benton Falls - Swimming With You.
106 - Monster Magnet - Space Lord.
107 - PJ Harvey - The Devil.
108 - The Gathering - Treasure.
109 - Kevin Johansen - Heat Of The Moment.
110 - Air - Cherry Blossom Girl.
Segunda Hora
201 - Evanescence - Bring Me To Life.
202 - Fountains of Wayne - Stacy's Mom.
203 - Gluecifer - Easy Living.
204 - Spyro Gyra - Morning Dance.
205 - Fleetwood Mac - Dreams.
206 - Stevie Nicks - Edge of Seventeen.
207 - Dave Edmunds - I Hear You Knocking.
208 - Sophia - Oh My Love.
209 - The Fall - Totally Wired.
210 - The Wedding Present - My Favourite Dress.