Asesinos en serie: El destripador de adolescentes
Querido diario:
Pronto se cumplirán veinte años del terror que vació la pequeña ciudad universitaria d Gainesville, en Florida. Eran los años noventa y el cine acababa de descubrir que asesinar adolescentes podía ser una fuente de riqueza. John Carpenter, el hombre que inició la franquicia "Halloween", había roto las taquillas y "Pesadilla en Em Street" lo había confirmado.
Sigourney Weaver y Jamie Lee Curtis se convirtieron en heroínas feministas, al tiempo que muchos se preguntaban sobre la edad adecuada para ver estas cosas, sobre la influencia del cine en nuestro comportamiento. "Scream" se estrenó con escenas censuradas en Argentina y Corea del Sur; estuvo prohibida hasta 1999 en Noruega, Australia, Chile, Finlandia, Francia, Alemania, Italia, México, Holanda, Portugal, Japón, Singapur, Suecia, Inglaterra y Usamerica. Parece que hay más acuerdo en que en ocasiones, esta escalada de sangre ha "ensuciado" el cuidado por la caracterización de los personajes. La serie "Scream" empezó en 1996, Wes Craven había reunido documentación para su nueva apuesta y ocupaba un lugar principal el caso del "Destripador de Gainesville".
El 26 de agosto de 1990 comenzó la serie de asesinatos que convirtieron a Gainesville, habitualmente llena de estudiantes de la Universidad de Florida, en una ciudad fantasma. Ese día se encontraron los cuerpos de dos chicas de 17 y 18 años, en el apartamento de estudiantes que compartían. Sus cuerpos estaban mutilados, desnudos, acuchillados y colocados en posiciones impactantes. La policía apenas estaba recogiendo pruebas cuando a la mañana siguiente, encontraron otro cadáver. Otra chica, 18 años, también estudiante. También el cuerpo estaba desnudo, apoyado al borde de la cama, sin cabeza ni pezones. Los pezones estaban cerca del cuerpo y en una estantería del dormitorio estaba La cabeza. Tenía un corte profundo desde el esternón hasta el pubis. No había relación entre las chicas, lo que hizo sospechar que se trataba de un asesino en serie. En ambos casos los vecinos habían escuchado ruido de ducha y música a un volumen muy alto. En ambos escenarios había desaparecido ropa interior, partes del cuerpo de las víctimas y los crímenes se habían cometido con un cuchillo de entre 10 y 15 centímetros.
La noticia ya estaba en todas partes y el tercer día se desbocó el pánico cuando aparecieron dos cuerpos más. Una chica y su compañero de apartamento, un hispano llamado Manuel, de 23 años, corpulento y deportista. No había mutilaciones, tal vez porque algo interrumpió al asesino.
Al cuarto día Gainesville era una ciudad traumatizada, a las cuatro de la tarde apenas había personas por las calles, la policía sólo tenía un sospechoso, el estudiante Edward Lewis Humphrey. Le habían echado de algunos pisos de estudiantes por su comportamiento violento y por sonámbulo. El fiscal consiguió meterle casi dos años en la cárcel sin más causa que haber amenazado a su abuela.
Dos semanas después del primer asesinato, la policía del pueblo de Ocala, también en Florida, detiene a un hombre por asaltar un supermercado a mano armada. Mientras estaba encarcelado, la policía de Gainesville cruzaba datos de los detenidos en la zona y descubrió que en la ciudad natal de aquel detenido, se había producido un triple crimen similar a los asesinatos de estudiantes y que, además, el detenido estaba en busca y captura por intentar matar a su padre. Entonces, investigaron sus pertenencias y encontraron un pelo púbico de una de las víctimas, su ADN en manchas de semen, y el ADN de Manuel en unas manchas de sangre de unos pantalones... el detenido se llamaba Danny Rolling.
Danny era un hombre que aún no había cumplido los cuarenta, con una historia reconocible para los criminólogos. Su padre era un agente de policía que le había empezado a dar las primeras palizas apenas aprendió a andar. Intentó suicidarse en la adolescencia después de una pelea con él. Dejó los estudios y entró en el ejército, de donde le echaron por consumir alcohol y drogas. Se casó y tuvo una hija, pero fracasó a los tres años, durante los que le detuvieron por voyeurismo. Acabó en la cárcel varios años por atraco a mano armada y allí descubrió el gimnasio y el ejercicio físico. Cuando regresó a su casa era un tío fornido y seguro, que acabó peleándose a tiros con su padre, quien le denunció por intento de asesinato.
Danny Rolling había llegado a Gainesville en autobús y se instaló en una tienda de campaña situada cerca de la casa de una de sus víctimas. Había estado encarcelado ocho años en Alabama, Georgia y Mississippi. Allí pasó un par de semanas acampado, y mató a los cinco estudiantes y tuvo que parar porque la policía comenzó a interesarse por él como sospechoso de un atraco, y había recogido su tienda y escapado hasta ser detenido por el robo del supermercado días después.
Durante tres años y a pesar de las pruebas de ADN, David insistió en su inocencia, pero finalmente lo reconoció y añadió otro asesinato en Louisiana en 1989. Dijo que apuñaló a toda una familia, al padre de 55 años, su hija de 24, y a su nieto de 8, mientras cenaban en casa.
Rolling ya en plena confesión, dijo que la culpa era de Geminis, una parte diabólica de su personalidad que, en realidad, es un personaje de "El Exorcista III", que había visto la semana de los crímenes de Gainesville. Los psiquiatras acabaron por creer en la multipersonalidad de David, pero dejaron claro ante el tribunal que sabía distinguir entre el bien y el mal. Fue condenado a muerte y comenzó la cuenta atrás para la inyección letal.
Entonces se supo algo más del caso, un detalle que resultaría también cinematográfico: David tenía su propia página Web de Internet. Publicaba una serie de sobreexcitados cuentos góticos a los que llamó Leyendas del pantano negro y vendía "The Making of a Serial Killer", el libro donde contaba sus experiencias. Se confiesa culpable de lo sucedido, como Géminis, da detalles de sus crímenes , dice sentir un profundo remordimiento, aunque se define como un "demonio sediento de sangre".
Durante los años en que Rolling estuvo en el corredor de la muerte se casó, publicó varios artículos, atendió entrevistas y murió cantando una especie de himno religioso que repetía la estrofa "nadie más grande que tú, Señor, nadie más grande que tú", y después de mirar a la madre de una de sus víctimas, que asistió a la ejecución.