Tiffany´s es la joyería más cinematográfica por algo (I)
Querido diario:
No hay que tener más de catorce para saber ya el valor de los diamantes. Basta con conocer videojuegos y ver unas pocas pelis. Rápidamente tropiezas con la única joyería que tiene reconocimiento universal: Tiffany´s. La mayoría supimos por primera vez de esta joyería en “Desayuno con diamantes”, una adaptación de la novela “Desayuno en Tiffany's”, de Truman Capote, que no tuvo nada que ver con la adaptación. La protagonista encarnada en Audrey Hepburn, emplea la joyería como metáfora…. ¿De qué?
Para los norteamericanos, no sólo para los neoyorkinos, es un pedazo de su historia aunque pocos recordarán hoy que Charles Tiffany colaboró con Edison diseñando y decorando el primer teatro con iluminación eléctrica de Nueva York y del mundo en 1880, el germen de Broadway, cuyas candilejas fueron durante años la envidia de los empresarios teatrales europeos.
En todo caso para la última veintena del siglo XIX el joyero había popularizado su nombre por medio mundo y llevaba más de cuarenta años trabajando, desde que había fundado en 1837, junto a un socio, un negocio de papelería y regalos que llamó la atención de la prensa por dos motivos: su elegancia y que cada articulo estuviera marcado con un precio de venta no negociable. Una política revolucionaria. Charles era hijo de un comerciante textil próspero, y su familia había llegado a los Estados Unidos en las primeras migraciones. Era tan curioso como emprendedor y entró en el negocio de la joyería gracias a un préstamo de 1000 dólares. Tenía entonces 25 años y en treinta hizo que su firma fuera la más rentable de su tipo en el mundo; vendía jade, cristal veneciano, marfil indio, piezas chinas, y, sobre todo, diamantes. Cuando media Europa estalló en 1848 rebelándose contra las monarquías absolutas, el precio de los diamantes bajó más de la mitad, y el joyero no dejó pasar la oportunidad. compró y desmontó las joyas de María Antonieta, vendió una gran cantidad de piedras preciosas a Napoleón III y a la emperatriz Eugenia y luego, cuando su precio bajó, las volvió a comprar y vendió el monstruoso collar de Eugenia —tenía 222 diamantes en cuatro ristras— a la esposa del magnate de la prensa Joseph Pulitzer. Pagó más de millón y medio de dólares a la destituida reina Isabel de España por sus joyas y se las vendió a la esposa de un magnate de California.
Con semejante currículum Charles convierte su negocio en el primero en joyas del mundo, inaugura la tradición de hacer un catálogo anual y sus talleres son los primeros en trabajar la plata de ley 925/1000. Los quinientos artesanos plateros de su taller impusieron nuevos patrones para objetos de arte contemporáneos que rivalizaban con los de París y con los de San Petersburgo.
Cuando Charles Tiffany asume en 1853 el control de la empresa, hace colocar sobre la entrada principal un reloj sostenido por la figura mítica de Atlas condenado a sujetar el mundo sobre sus hombros. El reloj se convertiría en el segundo icono, ya que el primero lo fueron las cajas con el azul corporativo, las cajas Azules de Tiffany que quieren evocar elegancia y exclusividad. Las cajas y su color han mantenido la imagen de la joyería durante casi dos siglos, pero el reloj no ha podido mantener la hora. El enorme Atlas tallado en madera sostiene un reloj parado el 15 de abril de 1865 a las 7, el momento preciso en que murió Lincoln.
Era un gesto apropiado a la vida y muerte del hombre que extendió el antiesclavismo hasta la única guerra civil que ha sufrido Usamérica, pero además Charles Tiffany le debía mucho. No sólo le había vendido las perlas que la señora de Lincoln había lucido en la ceremonia de toma de posesión, sino que obtuvo la concesión para proveer al ejército de espadas, instrumentos quirúrgicos, charreteras, insignias, adornos para las gorras y espadas con piedras preciosas incrustadas para varios altos mandos. Una fortuna incluso para los estándares de entonces.
En 1877 Charles Tiffany recibe la información de una piedra encontrada en Sudáfrica, que compra y pone en manos del primer gemologista contratado por una joyería. El Doctor George Frederick Kunz supervisa y define el corte de la piedra, hasta lograr tallar 90 facetas con un peso de 128.54 quilates, una piedra amarilla que, junto a algunas joyas reales expuestas a los turistas, es posiblemente la más visitada del mundo en la tienda de la Quinta Avenida de Nueva York, situada en ese punto desde los años 40. La piedra recibió el “honor” de ser bautizada como “el diamante Tiffany´s” y fue usada por Audrey Hepburn en una sesión de fotos para la publicidad de la película. El hombre que la cortó fue uno de los que decidió a principios del siglo XX que el quilate métrico sería la medida universal para valorar los diamantes.
El trabajo de Charles alcanza tanto prestigio que recibe del gobierno el encargo de revisar el sello de los Estados Unidos de América, y su renovación ha perdurado hasta hoy, todos la conocen puesto que puede verse en los billetes de 1 dólar.
Cuando Charles murió, a su lado estaba el hombre que llevaría aún más lejos el prestigio de la joyería, el hombre que la elevaría a arte contemporáneo, y que sin embargo se vería maltratado hasta asistir a la destrucción de algunas de sus obras más valiosas.