50 películas que hay que ver antes de morir: "Taxi driver" (1976), un enfermo conduce en la ciudad

Querido diario:

El taxista Travis nació en la cabeza del hijo menor de una familia de calvinistas de origen holandés. El cine estaba prohibido en su casa y su padre les hacía llegar a la iglesia una hora antes, para cerciorarse de que ocuparían siempre los mismos reclinatorios. La madre, le mostró cómo era el infierno clavándole una aguja. Cuando era necesario le decía: «¿Recuerdas lo que sentiste cuando la aguja te atravesó el pulgar? Bueno, así es el infierno, pero sin parar.» El infierno se ganaba por escuchar una canción de rock, interrumpida bruscamente al entrar su madre, sorprenderle y lanzar el aparato de radio contra la pared. El padre castigaba a los hermanos azotándoles la espalda con el cable de su maquinilla de afeitar, enchufe incluido. El joven pensó en ser pastor, pero, cuando entró en el Calvin College, eran los años sesenta, y el movimiento pacifista y de enfrentamiento generacional le estalló en la cara. «Me enamoré del cine precisamente porque estaba prohibido». Por fin se enfrentó con sus padres, vió su primera película a los 17 años, estudió cine y hoy su nombre es reconocido por muchos aficionados: Paul Schrader.

Paul terminó sus estudios de cine y pasaron algunos años sin lograr nada más que vender alguna crítica en la prensa. Se había separado de su esposa por otra mujer, que le dejó algún tiempo después, y se sintió solo, fracasado en todos los sentidos, en mitad de una ciudad como Los Ángeles, cara y llena de competencia descarnada. Entró en barrena. Schrader lo ha recordado en entrevistas: «Esas fantasías violentas y autodestructivas que uno normalmente reprime comenzaron a hacer presa en mí. Por la noche, salía a dar vueltas por ahí, iba de bar en bar, bebiendo whisky escocés, iba a peepshows, esos aparatitos de 8 Mm. en los que hay que echar veinticinco centavos en la ranura para que sigan funcionando.” Después de masturbarse con ese estímulo pseudocinematográfico se sentía peor y más solo. Empezó a caer enfermo cada vez más seguido, hasta que un día tuvo que ir a urgencias con un dolor terrible. Tenía úlcera. Fue estando ingresado en el hospital cuando se le ocurrió la idea del taxista, ese hombre anónimo y furioso. “Me saltó de la cabeza como un animal salvaje. Como si alguien me hubiera dicho: “Pero si es una ficción, no eres tú. Ponlo en una película y sácalo de tu maldita vida, ése no es su lugar.”

En esos días de capa caída, consideró la posibilidad de irse de Los Ángeles, pero decidió que nunca se perdonaría a sí mismo si al menos no intentaba escribir un guión. El resultado fue “Taxi Driver”, que escribió febrilmente sentado a una mesa de madera maciza. Lo tuvo en diez días, siete para el primer borrador y tres para reescribirlo. Al terminar toda la mesa estaba cubierta de cortes hechos a cuchillo. Paul se quitó aquel peso y se mudó de Los Ángeles a Nueva York. Pasaron tres años hasta que la historia cayó en manos de Scorsese, gran esperanza del momento, mientras se añadían nuevos detalles.

Una noche, Paul se ligó a una chica en el bar de un hotel de Nueva York. Cuando subieron a su habitación, se dio cuenta de que la chica era una prostituta enganchada por las drogas y menor de edad. A primera hora del día siguiente le envió una nota a Scorsese diciéndole: “Iris está en mi habitación. Vamos a desayunar a las nueve. ¿Me harías el favor de acompañarnos?” El personaje de Jodie Foster fue reescrito a partir del encuentro con esa chica.

“Taxi Driver” se comenzó a filmar en las calles húmedas y recalentadas de Nueva York, en el verano de 1975, mientras "Tiburón" hacía que la gente abandonase las playas del país. Se estrenó en la Gran Manzana a mediodía del 8 de febrero de 1976. Hacía mucho frío, pero la mayoría de los jóvenes que formaban una larga cola llevaban el pelo muy corto y chupas recicladas del ejército, y por su aspecto podrían haber sido colegas del taxista inolvidable compuesto por De Niro. La expectación por la película había ido creciendo, pero dejó pasmado a todo el mundo al convertirse en un éxito comercial. Había costado menos de dos millones y recaudó más de doce.

Nueva York es tan protagonista como si fuera otro actor. Observa la escena en la que De Niro lleva el taxi a las cocheras de la calle Cincuenta y siete, baja del coche y empieza a caminar en una dirección, la cámara hace una panorámica en la otra dirección y lo encuentra cuando Bobby llega al lugar al que se dirige. No le ha seguido, porque prefiere mirar el mundo en que vive. Este mundo debía tener una música, y el encargado de descubrirla es Bernard Herrmann, que conoció la ciudad viviendo en ella y escuchó en su cabeza acordes bajos, sombríos, temerosos, una música que parece emerger de las alcantarillas, surgir entre los callejones sin salida, salir de los edificios amenazantes.

“Taxi driver” resultó perturbadora para todos los que la entendieron. Dos meses escasos después de que Reagan fuera investido como presidente de los Estados Unidos, en marzo de 1980, un perturbado le disparó en las costillas a la altura de la axila. Tras ser atrapado e interrogado se comprobó que todo su móvil era que deseaba con todas sus fuerzas impresionar a la joven Jodie Foster de la que se había enamorado en “Taxi driver”.

Esta noche puedes volver a verla a las 22:00 en TCM (dial 46 de Digital +)