Billy Wilder hizo un paréntesis en su cine crítico y sarcástico en 1954 y se decantó por una comedia típica de esa década con un triangulo amoroso entre clases sociales, hecho por el cual contó con Audrey Hepburn que estaba destinada a convertirse en la reina del género con su presencia angelical y candorosa. Curiosamente la figura de Audrey, tuvo especial importancia para los productores que no parecían muy satisfechos con el tipo y la pequeña cintura de la chica con cara de ángel por lo que uno de los carteles que la Paramount diseñó para “Sabrina” muestra una imagen de Audrey Hepburn mirando por encima del hombro. Su cabeza es anatómicamente correcta, pero el resto de su cuerpo ha sido retocado de forma radical para dotarlo del trasero monroesco que, según parecía que opinaba el departamento de publicidad, necesitaba para vender la película.
Otra de las grandes historias del rodaje de la película fue la relación de odio que vivieron Wilder y uno de los protagonistas: Humphrey Bogart, papel que recayó en él a pesar de que Wilder quería como primera opción a Cary Grant. El protagonista de “Casablanca” se sentía marginado por la buena relación que tenía Wilder con William Holdem con el que ya había trabajado en "El crepúsculo de los dioses" y "Traidor en el infierno" , y además no le gustaban sus maneras como realizador, más en este trabajo cuando Wilder se vio obligado a escribir el guión sobre la marcha. Seguramente las diferencias fueron más que notables debido a que tanto Wilder como Bogart venían de dos estilos de hacer cine más que distintos.
Esto es lo que decía Wilder: "Bogart es un tipo terriblemente simpático hasta las once y media. Después se cree Bogart. Bogart no me podía soportar; tampoco podía soportar su papel y no hacía un secreto de ambas cosas. Hasta entonces, había interpretado sobre todo a tipos duros que llevaban gabardina, que ocultaban sus sentimientos. Se había hecho famoso por su papel de Rick en Casablanca y acababa de ganar el Oscar por su papel en La reina de Africa. Y ahora debía engañar a una muchachita cursi, para quedar, finalmente, a su merced. A él esto no le gustaba”
Por su parte, Bogart tampoco se callaba: “Wilder es el tipo de director con el que no me gusta trabajar. Pertenece a esos alemanes prusianos, con un fuerte acento y el látigo en la mano. Sólo trabaja en equipo con el guionista y excluye a los actores. ¡Ni siquiera se me dijo cómo acababa la película y quién se quedaría con Sabrina!"
A pesar de las diferencias, la película fue un éxito y entusiasmó tanto al público como a la crítica que la calificó como una de las mejores comedias románticas de todos los tiempos, siendo una cinta que como veremos próximamente marcó un antes y un después en la filmografía de Wilder y provocó que se interesara por temas más divertidas y cómicas, no tan duras como la guerra, el alcoholismo o el declive de las estrellas que había tratado en anteriores trabajos suyos.