Querido Teo:
En sus memorias, al llegar el momento de hablar de su segunda esposa, Chaplin se niega a extenderse más de unas líneas y da como razón la existencia de dos hijos comunes a los que no gustaría nada de lo que él pudiera recordar. Al margen de la insociabilidad e ingratitud, evidentes para varios de sus biógrafos, el gusto de Chaplin por la “mujer-niña” se convirtió en el factor más determinante de
su vida privada, porque ni la madurez le hizo renunciar a su necesidad de lozanía femenina.
Parte de esa necesidad apartó a Edna Purviance del papel protagonista de
"La quimera del oro", había engordado y su físico había pasado de moda. Chaplin buscó a una principiante más maleable. Vio a muchas aspirantes y acabó decidiéndose por Lolita Mac-Murray, a quien se llamó Lita Grey y que había hecho el papel de ángel en el sueño de
"El chico" con doce años de edad. Lolita había cumplido los dieciséis, se había desarrollado y aprendido a ser seductora. Aunque resultara poco fotogénica y algo vulgar, Chaplin se entusiasmó con su vivacidad animal y despreocupada. No dio importancia a su fracaso escolar, escasa sensibilidad, poco talento y su dependencia de una madre-agente que la dirigía.
Charlie y Lita dejaron que se conociera el idilio y, de repente, a los pocos meses, la familia de ella, uno de cuyos miembros era abogado, exigió un matrimonio inmediato. En otro caso llevarían a Charlie ante los tribunales de Washington por corrupción de menores, y conseguirían una condena de cárcel.
La trampa se cerró en Méjico con una boda que terminaba con el idilio y que comenzaba un calvario. Lita llenó la casa de viejos amigos que Chaplin no apreciaba, fiestas y confianzas muy alejadas de sus costumbres y deseos, así que empezó a huir de su hogar y a buscar el olvido en largas caminatas nocturnas y compañía de amigos. También buscó una nueva protagonista para “La quimera del oro”. Comprendió las maniobras con que había sido engañado, y decidió impedir a Lita que hiciese carrera gracias a su película.
En la primavera de 1925 nació un niño, que no logró traer la paz al matrimonio, ni cambiar el estilo de vida de Lita o Chaplin. Al año siguiente nació un segundo hijo, sin que se modificasen las cosas. A fines de 1926, Chaplin había montado siete bobinas de “La quimera del oro”. Pensaba acabarla en la primavera siguiente. Pero cada vez le costaba más esfuerzo trabajar con regularidad porque la situación doméstica le agobiaba más y más, hasta que se produjo el estallido.
Lita cenaba con varios de sus amigos en un hotel. Chaplin había vuelto del Estudio, cansado por un día de mucho trabajo. Llegaron varios coches y descendieron Lita y todos sus invitados dispuestos a divertirse. Empezó a sonar la música. El fonógrafo empezó a tocar los últimos discos de moda, el “jazz-band”, tanto y tan fuerte que Chaplin, harto, puso en la calle a todo el mundo. Lita siguió a sus invitados, y, a la mañana siguiente, pidió el divorcio.
Se ha hablado mucho de este divorcio. Y es porque, dejando de lado el drama en su vida privada, no hubo nada más cerca de destrozar la carrera de Chaplin. También reveló rasgos sobrecogedores de la prensa y los conservadores americanos.
La fuerza del despecho y la codicia de madre e hija se vieron respaldadas con ferocidad inaudita, para transformar aquel divorcio en un enfrentamiento no sólo entre Charles Chaplin y Lita Grey, sino entre una parte de Usamérica y el genio de un “extranjero” independiente.
Instruida por su madre, Lita había valorado a Chaplin como un hombre que producía dólares. Las buscadoras de oro eran más frecuentes en Hollywood que en ningún otro lugar fuera de la costa azul, y el matrimonio era un medio tan “legítimo” de hacer dinero como el divorcio. Chaplin era un tacaño, siempre temeroso en lo más profundo de revivir los padecimientos y la miseria de su infancia y juventud. Pero hubiera llegado a un acuerdo si su esposa no hubiera aspirado a su ruina total, no sólo económica, sino también de su prestigio y popularidad.
