Aprovecho mis veinte minutos de descanso en el "Danzad, danzad, malditos" que comenzamos en La Clínica a las ocho de la mañana. De momento quedamos más de cincuenta pero el claqué exige mucha pierna y empezarán a caer como moscas antes del mediodía.
Que no te parezca mucha gente porque es sorprendente la conservación de Fred.
En Fénix, la ciudad usamericana, una empresa llamada "Celebrity Collectables" tiene la última voluntad de Astaire entre sus documentos más vendidos a los fans, aunque por detrás de los favoritos que son el testamento de Cary Grant, con dieciséis páginas, y la autopsia de Marilyn Monroe.
Por supuesto llevo sombrero de copa porque mi pareja es mi amigo El Venas y me saca dos cabezas… pero es que voy a por todas. Al fin y al cabo cuando le hicieron la primera prueba a Fred Astaire en Hollywood, el apunte que se conserva dice:
"No sabe interpretar, no sabe cantar, se está quedando calvo y, como último recurso, puede bailar un poco."
Este tipo de metidas de pata es bastante frecuente, y con el éxito se recuerdan con una sonrisa de listeza. Pero tratándose de uno de los dos o tres mejores bailarines del cine, es peculiar que esté entre los olvidos más escandalosos de la Academia usamericana, que tuvo que cubrirlo con eunuco honorífico, lo que coloca a Astaire en un grupito de genios como Greta Garbo, Groucho Marx, Edward G. Robinson, Barbara Stanwyck, Shirley Temple, Judy Garland, Cary Grant, Gene Kelly, Orson Welles, que lo tenía como guionista de "Ciudadano Kane" y Charles Chaplin, que ganó uno por la música de "Candilejas".
Fred Astaire simplemente alcanzó el nivel de insuperable, y a nadie se le ocurrió pensar mientras bailó que se podía ir más lejos moviendo el cuerpo y a una chica.
Fred Astaire queda resumido de la mejor manera en esta secuencia del director al que más influyó, Stanley Donen, que a los nueve años se quedó tan flipado con la pareja Fred Astaire y Ginger Rogers en su primera aparición conjunta, "Volando hacia Río" en 1933, que fue a verla a la sala de cine unas veinticinco veces.
Para esta exhibición de "Bodas reales" construyeron una habitación que podía girar sobre si misma con la cámara fija y girando al unísono. Pegaron los muebles y fueron girando todo según Fred bailaba. Fíjate y observarás que Astaire se detiene ligeramente cada vez que tiene que pasar del teórico suelo a otra de las paredes. El tiempo necesario para compensar el giro y el cambio de gravedad. Astaire parecía poder moverse por encima del hombre sometido a la física.
Combinaba su imagen de caballero romántico con la de un "santo" en un altar. No había en él nada erótico ni sensual. En todas sus películas, sus parejas de baile parecen ahijadas angelicales. Por tener la sexualidad a cero, funcionan tan bien estas últimas secuencias de "Una cara con ángel" cuando Fred y Audrey "flotan" río abajo por el bosque de Chantilly, fotografiados con una bruma de luz difusa y rodeados de palomas y cisnes. Se trataba de un cuento de hadas al más puro estilo hollywoodiense, y tenía su propio encanto, pero todo está tan calculado que sabe aséptico.
Fred es de los pocos que nunca tuvieron problemas para trabajar. Pasó la moda de los grandes musicales, pero siguió bailando porque era un placer para casi todos los que trabajaban con él. Por eso trabajó con casi todos los que han pintado algo en Hollywood. Cuando George Lucas fue rechazado para el servicio militar, se quedó en la Warner, bajo las órdenes de un antiguo estudiante de su misma Universidad, Francis Ford Coppola, que le reclamó como su ayudante de dirección en el musical "El valle del arco iris" de 1968, uno de los últimos papeles de Fred.
Hay pocos actores que hayan creado iconos, Chaplin con su bastón y su sombrero fue uno, Fred con su sombrero de copa y sus zapatos de claqué otro. ¿Acaso hay más?
