Querido diario:
Joe Mankiewicz nació hace un siglo, y ese cuerpo que hoy es digno de un necrófilo con paladar, no sólo fue el responsable de presentar a Kate y Spencer, y protagonista de una de las anécdotas más repetidas cuando Kate le dijo a Tracy: “Me temo, señor Tracy, que es usted demasiado bajo para mí “…. a lo que repuso Joe Mankiewicz: “No te preocupes, ya verás como te pondrá a su altura”. Kate escupiría en la cara a Mankiewicz años más tarde, cuando ya era director, pero entonces Mankiewicz no se equivocó.
Joseph Leo Mankiewicz nació el 11 de febrero de 1909 en un pueblo pequeño de Pensilvania. Su padre era un profesor de literatura, conocido y respetado en Nueva York, que había emigrado desde su ciudad natal, Berlín, a los diecisiete años. Joe Mankiewicz tenía dos hermanos mayores, Herman y Emma. Su madre valoraba el compromiso social con los necesitados, tanto como que sus hijos estudiaran. Joe se sintió atraído por el mundo de la medicina y la física. No le costó ningún gran esfuerzo entrar en la Universidad de Columbia. Su padre, decepcionado tras los abandonos de las carreras universitarias de sus hijos mayores, había concentrado sus esperanzas en que Joe continuase la tradición universitaria de la familia. Berlín se presentaba a finales de los años veinte como el corazón de la inteligencia científica europea, y allí lo envió su padre. Estamos en 1928 y Joe quedó fascinado por el ambiente cultural, y no tardó en ser habitual de teatros, cafés y cabarets. Sus estudios pasaron a segundo plano. En total desacuerdo con su padre, Joe consiguió un empleo en la UFA, tras ser confundido en un principio con su hermano Herman, que ya comenzaba a ser un guionista muy conocido fuera de Usamerica (aunque su mejor trabajo,
"Ciudadano Kane", tardaría unos años en llegar). Durante un año tradujo intertítulos del alemán al inglés, pero, tras una bronca del jefe por una única palabra mal traducida, fue despedido. En lugar de volver a la casa familiar, aguantó malviviendo en París cuatro meses y cuando estaba a punto de rendirse, recibió un telegrama de su hermano Herman, invitándole a irse con él a Hollywood. Era el año 1929, y nada más llegar a la estación, Herman lo llevó a una fiesta donde conoció a Clara Bow y a John Gilbert, entre otros. Quedó enganchado para siempre por el cine, donde hará de todo, pero siempre coherente con su intento de elegir asuntos relevantes, siempre diferentes.
Su hermano le animó a escribir argumentos, con tan buena suerte que uno de los primeros, “Las peripecias de Skippy”, consiguió una nominación al Oscar. En 1934, fue contratado por la Metro, y consiguió inmediatamente su segunda nominación gracias a “El enemigo público número 1”. Poco después se casó con la actriz Elizabeth Young y Louis B. Mayer, el patrón de la Metro, le convenció para que dejase de escribir guiones y se dedicase a la producción.
Durante los diez años en los que trabajó para la Metro, Mankiewicz produjo 20 películas, entre las que estuvo
"Historias de Filadelfia". Mientras tanto. Se separó de su primera mujer, se casó de nuevo con Rosa Stradner, tuvo dos hijos con ella, y luego se enamoró tormentosamente de la estrella del Estudio que no era otra que Judy Garland. El asunto provocó su despido fulminante. Ya había tenido otros encontronazos con el gran jefe, que había estado dispuesto a ceder ante la censura con tal de seguir vendiendo sus películas a la alemania nazi, y Joe le había amenazado con dimitir si la película en discusión no dejaba claro quienes eran los nazis.
Estuvo sólo unos días sin trabajo y entró sin problemas en la Twentieth Century-Fox, donde
Ernst Lubitsch le facilitó la dirección de “El castillo de Dragonwick. Una película a la moda gótica con heroína que tuvo como mayores referentes “Rebeca” de Hitchcock y “Jane Eyre” de Robert Stevenson. También era a la medida de la estrella Gene Tierney, que en aquel momento estaba en la cumbre y acababa de obtener una nominación al Oscar a la mejor actriz.
El estudio reunió a sus mejores profesionales para arropar a Mankiewicz en su debut en la profesión. Lo que menos le gustaba era el final feliz impuesto, pero acababa de entrar en la Fox y prefería no discutir. Todavía haría cuatro películas más de encargo, antes de llegar al punto donde deseaba: influir decisivamente en el conjunto de sus películas.
Muchas mujeres aceptan que su género tiene una habilidad especial para el maquiavelismo. Es una “cualidad” con aroma a misogínia pero asentada por el cine clásico. Joe es uno de los plantadores más importantes de esta idea en la genial
"Eva al desnudo", pero la idea original para la historia es de Mary Orr, por un relato publicado en “Cosmopolitan” y que, en realidad, se inspiraba en la experiencia real como actriz de su autora.
Mankiewicz escribió el guión y aunque fue sometido a toda suerte de censuras ridículas, no consiguieron acabar con su fuerza e ingenio. Es un ejemplo de lo que Joe sabía hacer con los diálogos, y contiene algunos de los párrafos más cortantes e inteligentes de la historia del cine y del melodrama clásico.
La Davis, la temperamental Margo Channing, nos clava una tremenda y directa definición de la mujer según Hollywood: “Hay una carrera que todas las mujeres tenemos en común, nos guste o no: ser mujer. Tarde o temprano tenemos que trabajar en ella”.
Aunque mi frase favorita, diario, es una que puede usarse con tanta frecuencia como asome la vanidad, es decir a todo trapo: “Ya es hora de que el piano se entere de que no es él quien ha escrito el concierto”.
Y esto mismo llegó a podérselo aplicar Joe cuando, por codicia económica, puso su firma a la película que causó el hundimiento de la Fox y que cambiaría el cine a partir de los años sesenta: "Cleopatra"
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