Benicio del Toro, el mismo
Querido diario:
Dilema. Todavía no me he decidido por que tipo de hombre seré. A mi edad el propósito principal es polinizar, mi reloj biológico me empuja a reproducirme unas tres veces a la hora. La cuestión es que según el modelo que elija, acudirán tías distintas a la llamada de mis feromonas gritonas. No es cuestión de belleza, no voy a optar por Alain Delon, eso lo tengo claro porque un simple grano espinilla te hecha a perder el rostro perfecto. La personalidad adecuada para mi propósito de hiperpolinización y abandono posterior está clara: algo de vagabundo tierno, de rufián melancólico, y unas gotas de perdedor solitario. Esto suele resultar encantador, intrigante, hasta fascinante.
Pienso en un metro noventa centímetros de estatura -no es problema porque los zapatos con alza empiezan a publicitarse con naturalidad- gorra de béisbol, mata de pelos entrecanos tirando a sucios y despeinados; barba de dos días, piel como agrietada, ojeras, dientes amarillentos y voz afónica. O sea modelo "Beno", como llaman en su casa a Benicio.
Aunque nació en Puerto rico, se trasladó a Pennsylvania de crío, y es de los que hablan español con un acento inglés que sólo puede disimular cuando interpreta porque, relajado, es difícil entenderle por su variopinto spanglish.
Benicio ha contado que lo que le resulta más difícil es "Encontrar los momentos de cambio del personaje. Cambiar es un proceso que se logra de a poco y hay que encontrar cómo mostrar su proceso".
Las experiencias vitales duras nos explican a todos y buena parte del estilo de cada uno, Beno tiene las suyas. Hijo de padres abogados y con un hermano, Gustavo, dos años mayor, cambió de golpe su vida a los nueve años cuando su madre murió, víctima de una hepatitis crónica. "Fue el momento más fuerte de mi vida. Mi mamá era el cielo y las estrellas".
Al poco tiempo, la familia se instaló en Pennsylvania y allí, en plena adolescencia, tuvo que enfrentarse a la soledad y al nuevo paisaje. Aprendió a disfrutar de la soledad y empezó a pintar. Jugó en el equipo de baloncesto del colegio, pero sus resultados en la parte intelectual eran pésimos. Cuando se mudó a San Diego, lo hizo para matricularse en empresariales, con menos confianza que un herrero en una espada láser. No tenía ningún interés hasta que descubrió las clases de teatro. De ahí en adelante, su vida ya no iba a ser la misma.
Aquí tienes un video con algunos de los mejores momentos de Benicio a partir de entonces...
Sus compañeros de clase dicen que, de los alumnos del Conservatorio de Stella Adler, era el que más destacaba, pero le costó encontrar buenos
Trabajos. El ser latino no ayudaba. "Estás más limitado--. A veces sentía que si me cambiaba el apellido podría tener más suerte, pero entonces no sería yo mismo".
Querido diario, si resulta que se trata de ser uno mismo, me tengo que pensar esto mejor. Creo que todavía tengo poca mismidad.
Aquí un mp3 para escuchar y escucharle....
BeniciotoroAlbum.mp3