Querido diario:
El hijo y sucesor del
fundador del negocio joyero más cinematográfico, Charles Tiffany, recibió el nombre de Louis Comfort, y nació en 1848, con todos los recursos para formarse. Estudió pintura y, a los veinte años, viajó a Europa para ampliar su formación. En Londres estudió con Arthur Liberty, fundador en 1875 de la primera e imponente tienda de ropa y telas Libertys. Luego viajó a París y conoció a los artistas que ya por entonces estaban creando el movimiento del ArtNouveau. De vuelta a Nueva York con la cabeza llena de arte y la cuenta corriente de dinero, investigó el vidrio de colores. De hecho su adaptación del vidrio opalescente para que se pudiera utilizar en ventanas fue
"una de las mayores contribuciones al repertorio de los vidrios de colores desde la Edad Media". Los espléndidos ventanales que diseñó e instaló son su aportación más importante al arte mundial, pero aplicó las técnicas opalinas para crear además objetos de vidrio, producidos con el mayor rigor artesanal y cuyos precios eran prohibitivos. en 1906, una lámpara de mesa con su firma costaba 750 dólares, mientras una casa de seis habitaciones de un buen arquitecto costaba menos de 1.000 dólares.
Su preocupación principal fue siempre la presentación por medio del vidrio de nuevas formas de luz pura o de colores. Tuvo la suerte de comenzar a trabajar en un momento en el que en Estados Unidos se estaban construyendo más de 4.000 nuevas iglesias, y la mayoría pedían a gritos cristaleras.
Tiffany realizó algunas de las decoraciones más notables que se hayan creado jamás en Estados Unidos, siempre en búsqueda, amplificación y glorificación de la luz, entre ellas la casa de Mark Twain en Connecticut. Redecoró la casa de Ogden Goelt en la intersección de la calle 59 con la Quinta Avenida por 50.000 dólares, un récord en ese entonces, y sus honorarios fueron aún más altos en el caso de la mansión Vanderbilt, en la calle 58 y la Quinta Avenida. Cuando el recién nombrado vigésimo primer presidente Chester Arthur se mudó a la Casa Blanca, le dio una fiebre decoradora que se concretó en una cola de veinticuatro carros de mudanza tirados por caballos con los muebles viejos, y llamó a Tiffany para que volviera a diseñar los salones de los estados, incluyendo apliques de mosaicos de vidrio en el Salón Azul y un ventanal de vidrio que abarcaba toda una pared del salón comedor.
Pero su fama decayó y cuando Theodore Roosevelt, que lo odiaba porque se decía que Tiffany llevaba "una vida libertina", ocupó la Casa Blanca, ordenó a su arquitecto que "hiciera añicos ese ventanal” y, sin dar oportunidad al diseñador de comprar su creación, lo tiró a la basura. El vidrio de colores que Tiffany había hecho colocar en la catedral de San Juan el Divino fue desmontado deliberadamente por el arquitecto Ralph Adam Cram. La casa de su padre, en la avenida Madison, que él había decorado exquisitamente, fue destruida y, después de su muerte, en 1933, comenzó la verdadera devastación. Se remataron sus existencias a precio vil, se arrasó con su mansión de la calle 72, donde se encontraban muchas de sus obras maestras, y prácticamente se regalaron todos los objetos que diseñó y reunió con dedicación en Laurelton Hall, que a su vez se incendió en 1958, cuando hacía ya casi veinte años que la joyería se había trasladado al lugar actual, en la Quinta Avenida. Llegado ese punto, casi en el momento justo, volvió a ganar reputación, y una de aquellas lámparas Tiffany que en 1906 valían 750 dólares, se remató a fines de la década de 1990 por un millón de dólares.
El artista había muerto y su legado había sido arrasado, pero se impuso la calidad de su herencia y los herederos pensaron que era necesario modernizarse e incorporar a los grandes diseñadores del momento a la casa. El diseñador parisino Jean Schlumberger, fue el primero en abrir su salón en Tiffany y en 1968, su trabajo vuelve a la Casa blanca, cuando la esposa del presidente Lyndon Baines Johnson le pide a Tiffany que diseñe un juego de servicio chino, que allí continúa.
Elsa Peretti, la primera colección de Paloma Picaso, y muchos otros diseñadores pasan por las vitrinas de la joyería, y los museos de todo el mundo empiezan a exponer sus colecciones hasta que en 1995, el Louvre honra al diseñador de Tiffany Jean Schlumberger con un retrospectivo titulado Un diamante en la ciudad.
El arquitecto más popular del mundo en estos momentos, Frank Gehry, ha sido el artista más reciente en hacer con Tiffany la presentación de su colección de joyas. Con más de 150 años de historia, Tiffany es la joyería más reputada y las estrellas siguen pagando fortunas por los anillos de compromiso de sus novias… aunque luego estas las subasten al divorciarse, como hizo Kim Basinger con el anillo de 40.000 dólares que le había regalado Alec Baldwin.
Buenas tardes, si fueran tan amables mandarme el valor de esta lampara, pero como araña, desde ya muchas gracias, es preciosa.