Querido diario:
Me estaba viendo por el ojo derecho "Banderas de nuestros padres" y por el izquierdo "Cartas de Ivo Jima", cuando al ver una secuencia saltó algo en mi memoria. Hace unos cinco meses, el 18 de septiembre de 2006, estaba viendo el menú de necrológicas del día para hacer la lista de la compra. Entre ellas había una que me llamó la atención inmediatamente. Era una mujer anciana, 90 años, que había nacido en Los Ángeles de padres japoneses inmigrantes. Su nombre, Iva Ikoku Toguri, no me dijo gran cosa, pero su otro nombre, Rosa de Tokio, era el que aparecía en la peli de Eastwood, y en muchas otras películas de la II Guerra Mundial en el Pacífico.
Vivía en Chicago y su única familia era un sobrino que se encargó de avisar a los periodistas cuando murió. Su historia de injusticia fue una de las vergüenzas de Usamérica a lo largo del siglo XX, la historia de una vida destruida por gobiernos infames.
Iva era una niña integrada, fue girl scout, tocaba el piano y le gustaba mucho hacer deporte. Su madre era diabética y por eso decidió estudiar medicina en la Universidad de California. Sacó la graduación en ciencias sin problemas en junio de 1941, sólo días antes de que llegara a su casa una carta donde informaban a la familia de que una tía estaba muy grave. Su madre no podía viajar por la enfermedad así que la familia decidió enviar a Iva al Japón para que los representara en la probable muerte de su tía.
Se embarcó el 5 de julio en un vapor, pero no había tenido tiempo de solicitar y recibir un pasaporte convencional, así que las autoridades le expidieron un Certificado de Identificación donde se indicaba que era estudiante, como se declaraba en el censo de votantes de su distrito electoral.
La travesía hasta Japón duraba entonces veinte días y todo fue bien. Vio a su familia y a los tres meses de estancia, antes de que caducara el permiso para extranjeros, se dispuso a regresar a Los Ángeles. Se quedó desconcertada cuando las autoridades de inmigración japonesas le dijeron que no había suficientes indicios de que fuera estadounidense. Pero no se alarmó, a la espera de resolverlo con la diplomacia de su propio país. Menos de un mes después estalló la guerra.
Le propusieron que adoptara la nacionalidad japonesa. Iva se negó y solicitó que la ingresaran en un campo de concentración como a otros detenidos. Se lo negaron por ser mujer y de raza japonesa. Además, debido a sus costumbres americanas y su manera de pensar o comportarse, no la dejaron en paz y fue denunciada por los vecinos de su tío.
Iva no hablaba bien el japonés y empezó a trabajar para poder pagarse las clases. Fue mecanógrafa, dio clases de piano, tradujo noticias en una agencia, donde se enteró de que sus padres habían sido trasladados a un campo de concentración y de que la madre no había soportado el traslado, muriendo en el viaje.
Un día, de regreso a su casa, encontró todas sus cosas en la calle. La Kempeitai, policía secreta, había hecho un registro, se había llevado lo que había querido y el resto lo habían esparcido. Entonces pidió de nuevo que la metieran en un campo de concentración y volvieron a negárselo.
Entró en una depresión grave hasta que tuvo que ser hospitalizada, por sufrir desnutrición.
Al darle el alta médica pudo conseguir otro trabajo de mecanógrafa en las oficinas donde se obligaba a un grupo de prisioneros norteamericanos a conducir una nueva emisora de radio destinada a los marines.
Consideraron los japoneses que las voces femeninas eran mejores para sus propósitos y contrataron a varias chicas. La intención de esos programas era desmoralizarles hablándoles de sus casas, sus novias, sus familias y costumbres. La pinchadiscos locutora se presentaba como Ana, la huérfana. Nunca existió ninguna Rosa de Tokio en la realidad, sino que así la bautizaron los propios soldados usamericanos que la escuchaban cada noche, desde islas, barcos o submarinos. Iva comenzaba a hablar a las diez de cada noche, cuando se suponía que los soldados podían estar más relajados después de la cena.
Este es un guión conservado en los archivos del FBI….
GuionesRosaTokio.htm
Pasado el tiempo muchas personas opinan que en muchos guiones del programa, se nota una inteligente introducción de figuras gramaticales en los textos en inglés, que causaban un efecto contrario al pretendido por los japoneses. Se ha dicho que era la mano de Iva Toguri.
Y hablando de manos, acaba de terminar el horno de convención que me regaló mi tío estas navidades…. Nueve horas para asar una mano, pero queda suave como un guante… ya seguiré contándote esta historia mañana….
(Continuará)
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