Cuaderno de viaje: Ischia y Procida, escenarios de cine
Querido diario:
Acabo de recibir otra postal de mi tío Anibal. No podía ser de otra manera. Ya se está preparando para colarse entre los famosos en el Festival de Venecia, y por eso, aprovecha estos días, para hacer un poco de turismo por la bella Italia. De momento, se ha ido hasta la isla de Ischia, que fue el escenario que el talentoso y desequilibrado Mr. Ripley escogió para sus entretenimientos.
Eludir la justicia requiere talento, esquivar a la propia conciencia es un privilegio del psicópata, sobrino. Por ello este Ripley de celuloide tan sólo es un meritorio del creado por mi admirada Patricia Hihgsmith. Sus aventuras se envuelven entre parajes cuya belleza estimula al criminal con clase y mejoran la sensibilidad de los forenses hastiados del levantamiento de cadáveres.
Buscaron durante seis meses y en 25 lugares de Italia antes de redescubrir esta isla. En la diminuta capital Ischia-Castello, los recién llegados se distribuyen en busca de sus balnearios, con aguas que brotan a 70 grados, calentadas por el infierno del magma sobre el que reposan Vesubio, islas y toda la bahía.
La casa de Dickie y Margie está junto a Bagno Antonio, frente a la playa donde conecta el tramposo con sus víctimas. Subo a la torre de avistamiento del Palacio Lo Scuoppolo y miro.
Colocaron un cabrestante para depositar los barcos que aparecen en la película descansando en dique seco y la plaza se hizo puerto. Ceno en Da Cocó y pido la mesa donde los actores hicieron protagonistas. A la luz de las velas, una dama me sonríe en una mesa vecina. Quiere entretenerse. Practicaré con ella el morboso juego de la impostura, donde el perdedor paga con su identidad. Lee la novela, sobrino.