La demanda de divorcio de Lita rebosaba de acusaciones sensacionales, una enumeración de las menores extravagancias, que sólo se entendía pensando en una premeditación orientada desde los primeros meses de su relación. La prensa sensacionalista, prácticamente no se leía otra, disponía de detalles ofrecidos por las dos mujeres que dejaban a Chaplin reducido a un ser abyecto. Con la precisión de una luz láser, los abogados apuntaron sobre los bienes de Chaplin. En sólo unos días se apoderaron de su casa y recibió una notificación que le prohibía entrar ¡en su propio Estudio!. Pedían además una compensación de un millón de dólares, una fortuna que Chaplin no tenía, porque colocaba su propio dinero en la producción de cada nueva película.
Aquel divorcio tuvo mucha más importancia que un simple asunto sentimental. Se trataba de sus hijos, de su carrera, de su arte y hasta de su equilibrio mental.
Su misantropía, su inestabilidad de humor, su miedo a ser engañado, que le hace cometer a menudo actos de dureza o de pusilanimidad desconcertantes, alcanzan en esos meses sus cotas más altas, hasta amenazar con nublarle la razón.
Dada su experiencia, Chaplin apenas hacía declaraciones, callaba y aguantaba hasta que no pudo más. Tomó un avión a Nueva York como un fugitivo tembloroso que buscaba un refugio donde guarecerse de aquellos ataques que le enloquecían. Su abogado en Nueva York lo conocía desde hacía años y le apreciaba como a un hijo. Al abrirle la puerta de su casa vio ante si y ante todo a un hombre enfermo, casi delirante. Llamó a varios médicos tras acostar a Chaplin, y durante muchos días todos trabajaron muchas horas para salvar la vida de un hombre con pocos recursos físicos. Poco a poco, Chaplin recobró la salud.
La soledad de la casa de su abogado, en donde se le ocultaban siempre las noticias de la batalla que continuaba en Los Ángeles, calmaron sus nervios. No se enteró hasta más tarde que Lita llevaba su venganza por la pérdida de su papel en “La quimera del oro”, hasta calumniar a la actriz que ella misma había sugerido a su marido para protagonizar “El circo”, Merna Kennedy, una amiga de su infancia.
Cuando Chaplin intentó defenderse, con un memorial que presentó ante los tribunales y que respondía punto por punto a las acusaciones lanzadas por su mujer, comprendió que se enfrentaba a mucho más. Tras Lita Grey estaban el puritanismo yanqui, asociaciones de mujeres tan fuertes como mecánicamente injustas, la envidia que su éxito inspiraban a mucha gente, fuerzas que amplificaron las calumnias y las acusaciones de inmoralidad y de anarquía. Las mismas fuerzas que quince años después de todo esto, con ayuda de la política, lograrían su marcha definitiva.
Agobiado por las preocupaciones, con sus bienes embargados, Chaplin tuvo que abandonar durante más de un año “El circo”. Se emplearon contra él todas las armas sucias de los abogados que anteponen el fin del triunfo a los medios para alcanzarlo. Incluso amenazaron con expulsar a la madre que vivía en California, desde que Chaplin y su hermano habían conseguido traerla desde un manicómio inglés. Desesperado, enfermo, Chaplin tiró la toalla. Lita Grey ganó la causa. Recibió más de un millón de dólares y conservó sus dos hijos. Entonces Chaplin, perseguido todavía, envejecido veinte años, según él mismo dijo, volvió a ponerse al trabajo. Y acabó “El circo”.
Carlos López-Tapia
Estupendo.
Muy buen trabajo biografico, yo soy historiador y cuento con el acta de matrimonio original de Charles Chaplin y Lita Grey cuando se casaron en Sonora, Mexico. Un 24 de noviembre de 1924. Ernesto Sosa Rocha tel. Mexicali, B.C. 686 2 51 44 44 cel. 686 1 72 19 99